Cine y literatura: relaciones incestuosas

El cine muchas veces recurre a la literatura en busca de ideas o simplemente para aprovechar el éxito que haya podido tener previamente un best-seller. Existen guionistas o escritores de tratamientos cinematográficos especializados en la adaptación a la pantalla de argumentos literarios de éxito, e incluso escritores que desarrollan sus novelas a partir de un esquema que facilite la posterior aparición de su trabajo en imágenes…

Las creaciones del papel a la pantalla
Las creaciones del papel a la pantalla.|Fuente de imagen.

Por: Juan Guillermo Ramírez

El cine tiene sobre todo la virtud de un veneno inofensivo y directo, una inyección subcutánea de morfina. Antonin Artaud 

Índice / Créditos

Desde que el cine es cine, le ha pedido historias a la literatura. Recordemos cómo El Proceso de Frank Kakfa, estuvo en las notables manos de Orson Welles en su dirección y actuación. Y así la lista comienza. Al nombrar algunas películas nos encontramos con El Paciente Inglés de Michael Ondaatje; La insoportable levedad del ser de Milán Kundera; África mía, basada en las memorias de la escritora danesa Isak Dinesen; o Las reglas de la vida, sobre la novela de John Irving, Lolita, la conocida novela de Vladimir Navokov tiene dos versiones cinematográficas. Lo mismo que El Talentoso Señor Ripley, de Patricia Highsmith. Y en el ámbito latinoamericano nos encontramos, entre muchas, con Pantaleón y las visitadoras de Mario Vargas Llosa; o Coronación de José Donoso. Un experimento interesante es la película Intimidad, basada en la novela de Hanif Kureishi que lleva el mismo nombre, y en alguno de sus cuentos del libro Siempre es medianoche. Y cómo no mencionar la película Las horas, basada en la novela de Michael Cunningham. En ella nos adentramos en el mundo cotidiano y literario de la escritora británica Virginia Woolf; y paralelamente en el de dos mujeres marcadas por la obra de esta escritora. La literatura es una fuente inagotable de inspiración y eso el cine lo agradece. El director Alfred Hitchcock contaba la siguiente anécdota: una vaca se encuentra comiendo una cinta cinematográfica en medio de un pastizal. Otra vaca se acerca y le aconseja: el libro es mucho mejor.

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El cine muchas veces recurre a la literatura en busca de ideas o simplemente para aprovechar el éxito que haya podido tener previamente un best-seller. Existen guionistas o escritores de tratamientos cinematográficos especializados en la adaptación a la pantalla de argumentos literarios de éxito, e incluso escritores que desarrollan sus novelas a partir de un esquema que facilite la posterior aparición de su trabajo en imágenes. Si clasificáramos las películas que cada semana llegan a las carteleras internacionales en adaptaciones y guiones originales, comprobaríamos que más de la mitad de los estrenos están basados -en mayor o menor medida- en obras literarias. En este sentido, el género fantástico abrió la veda, convirtiéndose en uno de los más deudores. Así, relatos y novelas de autores de literatura de terror, ciencia ficción y fantasía, han sido desde la aparición del cinematógrafo muy recurrentes para la industria del Séptimo Arte.

