Una confesión de Patricia Highsmith que continúa espantando

«Casi nunca leo los artículos que sobre mí se escriben. Mis editores me envían recortes de prensa y yo los miro distraídamente. Un artículo negativo no me afecta.» Patricia Highsmith

Con el cigarrillo que la llevaría a la tumba
Con el cigarrillo que la llevaría a la tumba

Por: Juan Guillermo Ramírez

La conocida escritora estadounidense no leía libros policíacos. Tenía dos gatos y no era verdaderamente un ama de casa.

Desde la primera aparición de su novela en 1950, Extraños en un tren, Patricia Highsmith ha realizado ese sueño que tanto obsesionaba a un  buen número de escritores: interesar a un famoso cinematografista. A lo largo de ese espacio de tiempo, Alfred Hitchcock fue el primero que llevó a la pantalla Extraños en un tren y lanzó a la novelista al firmamento del reconocimiento mundial, cuando esta talentosa escritora contaba con sólo 28 años. Pero lo más importante, lo más extraordinario no es tanto la gloria adquirida de una manera súbita y sorprendente, como el hecho de que Patricia Highsmith había ya alcanzado con esta obra los grandes ejes referenciales de una obra futura y la mayoría de los temas que quería continuar profundizando ya estaban allí abordados: personajes ambiguos y neuróticos, extrañas amistades masculinas, misoginia, odio del hijo hacia su madre, situaciones románticas que rozan la irrealidad, pero nunca lo absurdo, como si obedecieran una lógica de lo peor.

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Su primera novela magistralmente llevada a la pantalla por Alfred Hitchcock.

Hoy, sus más de cuarenta libros componen un territorio romántico muy particular. Patricia Highsmith lo enriquece más al publicar su novela La gente que llama a la puerta, libro que tiene la particularidad de ser más actual que sus anteriores obras, pues ella también se inclina hacia aquello que tiende a convertirse en una nueva especie de plaga para los Estados Unidos: la proliferación de sectas religiosas.

Lo que ella dice es terrible, o mejor, terrorífico. Y la manera como diseca los mecanismos falsos de la manipulación del hombre por el hombre, bajo el pretexto de un dogmatismo innoble, realmente incomoda y hace tambalear.

Relatos de mujeres odiadas que odian
Relatos de mujeres odiadas que odian

Pero ¿quién fue ella realmente? Ella fue tal y como a menudo se le ha considerado, una mujer que no le gustaba hablar de sus libros ni de sí misma. Se le ha preguntado si esta reputación de mujer secreta y huraña que le ha sido endilgada, tiene verdaderamente un fundamento.

“No hay ninguno. Cuando leo lo que se escribe de mí, me sorprendo. Se pretende que yo sea un ama de casa. Y eso es falso. Si vivo en el campo es porque me gusta y porque es allí en donde me conviene hacer mi trabajo. Para poder escribir debo estar tranquila, pero esto no me impide recibir a mis amigos. Vea, se cree también que estoy obsesionada por los gatos. Que tengo 15 o 20.  Sólo tengo dos”.

Por otra parte, parece que la obra literaria de Patricia Highsmith es tratada siempre comparativamente con la categoría de “novela policíaca”, pero ella no acepta este parangón.

Portrait Of Patricia Highsmith
Una de sus mejores amigas

“Le voy a confesar una cosa. No encuentro ningún atractivo por las novelas policíacas. Ese género literario llegó a mí como si fuera un resultado más de todas mis lecturas. Debí leer a Raymond Chandler, y si tengo buena memoria, dos o tres novelas de Ágata Christie. Actualmente sería incapaz de decirle de qué se tratan. Son historias que he olvidado completamente. Por el contrario, he admirado mucho a Edgar Allan Poe y considero que sus historias son muy brillantes. Yo no leo mucho. Prefiero leer cuentos, noticias de periódicos. Al saber de la muerte de Arthur Koestler, abrí una de sus obras y me gustó. En general, los libros que más me interesan son los de historia y las biografías. Después los periódicos, la prensa anglosajona a través de la cual guardo todo. Es como si tuviera un oído abierto al mundo. Si un escritor de suspense escribe sobre asesinos y víctimas, sobre gente sumida en el torbellino de esta terrible serie de hechos, debe conseguir algo más que la simple descripción de la brutalidad y la sangre derramada. Debería estar interesado en la justicia de este mundo, o en la ausencia de la misma, en lo bueno y en lo malo, en la cobardía y el coraje humanos, aunque no entendiéndolos simplemente como fuerzas que mueven una trama en una determinada dirección. En una palabra, su gente ficticia debe parecer real”.

La mayoría de las novelas de Patricia Highsmith se desarrolla en los Estados Unidos, donde nació. Pero ella ya no vive allí.

