No vengo a contarte nada. No podría contarte nada pues no soy un testigo de lo ocurrido y, si lo fuera, tampoco hablaría al respecto. Lo mío es callar. Mi ética es el silencio. Pero puedo sugerirte algo, si quieres, desde luego. Alba, hija, creación mía: estás en peligro. No en peligro de muerte, por supuesto, sino en peligro de vida, lo que es peor. Te ruego que te abstengas de salir de casa, no te asomes ni siquiera a la ventana porque la noche podría enamorarse de ti, o el día podría suicidarse. Escóndete en un lugar más seguro que tu misma habitación impenetrable, dentro de ti, de ser posible, donde ni tú misma podrías encontrarte y romperte como una flor de barro.
Estás en peligro de vida, Alba, hija. Y tiene que ver con el rapto inesperado de tu hermano. Quién sabe qué cosa tan mala habremos hecho para que nos persigan. Quién sabe, ahora que lo pienso mejor, cómo nos habremos precipitado sobre este hecho terrible de nacer. Sólo te advierto algo, estás corriendo el riesgo de vivir, escúchame bien, y no hay nada que puedas hacer para impedirlo.
Revista Literariedad 