En el reto de adaptar un texto literario surgen varios factores a considerar y que, como espectadores, hemos de valorar a la hora de poner en tela de juicio uno de estos productos. De modo general tenemos que tener en cuenta que, dada nuestra cultura audiovisual, a medida que avanzamos en la lectura de una obra no sólo damos rostro y cuerpo a los personajes y criaturas que se describen sino que asignamos un encuadre o un movimiento de cámara bien definido, con equivalencias al lenguaje cinematográfico. Cada lector construye así una visualización mental que no se repite dos veces, de modo que, visto desde este punto parece normal que las adaptaciones nunca agraden al lector original. Los condicionantes son: El enfoque. Como negocio, los productos cinematográficos, se configuran con el fin de conseguir el mayor visionado del film posible, sin embargo siempre han de concentrarse en un público objetivo definido. Desde esta perspectiva, puede que los guionistas deban modificar la estructura o los personajes para hacer diana en los objetivos marcados, o bien el argumento y sus integrantes permanecerán rigurosamente fieles a los indicados en el texto entrando incluso en aquellos pequeños detalles que los aficionados esperan ver. En los casos más extremos, puede que sea únicamente el sentido general de la obra el que prevalezca para construir una historia nueva. El presupuesto. El dinero asignado a la producción es determinante para recrear el universo descrito en palabras. La suma necesaria para comenzar un rodaje hace que factores como el tiempo del metraje, la dirección artística (decorados, efectos, vestuarios o maquillajes), el número de personajes o extras que aparezcan en pantalla, se vean afectados para que el producto pueda finalizarse con una rentabilidad aceptable. ¿Qué camino se ha de escoger? El formato. Cimentado el formato televisivo como alternativa a las salas de proyección la decisión de realizar productos únicamente para el consumo doméstico es cada vez más valorada. De este modo, segmentar un discurso en capítulos o asignarle más tiempo que en el cine (con la correspondiente pausa de la publicidad) es una práctica común en la actualidad. En ocasiones podremos elegir entre los diferentes enfoques de una obra  realizadas para el cine y para la televisión. Los presupuestos asignados para la pantalla grande suelen ser más generosos, con los imaginables cambios que supone esta decisión. El espacio-tiempo de la obra original ha de adecuarse a la duración del metraje del film y de este mismo modo se han de elegir las secuencias esenciales para que la historia avance. En ocasiones existen pasajes que enriquecen la obra literaria como historias paralelas o largas descripciones que dan entidad al universo literario y que sin embargo al traducirse a imágenes ocupan un metraje tan amplio que impiden la comprensión clara de los objetivos marcados. Elementos originales. Indudablemente el film ha de introducir valores propios de su lenguaje para que la obra tenga valor por sí sola. De hecho hasta la adaptación más fiel contendrá elementos que son únicos del lenguaje cinematográfico como la banda sonora, la elección del número de planos, movimientos de cámara, entre otros. La pregunta que debemos hacernos es ¿definen estos nuevos elementos la calidad de la adaptación?

Un apunte necesario consiste en valorar cómo realizar una traducción literal entre los lenguajes literarios y cinematográficos. Obviando el guión de cine como formato intermedio, de modo que cualquier obra pueda pasar directamente del papel a la pantalla: los verbos se traducen en acciones físicas, las descripciones se distribuyen entre los diferentes tipos de planos y movimientos de cámara,  mientras que los diálogos serán el único elemento que permanecerá intacto. Llegados a este punto y teniendo en cuenta los valores expuestos anteriormente: ¿es rentable adaptar un texto o es mejor comenzar una historia desde cero?

Sucede frecuentemente que el proceso literario se invierte dado que son muchas las obras que adaptan guiones originales convirtiéndose así en parte del merchandising que acompaña a la promoción de una película de éxito. En la misma línea son muchos los aficionados que compran la obra original una vez han visto el film adaptado.

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Concepto básico de adaptación

El Diccionario de la Real Academia Española define adaptar como modificar una obra científica, literaria, musical,… para que pueda difundirse entre público distinto de aquel al cual iba destinada o darle una forma diferente de la original; si bien no pone límites a la fidelidad que debe guardar la versión con el producto original. En su afán por contar historias, el cineasta acude a obras literarias con distintos objetivos, desde utilizarlas como punto de partida para crear su propia película hasta filmar estrictamente todos los pasajes escritos.

A la hora de afrontar una adaptación al cine, encontramos diversos problemas, como el presupuesto y recursos necesarios para transformar un texto en imágenes, la imaginación de los cineastas, las expectativas de los lectores y, principalmente, las diferencias entre ambas formas de comunicación. Además, mantenerse fiel al desarrollo de un argumento literario por lo general supera con creces el metraje de una película comercial, motivo por el cual muchas veces las adaptaciones han acabado convertidas en series de televisión, como el caso de la novela It de Stephen King, o trilogías cinematográficas, como la de Peter Jackson sobre El señor de los anillos de J. R. R. Tolkien. Por todo ello, los cineastas se ven obligados a utilizar en sus adaptaciones recursos como la voz en off o planos descriptivos de paisajes o situaciones, así como la adaptación de los diálogos al lenguaje del cine.