Dirigida por el alemán Hans W. Geissendörfer
Dirigida por el alemán Hans W. Geissendörfer

“Siempre me ha gustado Europa, sobre todo su arquitectura que es un arte que me apasiona. Europa es pequeña y se puede fácilmente pasar de un país a otro, permitiendo así que la vida sea más cosmopolita. Hace algún tiempo, regresé a los Estados Unidos para la preparación de mi último libro. Quería situarlo en el centro, que no conocía. A excepción de Texas y Nueva York, conozco muy mal el país. Para mí es muy importante el documentarme ‘in situ’ para poder escribir mis cuentos y mis novelas. Contrariamente a lo que se podría creer, todas mis obras son rigurosamente construidas, elaboradas. Desde el comienzo, debo saber lo que son y lo que harán mis personajes, si van a renunciar a sus empresas o si van a equivocarse, si sus destinos los conducirán a la muerte. Escribo con toda la paciencia del mundo y para tenerla tengo que reunir todo el material antes. Pero lo que a mí me apasiona es contar historias o simplemente imaginármelas. Escribo desde los 15 años y continúo escribiendo. De alguna manera, las historias corresponden a mi propia visión del mundo pero no me parezco, forzosamente a los protagonistas de mis libros. Si yo pongo personajes turbios es porque se puede hablar de sus problemas. No hay nada qué decir de las personas felices. No podría escribir la historia de un hombre que está bien y que se entiende con todo el mundo. No creo en el bienestar familiar. Hace un siglo esto podría haber sido posible, cuando las abuelas y los abuelos eran la base de la familia. Pero en la actualidad este no es el caso”.

En una de sus últimas novelas, Patricia Highsmith evoca justamente las relaciones complejas entre los miembros de una familia. El padre es un hombre iluminado que milita al interior de una secta cristiana. Este parece ser un problema que le comienza a preocupar.

Asesinos por naturaleza
Asesinos por naturaleza

“La religión, es sin duda la primera vez de la que hablo en mis libros. En Estados Unidos, se mezclan cada vez más la religión y la política. La religión se enseña en la escuela y creo que esto es inadmisible. Hay una extraordinaria corriente reaccionaria entre los estadounidenses y tiene que ver con los valores de derecho ya pasados de moda. Cuando viajo a los Estados Unidos, me asombro por la cantidad de iglesias. En Texas, por ejemplo, hay una cantidad exagerada. Y lo peor es que todas estas iglesias son extremadamente lujosas y todas poseen un enorme poder de persuasión. Soy una mujer agnóstica y personalmente no creo en ninguna forma de vida después de la muerte. Esta es una convicción y no quiero imponérsela a nadie. El pecado, en el sentido cristiano del término, ¿qué es? Yo me lo pregunto. La culpabilidad es, contrariamente, una noción grave. Creo que los animales pueden sentirse culpables. No hago sino observar a mis gatos para darme cuenta de esto. Creo que la sociedad es ante todo, un intento de orden.»

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Esto es lo que piensa Patricia Highsmith de la adaptación de algunas de sus obras a la pantalla gigante. “La película de Alfred Hitchcock Extraños en un tren, ha sido determinante para mi carrera. Yo nunca me vi con él, solamente hablábamos por teléfono. Me afectó A pleno sol, filmada bajo la dirección de René Clement y sentí una real ternura por La asesina, realizada por Claude Autant Lara. Desafortunadamente, esta película no tuvo la suficiente publicidad y ya la olvidé. Las otras adaptaciones me gustan menos. No me gustó el final de Aguas profundas de Michelle Deville, está en total contradicción con mi libro. Los alemanes acaban de adaptarla para la televisión y considero que ellos han realizado un excelente trabajo. Ellos han filmado igualmente El diario de Edith. De todas maneras, el cine y la literatura son dos oficios diferentes”.

La mirada de Wim Wenders no podía ser mejor para el engaño
La mirada de Wim Wenders no podía ser mejor para el engaño

Y es que los alemanes se sienten más cerca del universo creado por esta escritora. “Es verdad. Yo soy muy popular en Alemania y mis libros son muy favorablemente recibidos. Me pregunto si no será por esta atmósfera puritana que invade todo y lo contagia. En el fondo las mentalidades que describe son más o menos germánicas, en cambio, en los Estados Unidos es diferente. Figúrese que los editores han rechazado mis dos últimas novelas, El grito de la lechuza y Gente que llama a la puerta. Se me ha simplemente silenciado. El público estadounidense está sorprendido: yo soy conocida en mi país, se sabe que mis obras son traducidas a una docena de lenguas y allá no se me quiere leer. Pero claro, soy publicada en Inglaterra y mis obras tienen la oportunidad de aparecer igualmente en formato de bolsillo”.

