¡Contamíname!

Yo no leo porque me contamino”, frase tantas veces escuchada a “escritores” noveles o simplemente nadando en la arrogancia.  Los invito a iniciar este diálogo con la intención manifiesta de destruir este mito.

Martín Echeverría

Por: Martín Echeverría

«Es que, los peces no ven el agua, querido”, solía decir un finado profesor de sociología y tenía razón. Los peces no ven el agua, como los locos no vean su locura, y los ignorantes… etcétera.

Yo puedo opinar con propiedad del tema, ya que también he conocido ese país del pensamiento mágico en los años de juventud. Luego, la lectura empieza a parecerse a los buenos vinos. Cuando uno ha probado un buen Malbec de Mendoza, más de una vez, por ejemplo, el paladar va cambiando y se vuelve difícil tolerar un vino de inferior calidad. Algo similar va sucediendo cuando nos adentramos en las lecturas y relecturas de diversos géneros. Es que los buenos escritores producen literatura comparable a las bebidas espirituosas. Prefiero en todo caso a la gente que dice “no veo televisión porque me intoxico”, porque ahí sí, el engranaje cotidiano de los sembradores del miedo, contaminan el ánimo de millones de personas.

En cambio cuando leo:

Encargo

No me des tregua, no me perdones nunca.

Hostígame en la sangre, que cada cosa cruel sea tú que vuelves.

¡No me dejes dormir, no me des paz!

Entonces ganaré mi reino,

naceré lentamente.

No me pierdas como una música fácil, no seas caricia ni guante;

tállame como un sílex, desespérame…

…Yo te pido la cruel ceremonia del tajo,

lo que nadie te pide: las espinas

hasta el hueso. Arráncame esa cara infame,

oblígame a gritar al fin mi verdadero nombre.

Me digo: “Contamíname, Cortázar!”.  Que corra como un virus benéfico tu Encargo a la poesía, a la musa, al dios pagano que prefieras, por todo el continente y atraviese los océanos y se mezcle en el plancton para que comamos invisibles peces de mil ojos y escamas con luz propia. Gracias les doy por haberme contaminado, a las flacas lecturas con que hoy me visto de poeta, aún con harapos y ropas que no combinan, para erguirme de las derrotas cotidianas y seguir caminando. Y también gracias a los momentos, ensayos, recitales y vinos compartidos, con los compañeros músicos, los artistas plásticos, mis hermanos poetas o tantos entrañables hacedores de teatro y cine. Cada uno con su raye, su visión del mundo, su esperanza o su ala herida. Porque, de cada uno de ellos, me dejé permear los ojos vacíos, el alma árida. Situaciones todas sumamente aconsejables para quien pretende escribir.

El propio Borges afirmó la idea de que se llega a ser un buen escritor, más por lo que se lee, que por lo que se escribe. Leer, se entiende, es releer.

Peligro: radioactividad literaria en Monterrey

Martín Echeverría en MonterreyDe Mendoza a Monterrey fueron unas once horas de vuelo y unas doce de espera en aeropuertos. Pasamos de 38 grados a 4. Tomamos café en Santiago y recorrimos la pequeña aldea que habita en el aeropuerto del DF que fue nuestra casa por cinco horas. En una librería de allí, conseguí comprar El Tigre en la Casa de Eduardo Lizalde, libro que deseaba leer desde hace meses, pero que no estaba editado en Argentina. Eugenia, mi compañera de viaje (en el sentido largo y hondo de esa palabra), compró una revista sobre la cultura originaria de México, a la que nos acercamos en vivo en los días siguientes. Hicimos amigos, nos cruzamos con miles de personas y sí, nos contaminamos.  Nos modificamos, no volveremos a ser los mismos. Nuestro lenguaje es más vasto, nuestro pensamiento se parece menos a nosotros mismos, nos abrimos para aprender. Porque está claro que ser “contaminados” o no, en la mayoría de los casos, es una cuestión de actitud, de salir de la zona de comodidad para aventurarnos por lugares, costumbre, lenguajes, menos conocidos.

En Monterrey, por estos días, aumentó la radioactividad literaria por el encuentro de los poetas y escritores regiomontanos (cálidos anfitriones) con sus compañeros de Cuba, Colombia, Argentina, España, Canadá, Estados Unidos y otras ciudades de México.Martín Echeverría XIX Encuentro Internacional de Escritores de Monterrey

Precisamente en este XIX Encuentro Internacional de Escritores de Monterrey, impecablemente organizado por el Gremio de Escritores de esta ciudad, La Casa de la Cultura de Nuevo León y CONARTE, muchos reconocidos escritores participantes consignaban en sus curriculums como primer atributo el de “Lector”.

En la mesa de diálogo con Guillermo Fadanelli se planteó este asunto, entre otros más interesantes, de “no leo porque me contamino”. Y allí este notable escritor planteaba, con gran sinceridad y absoluta humildad, que en sus primeros libros se “copiaba del de al lado”. Que leía a García Márquez y decía ”yo puedo hacerlo mejor” y entonces arremetía con una novela de realismo mágico, y experiencias por el estilo. Hasta que se dio cuenta de que tal vez “podía imitar las formas, los recursos de estilo, etcétera, pero no podía alcanzar el fondo, la hondura”. Sin embargo gracias a esto fue descubriendo, lentamente, como en el tránsito de un eclipse lunar, su propia voz.

Las calles nos hablaron

También leímos las calles, las miradas aplastadas, los gritos en las paredes y la construcción mediática de la realidad. Y escuchamos el clamor de las voces innumerables, que parecían ecos de tantas latitudes y épocas transitadas en la América profunda. Las ausencias elocuentes, que pretenden ser acalladas, se alzan en otras voces, se agitan como nubes ardientes en la noche marina. No se puede tapar el sol con las manos.Martín Echeverría XIX Encuentro Internacional de Escritores de Monterrey

Finalmente, creo que la contaminación de las lecturas y lo vivido tiene que ser una luz sutil, un invisible color mezclado con nuestra experiencia vital, que nos dé cómo resultado la modificación de nuestra propia paleta de colores.

No pretendo agotar en estas columnas ningún tema. Estos comentarios de “peatón”, así como al pasar, más bien nos dan la oportunidad de dejarlo abierto a las experiencias, testimonios y opiniones de Ustedes, lectores-escritores.

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Estos son algunos de los libros compartidos que al volver a Mendoza espero dejen en mí una literaria “huella de carbono”.

Les dejo un abrazo hasta la próxima, desde (ahora ya sí) Mendoza, un lugar cercano al cielo entre las montañas del Sur.

Les dejo unos links de contaminante belleza:

– Antología Esencial, Roberto Juarroz.

Selección de poemas de Leopoldo Castilla.

Todo sobre Pedro Juan Gutiérrez.

– Y también el de un aprendiz: echeverriapoeta.blogspot.com.ar


@echeverriapoeta en Twitter. En Facebook.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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