No se trata de hacer un simple resumen de la obra literaria para transformarla en imágenes, sino que el guionista se enfrentará a un trabajo arduo de selección de escenas y ordenación de las mismas (muchas veces alteradas), eliminación –e incluso creación- de personajes, para conseguir un producto final que se corresponda con los objetivos de la producción.

Orígenes

Los inicios del cine están estrechamente ligados al de las adaptaciones cinematográficas de corte fantástico. En la época del cine mudo fueron varios los autores que a fin de adaptar los textos desarrollaron trucajes de cámara con los que dar vida a la historia.

El francés Georges Méliès no sólo fue pionero en el desarrollo del espectáculo cinematográfico de entretenimiento, sino también en emplear la literatura como base para el recurso argumental, sobre todo historias de autores como Julio Verne y H. G. Wells, ambos fundamentales en el género fantástico, como se puede comprobar en Viaje a la luna. Esta película de 14 minutos, producida en el año 1902, narra la historia de un grupo de científicos que organizan una expedición al satélite a bordo de una cápsula impulsada por un cañón. La productora Star films del antiguo prestidigitador también utilizó Las 20.000 leguas de viaje submarino de Verne para un cortometraje estrenado en 1907. Ese mismo año el español Segundo de Chomón, cuyos méritos en los trucajes cinematográficos son tan importantes como los de Méliès, daba forma fílmica a Viaje al centro de la Tierra para la importante productora francesa Pathé.

Tres años más tarde, el estadounidense J. Searle Dawley filmaba la primera adaptación al cine de la novela de Mary Shelley Frankenstein o el moderno Prometeo. Producida por Thomas Edison, en su promoción se advertía al publico de que “se había intentado eliminar con cuidado todas las situaciones realmente repulsivas y concentrarse sobre los problemas místicos y psicológicos que se hallan en este asombroso relato”.

La segunda versión alemana de Drácula
La segunda versión alemana de Drácula.|Fuente de imagen.

Por su parte, en 1922, F. W. Murnau dirigió Nosferatu, primer acercamiento al mito de Drácula, a partir del texto publicado en el año 1897 por Bram Stoker. El ícono del vampiro que nos ofreció este film alemán, de 84 minutos, ha llegado intacto hasta nuestros días en los que el personaje creado por Stoker ha conocido las más diversas encarnaciones en la pantalla, en ocasiones más inspiradas de Murnau que en el ser descrito en la obra original. Con la edición de esta obra encontramos uno de los primeros casos de contenciosos por apropiación indebida de los derechos de una obra literaria lo que casi acabó con todas las copias existentes del film.

Autores más adaptados

El realizador español tiene toda la razón
El realizador español tiene toda la razón.|Fuente de imagen.

Autores clave en la literatura de terror de otros siglos, como Edgar Allan Poe o H. P. Lovecraft tienen en el cine un importante reflejo de su obra con innumerables adaptaciones de sus personajes e historias; mientras que otros, como Mary Shelley o Bram Stoker, han desencadenado mitos cinematográficos fundamentales: Frankenstein y Drácula, respectivamente.

Autores contemporáneos de la talla de Stephen King, Clive Barker o Anne Rice se han convertido en millonarios no sólo por las extraordinarias ventas de sus libros sino también por la cesión de sus derechos a la industria del cine.

Mary Shelley nació en Londres, el 30 de agosto de 1797, y a la edad de 18 años escribió la historia de Frankenstein con el objetivo de “provocar miedo al lector”, y no de originar una de las más terribles leyendas cinematográficas. Así, en 1910 J. Searle Dawley adaptaba por primera vez para el cine la novela de Shelley en un cortometraje de 16 minutos. Posteriormente, en 1931, se estrenaba la versión de James Whale del mismo clásico literario, con Boris Karloff en el papel del monstruo. Y desde entonces, se han sucedido innumerables proyectos para cine y televisión fieles al texto original, como Mary Shelley’s Frankenstein (1994) de Kenneth Brannagh, o basados en sus personajes, La novia de Frankenstein (1935) o El hijo de Frankenstein (1939) de James Whale y Rowland V. Lee respectivamente.