Excelente adaptación de Claude Chabrol
Excelente adaptación de Claude Chabrol

A comienzos de los años 80 y arrinconada por una vejez prematura, renuncia al sexo y a las relaciones reales y las sustituye por fotografías de sus amantes preferidas, que lleva siempre encima como trofeos de guerra. Esa retracción de sus violentos compromisos amorosos más el entorno extraño (se había ido a vivir a Suiza para salvar su dinero de los inspectores de Hacienda) parecen haberla encogido y encorvado. Siempre había sido una persona enferma, con pésima dentadura, anemia crónica, mala coagulación; era anoréxica, alcohólica, fumaba constantemente y tenía crisis de depresión aguda. Esos problemas se acentuaron y en 1986 le diagnosticaron un cáncer linfático, pero un problema con la sangre, en un desdoblamiento paradójico muy típico de ella, desaconsejó el tratamiento habitual, a base de quimioterapia. Finalmente, tras varias operaciones y habiendo echado de la habitación a la enfermera que la acompañaba, murió totalmente sola –como se había sentido toda la vida– en su habitación de un sanatorio de Locarno. Había desheredado a cuantos esperaban algo de ella, y tres días antes de morir firmó su último testamento donando más de cinco millones de dólares a Yaddo, la institución neoyorquina que daba alojamiento a escritores noveles y en la cual la escritora había vivido seis meses en los años 40. Era rica, muy rica, nadie supo cuánto, pero siempre siguió robándose las propinas de las otras mesas en los bares y muriéndose de frío por no gastar la leña. A su funeral no asistieron familiares ni amantes ni amigos, salvo Kingsley Skattebol, su amiga platónica durante 55 años.

Entre rejas en Locarno
Entre rejas en Locarno

Fuentes:
Joan Schenkar, autora de Patricia Highsmith: Biografía definitiva, Traducción de Clara Ministral. Circe. Barcelona, 2010. 766 páginas. Beautiful Shadow: Una vida de Patricia Highsmith por Andrew Wilson (2003), Murder Most Feria: The Appeal of Mystery Fiction por Michael Cohen (2000), Misterio y Suspense Escritores, vol. 1, ed. por Robin W. Winks (1998); Lesbianas y Bisexuales escritores de ficción, ed. Harold Bloom (1997); Patricia Highsmith por Russell Harrison (1997); Über Patricia Highsmith, ed. por Franz Cavigelli y Fritz Senn (1980)

 Extracto de «A pleno sol»

Decían que los ojos eran el espejo del alma, que a través de ellos se veía el amor, que eran el único punto por donde podía contemplarse a una persona y ver lo que realmente ocurría en su interior, pero en los ojos de Dickie no pudo ver más de lo que hubiera visto de estar viendo la superficie dura e inanimada de un espejo. Tom sintió una punzada de dolor en el pecho y se cubrió el rostro con las manos. Era como si, de pronto, le hubiesen arrebatado a Dickie. Ya no eran amigos. Ni siquiera se conocían. Era como una verdad, una horrible verdad, que le golpeaba como un mazazo y no quedaba allí, sino que se extendía hacia toda la gente que había conocido en su vida y la que conocería: todos habían pasado y pasarían ante él y, una y otra vez, él sabría que no llegaría a conocerles jamás y lo peor de todo era que siempre, invariablemente, experimentaría una breve ilusión de que sí les conocía, de que él y ellos se hallaban en completa armonía, que eran iguales.

Extracto de «Un juego para los vivos»

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Theodore Wolfgang Schiebelhult contaba treinta y tres años, era alto y esbelto, especialmente si se le comparaba con el mejicano medio. Tenía el pelo rubio con abundantes hebras color castaño claro, peinado sin raya, liso a los lados y un tanto enmarañado encima del cráneo. Se trataba de un hombre de porte airoso, que sonreía con facilidad y cuya forma de caminar y de moverse daba sensación de juventud y alegría, incluso cuando estaba deprimido. Casi todo el mundo le tenía por un hombre alegre, pese a que la mayoría de sus pensamientos eran más propios de un pesimista. Era cortés por naturaleza y por educación, y ello le llevaba a ocultar sus depresiones de los ojos de los demás. Sus momentos de abatimiento solían obedecer a causas que ni él ni quienes le rodeaban conocían con certeza, así que no se creía en el derecho de imponérselas al prójimo.

Para él, el mundo era una cosa sin sentido, sin otra finalidad que no fuese la nada. Creía que los logros de la humanidad eran, en definitiva, perecederos, una especie de broma a escala cósmica, como el mismo hombre. Precisamente esta creencia traía consigo la de que uno debía sacar el máximo partido de lo poco que encontraba a su disposición, tratando de ser feliz y de dar felicidad a los demás durante su breve paso por la vida. Theodore creía que era todo lo feliz que la lógica permitía esperar en una época en que las bombas atómicas, con su amenaza de total aniquilación, permanecían constantemente suspendidas sobre la cabeza de cada hombre, aunque, en este contexto, la palabra «lógica» le producía cierta desazón. ¿Era posible ser feliz lógicamente? ¿Podía hablarse de lógica y felicidad al mismo tiempo?


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Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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