
El carro que venía por él nos despertó. Nos levantamos casi desnudos por la sorpresa y caminamos hasta la portada. De este descendieron tres hombres que nunca habíamos visto. Se acercaron en silencio. Si no fuera porque uno de nosotros se atrevió a hablarles, lo único que se hubiera escuchado en la incomodidad de esa visita hubiera sido el motor del carro.
No respondieron el saludo. Entraron en la casa, como si la conocieran bien, atravesaron el largo pasillo con paso decidido y llegaron a su habitación. A lo mejor dormía, no sé. Por lo que vi no parecía sentirse obligado a partir, salió, eso sí, sin despedirse, igual que sus acompañantes. No me parecía grave lo que había hecho como para que vinieran por él. En realidad no era grave.
Este es el momento en que no lo he vuelto a ver. Sé lo que están pensando y es mejor que así sea: aquí no ha pasado nada.