
Por: Rosalinda Mariño R.
A la vida se le mira a los ojos, al mismo centro de los ojos. Eso pienso frente al espejo con maquillaje en mano y contra reloj. Pero, entre tantos mares de ojos, entre tantos millares de pares de ojos, ¿dónde hallar aquellos de la vida misma? Los ojos de la vida gritan poesía, penetran, perforan, desnudan, nos dejan a todos -pobres mortales – en medio del viento, libres de dudas. Los ojos de la vida habitan en el cuerpo de la gente sin tiempo, de aquellos que viajan en las palabras, de los soñadores, de los valientes que viven libres de rencores, de los poetas que llevan estrellas bajo la lengua, de los nostálgicos, melancólicos, artísticos y románticos. En la gente que practica el encanto de entregar el alma sin pedir a cambio. En los ángeles de carne y hueso, y beso. En ellos viven los ojos que busco.
Pero siento que busco en vano, porque la gente millonaria en años, dice que lo bello no se busca. Que lo bello te encuentra sin tocar la puerta, sorprende, irrumpe, interrumpe, llega a ti sin usar linterna. Sin prisa, como la brisa. Lo bello surge como un milagro y te llena las manos cansadas de espera. Llega lo bello y se llenan las hojas de tu cuaderno con mil motivos de fantasía. Pero no olvides algo muy cierto: la alegría está regada en todo el trayecto. Por eso debes esperar, y caminar, y sonreír; si es posible al mismo tiempo. Sin importar la piedra que golpea los pies.
En ese caso me queda la espera, que es a la vez esperanza, me queda deshojar el tiempo y sumar soles y noches con brazos abiertos. Me queda sumar distancia y trazar la estrategia: habiendo hallado al ángel sortearé sus pestañas, que se abren como arañas para sorber el mundo; me dirigiré a la esclerótica, melancólicamente blanca; continuaré hacia el iris, donde el arcoiris ha decidido sembrar su color. Fiel a mi periplo, seguiré a las pupilas, maravillas redondas de absoluta negrura adonde apunta el delirio de mi precisión. He logrado la misión, sólo pido a Dios que no me falle el pulso.
Y en la vida real, la cierta, la terrenal; también pido a Dios que no me falle el pulso. El reloj grita que la calle espera. Es tiempo de maquillar mis ojos, es delicado el delineador.
MUY BONITO LO QUE HAS ESCRITO, ABRAZOS