Bram Stoker nació en Dublín en el año 1847 y a lo largo de su vida, que acabó en Londres en 1912, ejerció de crítico y director teatral, trabajo que compaginó con la escritura de obras fantásticas. En mayo de 1897 Constable Press publicaba la primera edición de su novela más famosa, Drácula, texto que aún hoy sigue generando interés entre los lectores. La historia del temible vampiro de Transilvania ha inspirado a todo tipo de artistas, quienes han alimentado las pesadillas de los aficionados al género con multitud de novelas, cómics, videojuegos y por supuesto películas, basados en el conde Drácula o el mito de los vampiros de forma más general. Corría el verano de 1921 cuando el realizador alemán F.W. Murnau comenzó el rodaje de Nosferatu, eine symphonie des Grauens, primera y última producción de La Prana Films. Sin contar con los derechos de autor de la obra de Bram Stoker, Murnau adaptó la novela original cambiando desde los nombres de los personajes hasta las localizaciones ideadas por el escritor irlandés. La osadía de la productora alemana desencadenó una demanda judicial que la viuda de Stoker y la British Incorporated Society of Authors (BISA) ganaron, logrando la destrucción de las copias que cayeron en sus manos ya que la compañía se declaró en quiebra.

El actor alemán Max Schreck fue caracterizado con un elaborado maquillaje para interpretar el papel protagonista del Conde Graf Orlok: cráneo rasurado, orejas puntiagudas, incisivos afilados y amenazantes garras. Esta personal visión de Drácula fue retomada en el año 1979 por Werner Herzog para su remake titulado Nosferatu, príncipe de la oscuridad, así como por Tobe Hooper para la adaptación televisiva de la novela El misterio de Salem’s Lot, de Stephen King.

Posteriormente, y tras conocerse el éxito de crítica y público ante una versión de Drácula para Broadway protagonizada por Bela Lugosi, la Universal Pictures adquirió los derechos del texto literario y su adaptación teatral. De este modo, Tod Browning se hacía cargo de la primera versión “legal” de Drácula para la gran pantalla, y ofrecía a Lon Chaney el papel principal. Sin embargo, la estrella del cine de terror de aquel entonces falleció antes de iniciar el rodaje, por lo que se contrató a Bela Lugosi, quien ya estaba familiarizado con el personaje. Esta producción no se realizó a partir de la novela, sino directamente de la propuesta vista en los teatros. Y otra anécdota de interés es que durante el rodaje, se aprovechaban los decorados construidos para la película de Browning con el fin de crear una versión hispana de Drácula, que fue dirigida por George Melford y protagonizada por el actor español Carlos Villarías.

Como sucedió con Frankenstein, el personaje creado por Stoker inspiró (y sigue inspirando) infinidad de películas que se apartan del texto original pero se basan en su mitología. En este sentido, es fundamental destacar títulos como La hija de Drácula (Lambert Hillyer, 1936), El hijo de Drácula (Robert Siodmak, 1943) o La mansión de Drácula (Erle C. Kenton, 1945), todos ellos aparecidos aprovechando el empuje comercial de su antecesora.

Ya en la década de los 50, cuando los derechos del personaje pasaron a ser de dominio público, el interés por el vampiro se difundió por todo el mundo. En 1958 se estrenaron dos títulos importantes en la historia de Drácula en el cine. Por un lado El regreso de Drácula, dirigido por Francis Lederer, quien trasladó el texto de Stoker a California a mediados del siglo XX, entre otras aportaciones. De otro lado, la productora de serie B Hammer realizó Drácula de Terence Fisher, también a partir de la obra teatral, con sus consecuentes diferencias con la novela original. Protagonizaron esta última, Christopher Lee en el papel del conde y Peter Cushing como Van Helsing.  Además, Fisher rodó dos años más tarde una secuela, Las novias de Drácula, y otra versión titulada Drácula, príncipe de las tinieblas, protagonizada por Christopher Lee y Barbara Shelley en 1965.

Posteriormente, Lee volvió a ponerse su memorable capa en títulos como Drácula vuelve de la tumba (Freddie Francis, 1968), que logró un gran éxito en su momento, y El poder de la sangre de Drácula (Peter Sasdy, 1969), aunque el papel del vampiro era cada vez más secundario. Ese mismo año, Christopher Lee viajó a España para protagonizar El Conde Drácula, que a pesar de sus textos publicitarios no guardó fidelidad con la obra de original, incorporando novedades como la capacidad del conde rumano de rejuvenecer al ingerir sangre de sus víctimas. Y como curiosidad, cabe nombrar dos producciones que enfrentaron en la gran pantalla a los personajes creados por Bram Stoker y Mary Shelley: Drácula versus Frankenstein (Al Adamson, 1971) y Drácula contra Frankenstein (Jesús Franco, 1972).

