El Cangrejo, obra de Liliana Hurtado Sáenz y representación de Teatro Errante. SALAestrecha, Pereira, 26 de febrero de 2015.
Por: Camilo Alzate
“El Cangrejo” es la cortante y descarnada obra de teatro escrita por Liliana Hurtado Sáenz. En el montaje de Teatro Errante bajo la dirección de Juan Carlos García, este monólogo encarnado por Alejandro Contreras parece escrito para él y sólo para él: un hombre maduro, quizá un desplazado o despojado por cualquiera de las violencias, pica frutas bajo su toldo de ventas. Nos va a contar la vida. Asesinatos. Persecuciones. El terror, siempre el terror. La crueldad como código. La brutalidad y la resilencia. El coraje junto al tesón. La noche inmarcesible.
Animal asustado, el personaje camina errático hacia atrás en varios sentidos: recapitula nuestro horror nacional de cada día y de cada década, quizá sin mayor originalidad con respecto a tanta literatura sobre lo mismo, pero eso sí, con una increíble transfiguración del protagonista que deviene en víctima. Luego está la reversibilidad del mismo personaje, al que la historia y el recuerdo van mutando, acabando convertido en un ser muy diferente del primero: salvaje, tosco, agresivo, desfigurado. Visualmente el vendedor trastabilla, se tambalea a los lados, se derrumba.
El Cangrejo es el nombre de algo. Quizá, la finca arrebatada por las armas. Quizá, el pueblo natal. Quizá uno mismo, una coraza ambulante que se devuelve y retrocede antes de morder. La actuación de Contreras es soberbia y feroz al mismo tiempo.
Mientras la escena coquetea con símbolos urbanos y populares (o populacheros) de nuestra modernidad a marchas forzadas, digamos, la iconografía callejera de las ventas ambulantes, detrás canturrea la música vulgar de un radio destartalado. Parece intencional coquetear también con la improvisación y la cotidianidad del lugar dónde se represente la función: sintonizar el radio al azar, bailar con la concurrencia, ofrecer fruta picada, moverse entre el público, preguntar e interpelar.
El desarrollo, sin embargo, lleva insertos unos parlamentos que no se corresponden con el personaje, una suerte de narración donde la fuerza declina y cambia bruscamente la parroquialidad y cercanía de la escena por una redacción rebuscada, que ofusca el ritmo tenso e íntimo a la vez. Creo que es la falencia más evidente del conjunto.
La trama cambia de modo intempestivo cuando una llamada entra a la escena. El personaje ya no conversa con los espectadores, lo hace con alguien al otro lado de la línea. Un par de palabras bastan para invertir el rol de víctima en victimario. Esta apelación a la sorpresa, esta representación que desdeña el naturalismo usándolo, no quiere explicar conductas, aunque sigue con precisión las técnicas asépticas de descripción de la realidad: ni buena, ni mala. Ni justa, ni criminal. La realidad, nada menos que la realidad, es terreno de víctimas y verdugos que caben en una sola figura.
Que haga juicios aquel que esté libre del terror, la misión de la obra sólo será devolverse en la arena mordiendo duro a quien se arrime. Como los cangrejos.
Cierra una pregunta que uno puede entender cómo le dé la gana: ¿alguien quiere seguir con esto?
El Cangrejo, obra de Liliana Hurtado Sáenz y representación de Teatro Errante, Sala Estrecha, Pereira, 26 de febrero de 2015.
Camilo Alzate – @camilagroso