
Por: Sergio Marentes
Si el reloj de pared
aquel utensilio de cocina desprestigiado por limpio
o por sucio
o por su tres bracitos desiguales
camina a velocidades estrambóticas
casi corriendo
casi volando
casi teletransportándose como Gokú
mientras los deberes y las personas gatean sudorosas
se puede (quizá se deba) concluir que:
- Está descompuesto.
- Se olvidó de ser reloj.
- Quiere herir los cánones de sus ancestros a su antojo.
- Son muchas cosas para lo poco que tiene en sus tripas.
- El hombre que observa es muy pequeño.
- Es un reloj hembra.
Yo ya concluí que un reloj es una bomba de tiempo.
Y muchos hombres que dicen qué es ser hombre.
Y muchos más relojes que dicen qué es ser tiempo.
Y muchos poetas que hacen mucha poesía.