«Si una noche cualquiera me encuentran muerto en una calle /y ven mi boca repleta de insectos rabiosos…»
Para quienes no han tenido el gusto, les presento a Julio Daniel Chaparro Hurtado. Oriundo de Sogamoso, Boyacá, 14 de abril de 1962, había iniciado su trabajo periodístico en diversos medios radiales de Villavicencio. En el momento de su muerte, la noche del 24 de abril de 1991, trabajaba en El Espectador. En compañía de Jorge Enrique Torres, fotógrafo, fue asesinado en una calle de Segovia, Antioquia, donde pretendía retratar de cerca la violencia que aquejaba a la región.
Aunque fue reconocido por sus crónicas y reportajes, Chaparro fue, en esencia, un poeta. La siguiente es una breve antología tomada de sus tres libros publicados, con el fin de hacer sonar su voz en la poca memoria que le queda a Colombia.
SI UNA NOCHE CUALQUIERA ME ENCUENTRAN MUERTO EN UNA CALLE[1]
Si una noche cualquiera me encuentran muerto en una calle
y ven mi boca repleta de insectos rabiosos
trabajando en mi lengua,
no me sufran:
habrá sucedido que caí antes de escuchar el balbuceo de mi hijo
hecho una lluvia de madres desnudas sobre mi corazón
con sus manos alzadas como nubes.
Piensen en mí y recuérdenme cantando
o recuerden mis pasos detenidos junto a un piano
cuando hablaba de mi madre
bella y triste como un –árbol
como una huella de pájaros.
Si sienten mi hedor una mañana
y deben evitarlo huyendo de mi carne
con las manos acariciando el rincón de sus caras,
sepan que lo entiendo
e imagínenme en los días felices de mi cuerpo sólo playa
y no sientan mi podredumbre como aviso de los dioses
y no vean en el pétalo fucsia de mi sangre
la reinvención de un cielo de gaviotas o del llanto.
Amigos, mis amigos
si ven que he muerto en la entrada de una calle
seguramente vestido de azul hasta en las uñas
y sonriendo acaso revestido de cenizas como un ángel,
piensen que he vivido, recuerden la joven figura ebria de los patios
mis veintitrés años que levanté danzando
mi público sueño de eco de agua que se pierde
y no me lloren, no me giman siquiera:
pienso que detendrán el sol que tendré entonces
en mitad del pecho
persistiendo tercamente en la última calle de esa tarde
sobre la tierra.
POEMA PARA QUE NOS AMEN[2]
1.
Y sí.
Aquí la vida no es
el único verso interminable:
la gente saluda con los ojos sin pestañas
entre el polvo
y su ángelus es un pájaro puro
ensangrentado en la mañana.
Este país
una caravana de enfermos
un mundo de huesos
de disparos furibundos
reino de pechos.
No hay muchachos:
la juventud es un recuerdo
una dura nostalgia que se evita.
Delicadamente nos ha ido trabajando
la vejez y las arrugas
la sombra violácea de los ojos:
nos han ido trabajando la estatura
este silencio
nuestro puesto en el jardín de abril que no es el cielo.
Ah, mi país
hueco de rosas negras
putrefactas
pantano de dioses adorables y de espinas.
2.
Y sí.
Por él estamos siendo
una limpia generación adolorida
una generación que posee sólo el pasado que sabemos
Y este país asesinado:
este -mi-país:
perros
jaurías contra niños
homicidas
Éste: próceres lejanos.
3.
Y sí amiga aquí mi amiga: nadie.
MI PADRE EN SUEÑOS[3]
1.
Me quedará su piel
su permanente caminar en las vigilias,
su tambaleo.
Mi padre duerme ahora
y es bello como un niño
soportando la carga de mis sueños
bajo los pomarrosos.
2.
Lo admiro y está él en otra esquina
bajo una nube como la muerte
permanece.
3.
Me dejara la huella de su rostro, su soleada maravilla,
el alcohol de sus lamentos.
4.
Mi padre sumergido en sueños.
la tarde enturbiada de repente.
la lluvia en gris anunciando su próximo abandono.
Pero él no será nunca como el aire,
no podrá nunca huir de entre mis dedos,
no saldrá de este poema.
5.
El viento me golpea bruscamente,
y anochece…
EPITAFIO[4]
Si el sol sigue dorando las estrellas
si el viento aúlla y restaña otro rostro en el espejo
si baila el aire en tu cabello y te retiene,
Da el paso que debieras
ese instante de la muerte que aún no tienes: vuela.
[1] Y éramos como soles, Entreletras, Villavicencio, 1986.
[2] Opus Cit.
[3] País para mis ojos, Entreletras, Villavicencio, 1987.
[4] Árbol ávido, Entreletras, Villavicencio, 1991.
Gracias Primo, son muy bellos poemas
Reblogueó esto en Biblioteca Uptc Sogamoso.
Para aquellos que tuvimos el grato honor de conocer a Julio Daniel no nos fué muy difícil adivinar en él un talento que se venía a torrentes. Me gustaron en especial suss escritos periodísticos.