Desde entonces hasta nuestros días se ha seguido utilizando al mito como motivo principal o más lejano de decenas de filmes entre los que destaca en gran medida la personal adaptación de Francis Ford Coppola del año 1992, titulada Drácula de Bram Stoker. El talento del director de Apocalipse now (1979) y el alto presupuesto del proyecto fueron los responsables de una de las versiones más conseguidas de la novela, si bien encontramos diferencias con el texto original, como por ejemplo en el personaje de Mina, que en la película es el objetivo de Drácula al ser su amor reencarnado. Además, Coppola decidió rendir homenaje a la obra de Murnau y recuperó muchas de las particularidades de Nosferatu, como la forma de levantarse el vampiro del ataúd o la particular utilización de las sombras como elemento para infundir terror.

Por todo ello con Drácula ocurre un caso curioso, pues sería extraño encontrar una persona que no tenga una idea preconcebida del vampiro antes de leer la novela de Bram Stoker, quien no nos dejó una descripción específica y clara de la criatura protagonista ni de los motivos para su comportamiento.

Edgar Allan Poe nació en 1809 y murió a los 40 años, tiempo más que suficiente para dejar un vasto legado de relatos y poemas que ha servido de inspiración a multitud de cineastas. Así, sus escritos forman parte de los créditos de más de un centenar de producciones. Ya en 1908 el cine mudo acudía a la historia de Los crímenes de la calle Morgue, para plantear la trama de Sherlock Holmes “in the great murder mystery”, curiosamente protagonizada por el famoso detective de Arthur Conan Doyle.

La mirada permanentemente inquieta de Poe.
La mirada permanentemente inquieta de Poe.|Fuente de imagen.

Poe fue precursor del relato policial y de la teoría analítica que posteriormente han utilizado infinidad de autores del género para narrar investigaciones criminales. Y precisamente el caso de la calle Morgue ha sido uno de los más recurrentes en la gran pantalla. Entre otras, cabe destacar la versión de la Universal del año 1932 dirigida por Robert Florey y con Bela Lugosi en el papel del Dr. Mirakle, personaje principal que demuestra un gran distanciamiento con la historia original. Por ello nos quedamos con la adaptación filmada por Roy Del Ruth en 1954, Phantom of the rue Morgue, con el “hombre de Harrelson” Steve Forrest como el detective Auguste Dupin.

Tres obras de E. A. Poe al cine
Tres obras de E. A. Poe al cine.| Fuente de imagen.

El pozo y el péndulo es otra de las narraciones que hemos podido ver en el cine tanto en blanco y negro como en color. Por supuesto, nos quedamos con la película que Roger Corman, el rey de la serie B estrenó en 1961. Con un reparto encabezado por Vincent Price, El péndulo de la muerte forma parte de una serie de adaptaciones de las obras más populares de Poe que abarcan La caída de la casa Usher (1960); El gato negro, Morella y El caso del señor Valdemar, dentro del filme de título genérico Historias de terror (1962); El cuervo (1963); y La máscara de la muerte roja (1964) entre otras.

Howard Phillips Lovecraft llegó al mundo el 20 de agosto de 1890 en Providence (Rhode Island) y falleció el 15 de marzo de 1937 de cáncer intestinal y nefritis crónica. A los 12 años, escribió un poema dedicado al dios Pan, y tres años más tarde su primer cuento, La bestia en la cueva. Sin embargo, no fue hasta 1923 cuando fue publicado uno de sus relatos que le han catapultado a la fama como autor de literatura de terror. Hablamos de Dagon, publicado en Weird Tales. Su imaginación dio lugar a una de las mitologías más apasionantes de todos los tiempos. A partir de sus sueños –o más bien pesadillas- y del estudio de teorías racionalistas, escribió un extenso catálogo de relatos coherentes entre sí, todos ellos plagados de dioses y seres terribles, otras dimensiones, situaciones y lugares fantásticos, libros malditos, pero siempre basados en esquemas realistas. Y no sólo eso, sino que dio origen al llamado ‘Círculo de Lovecraft’, un prolífico grupo de autores que enriquecieron los Mitos con sus “tormentas de ideas” y nuevas historias.

