“Llegado el momento, tocados por los dedos
del vacío,
¿Cuál la diferencia con lo que nunca ha sido?”
Y con todo, Juan Manuel Roca, no puedo evitar la sonrisa cuando leo sus versos. Parece que las trampas que ideó para atrapar a esa dama que es la palabra, funcionaron. Nunca transité por una noche mejor iluminada. -Noelia-
Ciudadano de la noche es un poemario bello de leer. Esto no quiere decir que los temas sean livianos, positivos o poco reflexivos. Esto significa que el poeta, sin importar de qué hable, consigue una lectura paralela simultánea. Me explicaré mejor. Cuando un poema me deleita es porque esconde algo detrás de las palabras, juega con la simple denotación y las múltiples connotaciones. Cuando un poema tiene ese carácter, se lee varias veces y en cada lectura se aprecian nuevos matices. En Roca esto es distinto. Lo considerable en este poemario es que esos matices, esas múltiples connotaciones, se muestran a la vez desde la primera lectura. Como si estuvieses ante diferentes pantallas de televisión y en cada una de ellas se visionara un programa distinto. Con la suficiente lejanía eres capaz de verlos todos a la vez, de entender las diferentes historias subyacentes.
Los poemas que forman Ciudadano de la noche son óleos en verso. El poeta muestra mucho más de lo que cuenta. Estas imágenes, extraordinariamente ilustrativas, reflejan su dominio del lenguaje. Además de los temas que expone, Roca crea placer en la lectura por el uso magistral de dichas imágenes. Te transporta a los momentos que describe.
“Como si alguien hubiera roto un collar de
falsas perlas
A las puertas de la tarde se desata el granizo”.
Cada poema toma prestado algo del anterior y regala algo al posterior. Esto hace que la secuencia sea armoniosa y dote de cohesión a la obra.
Ciudadano de la Noche es un poemario que recoge la sombra de un ciudadano universal. En él, además de un claro homenaje al poeta César Vallejo o alusiones a la mitología clásica, encontraremos momentos íntimos. El tiempo tiene un papel importante. Transcurre a la vez que es estático. El tiempo se nos acaba, como seres vivos que somos, pero el tiempo a la vez no existe porque cuando ya no somos es como si nunca hubiésemos sido. El tiempo transcurre de forma lineal, pero la memoria no entiende de direcciones. Se rememoran recuerdos olvidados y olvidos recordados.
El poemario se basa en las antítesis para desdibujar la línea que separa la vida de la muerte, el recuerdo del olvido, el día de la noche. Estos son los hilos conductores que nos descubren una eterna búsqueda de la verdad, de la razón de ser, de la razón de los hechos. Viajes por mar a continentes lejanos, esclavitud, historias de violencia:
“En algún furgón va un racimo de voces.
Esas voces que vieron linchamientos en el Sur,
Emboscadas en el delta, nos asaltan
En la penumbra del bar, en la alta noche.”
Recuerdos de la infancia, desconocimiento de lo que espera tras la puerta de la muerte, desconocimiento del propio yo:
“Mis luchas con el ego ocurren en un estadio abandonado, un
Madison Square Garden de aldea donde mi poderoso yo se
sueña entre grandes reflectores.”
Este ciudadano, a pesar de los incesantes interrogantes que la vida y la muerte le plantean encuentra tiempo para disfrutar de placeres mundanos. Así, por sorpresa, encontramos un poema erótico plagado de tradicionales imágenes que alivian la tensión existencial del conjunto.
“En esa orilla visito secretos jardines: la flor nocturna que riego
debajo de su falda, la orquídea negra que crece en la grieta de
sus muslos.”
Este poemario cuestiona la vida y al ser humano. La vida como una desencantada carrera en la que el tiempo simplemente se desvanece y al ser humano como un objeto de comercio, el hombre como lobo para el propio hombre. La muerte como puerta a otro tiempo, a otro lugar. La noche como pensamiento activo y búsqueda de conocimiento. Respuestas a estas cuestiones existenciales hay tantas como ciudadanos de la noche.
“La noche cae.
Y con ella una estrella en la memoria.”
gotasamargas@literariedad.co
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