
Si una punzada aguda perfora la boca del estómago
o las sienes en dirección al cerebro
o los ojos de adentro hacia afuera
como si un alfiler diminuto afilado por el diablo
ingresara por la raíz de las uñas de los pies
como si una bala al rojo vivo a toda velocidad
entrara por el orificio eyector y saliera por la boca antes de matarnos
deberá ser que viene de las manos de dios
o de las tripas de algún enemigo público
o de la imaginación de los ociosos
o de la pituitaria de un poeta maldito.
La punzada causará dolor en algún lugar
y aunque será un dolor como el de otros
repetido desde el principio de los siglos
será un dolor nuevo y sin nombre ni diagnóstico
de esos que suceden una sola vez por vida y por persona
y que duelen hasta la muerte y luego de ella
como el dolor de perder un hijo
como el dolor de conciencia
como el dolor de patria
con el dolor de otro
como el dolor.