Todas sus creaciones han tenido una poderosa influencia en las más diversas ramas artísticas, desde la música, la pintura o el teatro, hasta  propuestas más actuales como los videojuegos o los juegos de rol, y -cómo no- la gran pantalla, aunque en una de sus cartas declaró: Jamás permitiré que nada con mi firma sea banalizado y vulgarizado hasta convertirlo en la clase de tontería infantil que se ofrece a los públicos de la radio o el cine con la etiqueta historias de terror.

HP. Lovecraft: otro maestro del horror a la pantalla
HP. Lovecraft: otro maestro del horror a la pantalla.|Fuente de imagen.

Sin embargo, desde que en el año 1963 Roger Corman utilizara el relato El caso de Charles Dexter Ward para dar forma a su largometraje El palacio de los espíritus, más de 20 producciones han recurrido a su imaginería. Por lo general, se ha tratado de adaptaciones bastante pobres, si bien cabe destacar títulos como Terror en Dunwich (Daniel Haller, 1970); Re-animator (Stuart Gordon, 1985); Necronomicón (1996), tres historias dirigidas por Christopher Gans, Shusuke Kaneko y Brian Yuzna enlazadas por la presentación del actor Jeffrey Combs caracterizado por el propio Lovecraft; y la española Dagon: la secta del mar (Stuart Gordon, 2001).

Anne Rice nació en 1941 en Nueva Orleáns, ciudad que ha retratado en muchas de sus historias. En 1969 escribió las novelas cortas Katherine y Jean y Confesiones de un vampiro. Esta última fue publicada en el año 1976, tras ser revisada por la autora, y en seguida la Paramount se interesó por los derechos para adaptar la historia al cine –pagó 150.000 dólares por un plazo de diez años-. Así, en 1994 Neil Jordan dirigía Entrevista con el vampiro, a partir de un guión de la propia escritora y con Tom Cruise, Brad Pitt, Christian Slater y una jovencísima Kirsten Dunst como protagonistas. También intervino Antonio Banderas, aunque en un papel secundario. No obstante, la descripción de los personajes en la novela difiere enormemente de la que nos mostraron las imágenes.

Entrevista con el vampiro fue el inicio literario de la serie Crónicas vampíricas, que en el papel continuó con Lestat, el vampiro, La Reina de los condenados, El ladrón de cuerpos y La voz del diablo. Del mismo modo, en 2002 Michael Rymer llevó al cine la segunda y tercera parte de las ‘Crónicas’ bajo el título La Reina de los condenados. En esta ocasión, Rice no intervino en el guión y tanto sus aficionados como quienes vieron la película sin conocer de antemano las novelas coincidieron en la dudosa calidad de la cinta. El escaso éxito de esta secuela probablemente hará que tardemos más en ver en la gran pantalla nuevas historias góticas de Lestat, Louis y el resto de personajes, ya míticos, creados por Anne Rice.

Stephen King, en tanto, es el autor de literatura fantástica más veces llevado al cine. Nacido en Portland (Maine) en 1947, publicó su primera novela en el año 1974. Se trataba de Carrie, una historia verosímil en la que se intercalan elementos paranormales y que Brian de Palma presentó en imágenes dos años más tarde. Lawrence D. Cohen se encargó del guión, en el que se ordenaron cronológicamente los hechos presentados por King en la novela a saltos y mediante distintos puntos de vista. También faltaron algunos pasajes del texto de King que requerían demasiado presupuesto en efectos para ser trasladados a la pantalla. No obstante, el resultado final condensa perfectamente la propuesta literaria del escritor y contiene algunas escenas indispensables en el marco de la historia del cine de terror.

