
Selección poética de Iván Rusch*
A TI, QUE EXISTES
A ti, que me desconoces aquí a punto de yacer muerto,
salta la muralla de caracoles, revienta sobre los diagramas:
Pues he visto el futuro, y tú no estás en él:
Ala sin cuerpo, me arrebato contra la hueste de la existencia,
idea de biblioteca babilónica, caída, levantada,
gris escaparate del símbolo clásico,
breve insignia en los campos de Abril que abrieron
los mosquetes con sus gritos de perro amarillo:
Confronta la salvaje brevedad del saber,
trágate la espuma de la ignorancia, entiende el infinito,
siente cómo te ignora, cómo desentiende tu construcción.
la de ser una persona, una yegua atada a un falo,
un terremoto en una casa de muñecas:
Respira la dimensión de la intrascendencia, que es grande,
que es magna, que te invita con sorbos de limonada
bajo sus árboles volcánicos:
Juzga tu juicio:
Al patíbulo irá el tú que más te agrade,
y el verdugo será lo que quede de ti,
eso que siempre has odiado:
Ábrete las venas con amor, besa en tu brevedad lo inalcanzable,
extiende tu beso infinitamente, infinito: Beso que acaba es muerte:
Entra al espejo que no te da la hora, cabalga una hidra,
siéntate a mirar a tus hijos mientras olvidan tu nombre,
cómete el pasto de la parcela que será tu tumba,
prende fuego cada recuerdo que te ha traído hacia ti mismo,
al todo, esos fragmentos que juntos son ellos:
Tu nombre una equivocación del silencio:
Pero ama así, sé armónico, plástico, adhesivo, senil, hermoso:
Aún la muerte te debe algo,
sé su vida:
Comprende que si las hojas se caen es porque han entendido este poema,
comprende que si este poema cae es porque ha visto el fin de las hojas.
LA COSTILLA DEL DIOS
Los círculos corren horizontalmente
los dedos de la luna, roja de sangre, albacea pérfida:
De las costillas de Dante ha nacido una hembra:
Es inútil y sin embargo, ponzoña de belleza
los jacos y las riestras y los girasoles y las rosas
que le caen como agua por los suspiros:
Es triste, pero hermosa aún permanece:
Los años, dice revoleando la blanca mano,
somos nosotros, esta carne que se estira y arruga,
que cae con la gravedad que el tiempo doma:
Somos nosotros que sin pasar pasamos,
porque estamos hechos de palabras,
y ese es el único pecado de la humanidad:
Cae una copa, derrama vino sobre la saya de percal,
mancha que le desvirga la tristeza:
Hombres corren por las mesas para atraparla,
pero es pájaro e ignora todas las leyes del amor:
Desvanecida, quizá muerta,
todos la lloran:
A la hora de la misa no hay dios que detenga los relojes:
Los ojos transpirados esperan pacientes
la fiebre de la nueva vida:
Y algo revienta, sol o vacío, tigre o trueno,
rebalsa los relojes, los acelera y los detiene, los ignora:
Otro número se marca en la matemática de los vergeles:
Feliz año nuevo, un hombre atreve gritar:
Mas todos los presentes recuerdan a la noble de ojos de agua:
Una mancha de vino, y ella ha volado o muerto,
toda su belleza desparramada por siempre en la memoria de los animales:
¿Cómo sonreír por un año que llega
cuando el anterior no se ha ido?
No hay año, ni hombre, ni tiempo.
Callejón abajo alguien la ha encontrado:
-Dice tener todas las respuestas
-Es ella o el diablo. A la hoguera.
-Miel era su cabello, trigo por trigo morían los corazones.
-Está allá abajo, nos espera con las respuestas.
-Se ha quedado para siempre detrás de todos.
-¡Pero tiene todas las respuestas!
-Claro, si es una prostituta ahora.
-Verdad es su nombre.
Año nuevo, de tus costillas salen palabras,
y estas te han parido. Incesto.
-Crucifiquen a este nuevo Fénix-, fue la última orden de Luperca.
LOS NACIDOS
Veo con ojos cansados, rojos o grises o verdes,
llenos de agua, como una represa por romperse:
Hay vicios en las palabras que el silencio reclama,
pero nadie lo calla:
Aquí dentro, que es el afuera de la nada,
se derrama la sangre de la verdad con margaritas
y jazmines, y gatos circulares y micrófonos mudos:
La nada se regresa al otro lado,
y de este lado se la mira cruzar el muro
que hemos levantado con inocencia y barro y cemento:
Cuánto hay de posible en una idea.
La ilusión, que refleja como estas palabras una voluntad, es frágil.
Idea es ilusión.
Ilusión es engaño.
Engaño es vivir.
Vivir es ser.
Entonces o somos una idea o somos una posibilidad.
Leones de hierro se inclinan en nuestras puertas,
donde el judío errante quema los cabellos de los niños:
Oh, pobres niños:
Víctimas del sexo, de la sed de sangre de dos fantasmas,
de dos sombras orgásmicas, de dos ríos sin cauce:
Somos la muerte, somos la vida y la muerte en nuestros hijos:
Quien da vida da muerte:
Pero siguen festejando afuera, en los circos violetas,
los actos de condecoración a las musas,
los misiles mágicos que salen de la boca del olvido:
Y hay hijos como flores e ideas y ojos estampados
en cada palabra orgullosa,
como si al escribirla la palabra tomara el sentido de lo dicho,
y no sabemos que la palabra nos ignora:
Veo, en este sueño de desiertos hambrientos y lluvias paralelas,
vivir como si fuera cierto:
Y, apenas mencionados, apenas nombrados,
todos los hombres son arrancados del significado de su carne:
La nada trepa el muro con paciencia
y con su pies ilumina, con otra luz,
que apaga la luz que está de este lado del muro:
La oscuridad repite, sin otra opción,
su disfraz de doncella:
Hombre que lee, escupa esta página y guarde silencio:
Quizá sea lo único que usted haya creado.
Poemas enviados por el autor a Literariedad.
* Ivan Rusch nació en Lomas de Zamora, Buenos Aires, Argentina, el 7 de Septiembre de 1986. Sin especializarse en ninguna carrera, decidió dedicarse a la literatura por gusto. Ha publicado en varias antologías literarias, entre las que se encuentran “Manos que cuentan”, “Laberinto del párrafo”, y otras. Fue publicado y reconocido por varios autores contemporáneos como Alejandro Schmidt, Hugo Toscadaray, Wenceslao Maldonado, Zhivka Baltadzhieva, entre otros. Publicó de manera gratuita su libro de descarga online “Trilogía del hombre” y publica frecuentemente en su blog Nuestros días se terminaron.