En el año 1980, Stanley Kubrick estrenaba El resplandor, una gran película, pero con importantes diferencias respecto a la historia original. Stephen King, quien reniega de la cinta protagonizada de forma memorable por Jack Nicholson, prefiere la versión para televisión producida en 1997, bajo la dirección de Mick Garris. En 1982, John Carpenter se encargó de la adaptación de Christine (1982), otro best-seller de King que destaca más por sus curiosos protagonistas, unos coches con vida propia, que por su calidad, al igual que la versión cinematográfica. Y del mismo modo, Lewis Teague llevaba al cine en 1983 la historia del mortal animal de compañía Cujo. Mejores resultados tuvo David Cronenberg con su fiel adaptación de La zona muerta (1983), thriller psicológico sobre un maestro con poderes extrasensoriales, reconvertida en serie de televisión de la mano de Michel Piller.

Y así, Stephen King se ha enriquecido tanto por las ventas de sus libros como de los derechos de adaptación de novelas y relatos como Los chicos del maíz (Fritz Liersch, 1984), Ojos de fuego (Mark L. Lester, 1984), Miedo azul (Daniel Attias, 1985), Perseguido (Paul Michael Glaser, 1987), El cementerio viviente (Mary Lambert, 1989), interviniendo en algunas en el proceso como guionista o asesor.

Una excelente adaptación de la novela de King
Una excelente adaptación de la novela de King.|Fuente de imagen.

Y merecen un punto y aparte títulos como Misery (1990), adaptación de Rob Reiner de la historia de la “fan número uno” de un escritor, interpretada por una magnífica Kathy Bates; Cadena perpetua (1994) y La milla verde (1999), ambas dirigidas y guionizadas por Frank Darabont con muy buenos resultados de crítica y taquilla. El último film estrenado con la firma del “Rey” ha sido El cazador de sueños (2003) que pese a estar dirigido por el prestigioso director y guionista Lawrence Kasdan obtiene un resultado desigual entre los aficionados al género.

Literatura de ciencia ficción

Desde la aparición del cinematógrafo, la industria ha encontrado en autores como H. G. Wells y Julio Verne, precursores de la ciencia ficción en la literatura; Philip K. Dick (Minority report), Frank Herbert (Dune), Stanislaw Lem (Solaris), y por supuesto Michael Crichton, autor de meticulosas novelas de divulgación científica, un filón para su vertiente más comercial.

La mirada de Méliès a Verne|literariedad.co
La mirada de Méliès a Verne.|Fuente de imagen.

El novelista francés Julio Verne nació en el año 1928 en las proximidades de Nantes y falleció con 80 años tras conocer las películas Viaje a la luna (Georges Méliès, 1902), Viaje al centro de la Tierra (Segundo de Chomón, 1907) y 20.000 leguas de viaje submarino (Georges Méliès, 1907), primeras adaptaciones de sus aventuras fantásticas. Así, sus novelas han inspirado los guiones de multitud de filmes a lo largo de la historia del cine entre los que destacan la versión de 1954 de 20.000 leguas de viaje submarino dirigida por Richard Fleischer y producida por Disney.

Philip K. Dick nació en Chicago en el año 1928 y ya en su infancia comenzó a leer y escribir ciencia ficción. En la década de los 50 se convirtió en escritor profesional, y algunos de sus relatos y novelas han originado obras fundamentales del cine de ciencia ficción. Tal es el caso de ¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? (1968), título que inspiró la película Blade Runner (1982) aunque sólo como punto de partida pues el director, Ridley Scott, ideó incluso el término ‘replicante’ como símil al ‘androide’ del escritor.

Esta novela fue el origen de la película de Paul Verhoeven Desafío total (1990); y más recientemente Steven Spielberg llevó al cine los mutantes que pueden ver el futuro y trabajan para las fuerzas del orden público de Minority report (2002), aportando elementos que alargaron considerablemente la historia y, consecuentemente, el metraje. También tuvieron su versión cinematográfica, aunque con menor presupuesto, sus historias Segunda variedad e Impostor, en las producciones Asesinos cibernéticos (Christian Duguay, 1995) e Impostor (Gary Fleder, 2002); y Paycheck, de John Woo, basada en la historia del mismo nombre de Philip K. Dick. Sin embargo, el autor nunca conoció cómo los cineastas interpretaban sus palabras, pues un fallo cardiaco acabó con su vida en el año 1982, semanas antes del estreno de Blade Runner.

De las mejores miradas del cine negro urbano futurista
De las mejores miradas del cine negro urbano futurista.|Fuente de imagen.

Literatura fantástica

En la literatura de fantasía heroica o épica el cine de aventuras ha descubierto grandes tramas y personajes para narrar en imágenes historias maravillosas de espada y brujería. Autores como J.R.R. Tolkien, Robert E. Howard o Michael Ende han escrito propuestas que tanto en los libros como en el cine dejan escapar la imaginación tanto del público infantil como el adulto.

John Ronald Reuel Tolkien nació en Sudáfrica en 1892 y ha pasado a la historia como el creador de la Tierra Media, una de las mitologías fantásticas más difundidas del siglo XX. Cuatro años después de la muerte del escritor, en el año 1973, se estrenó la primera adaptación de una de sus obras, El hobbit una producción animada dirigida por Jules Bass y Arthur Rankin Jr. En la versión original, el doblaje tenía un reparto de lujo con el director John Huston como el mago Galdalf y Otto Preminger prestando su voz a Elvenking. Un año más tarde, el animador Ralph Bakshi fusionaba parte de los dos primeros volúmenes de El señor de los Anillos en una curiosa producción en la que se alternaba la animación clásica con actores reales filmados previamente e insertados en el metraje.

En esta ocasión fueron dos actores vinculados al fantástico los que ejercieron de dobladores ilustres: John Hurt (Alien, el octavo pasajero) como el caballero Aragorn, y Anthony Daniels (Star Wars) como el elfo arquero Légolas. En 1980 el duo Bass y Rankin volvía a poner en movimiento El retorno del Rey contando con John Huston para la voz del mago. Esta sería la última versión animada de los textos de Tolkien quien cayó en el olvido cinematográfico –no así de la literatura- hasta que el neozelandés Peter Jackson se embarcó en el titánico proyecto de filmar los tres volúmenes de la trilogía de la Tierra Media de una sola vez. El primero de los filmes (La comunidad del anillo) vio la luz en 2001, el segundo (Las dos torres) en 2002 mientras que la trilogía acaba con El retorno del Rey en 2003.

Del cómic a los músculos bárbaros
Del cómic a los músculos bárbaros. |Fuente de imagen.

Robert E. Howard llegó al mundo en Texas a comienzos de 1906 y a lo largo de su corta vida –se suicidó a los 36 años- escribió decenas de relatos que fueron publicados en su mayoría en la revista Weird Tales, junto a trabajos de H. P. Lovecraft y Clark Ashton Smith, entre otros. Su más importante aportación fue Conan, personaje al que daría vida en el cine décadas más tarde Arnold Schwarzenegger en las películas Conan el bárbaro (John Milius, 1982) y Conan el destructor (Richard Fleischer, 1984). El salto al cine del héroe, habitante de un mundo poblado de demonios y brujos, derivó de su popularidad motivada por su primera adaptación al cómic de la mano de la editorial Marvel y dibujantes como Barry Smith, John Buscema y Ernie Chan.

Michael Ende nació en Alemania en el año 1929. El éxito de sus obras, que han sido traducidas a más de 35 idiomas, provocó el interés de la industria del cine que adquirió  los derechos de dos de sus novelas. Por una parte, Wolfgang Petersen rodó en 1984 La historia interminable, con un resultado que no agradó al autor. Sin embargo, la película logró gran éxito de público, lo que motivó la producción de dos secuelas en 1990 y 1994. De otro lado,  Johannes Schaaf  llevó al cine en 1986 las aventuras de la pequeña Momo. En este caso, según Michael Ende, la narración original fue escrita para un proyecto televisivo que nunca llegó a realizarse, por lo que posteriormente se editó en forma de novela y ya por último se convirtió en un largometraje.

Los hombres grises de Ende
Los hombres grises de Ende.|Fuente de imagen.

Epílogo/ Créditos finales

La relación entre diversas formas de expresión artística con una finalidad didáctica implica cercar, de forma natural, materias derivadas de distintas áreas de conocimiento. Entrelazar literatura y cine es un ejemplo ideal para conseguir ese objetivo porque, con una lectura adecuada, se establecen paralelismos y diferencias que permiten una mejor comprensión e interpretación de ambos códigos.


Lea más artículos de Juan Guillermo Ramírez, aquí.


Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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