Teatro pobre y contestatario

Robledo, el usurpador, dramaturgia de César David Salazar. Actuación de Mauricio Robledo y Jorge Humberto Bueno. SALAestrecha, Pereira, marzo 14 de 2015.

Robledo, el usurpador. Farsa Punk. Foto: Ángel Ortiz González.
Robledo, el usurpador. Farsa Punk. Foto: Ángel Ortiz González.

Por: Camilo Alzate

Yo no debería explicar la importancia que tiene esta obra, porque me parece evidente, sin embargo, lo voy a hacer. Antes aclaro que la frase del título es plagio. La extraje de la reseña que publicó Carlos Vicente Sánchez “Cavisa” a propósito de Robledo, el usurpador, obra que César Salazar y sus muchachos montaron con deliberados descuidos, no menores afanes y mucha, mucha estridencia. Voy a mutilar la historia resumiéndola para que se sepa de qué hablamos: un lagarto gestor cultural (Pedro Neira, “Pene”) se idea cierto proyecto de enterrar unos “receptáculos de la memoria” a propósito de los 150 años de Pereira. Consiguiendo avales y recursos acaba en una maraña de traspiés, relacionado con un personaje de siniestros antecedentes y retorcido lenguaje (Robledo, alias “Patiño”) que usurpa su protagonismo, se apodera de la asociación ficticia que dirige el gestor, hace suya la idea de los receptáculos y finalmente, se merienda el presupuesto. El estafador, estafado. El montaje se concibe para representarse como algarabía de punkeros: extenso en irreverencia, de cháchara altisonante, extravagante, y muy cómico porque (lo sabe cualquiera) nada más divertido que la parafernalia anti-system de los punk, esa especie de inconsciente parodia de sí mismos.

Justo por eso, creo yo que a Robledo, el usurpador le está sucediendo lo que a muchos íconos de la cultura punk. A pesar de las pretensiones underground, a pesar de la confesada y notoria avidez de imperfección, a pesar de su filosofía desechable consagrada a no tener futuro, la obra poco a poco se convierte en un pequeño clásico de provincia ajustando decenas de funciones en diversos festivales, salas y barrios. Circulando múltiples comunidades y escenarios variados de la región, Robledo, el usurpador es una pieza de trascendencia extraña, a pesar de sí misma, o más aun, en contra de sí misma. Así sucede con este tipo de genialidades “no futuro: suelen ser maravillas involuntarias.

La anécdota es más bien trivial. Dos grupos teatrales emprendían en 2013 el proyecto de mantener una sala independiente, SALAestrecha, locura tan irracional como infecunda que sólo prometía inconvenientes. Las facturas amenazaban acumularse a la espera de un dudoso público en esta ciudad de irrisoria vida cultural y aun más escaso gusto por los telones. ¿Por qué insistir si era tan clara la certeza del fracaso? Uno de los actores dio esta confesión concisa, ineludible y sincera: “pues, Camilo, es que el teatro es peor que el bazuco”.

En esas asomó el festejo de los 150 años de Pereira. La administración municipal escurría una borrasca de dinero público en multimillonarias cuestiones inocuas, surrealistas, casi cantinflescas, como destruir la calle 19 (estaba en buen estado) para volver a pavimentarla tras un oneroso contrato, o enterrar unas cajas con esquelas, peluches y otras tonterías que serán desenterradas en 50 años cuando la ciudad cumpla el bicentenario, las famosas “cápsulas de la memoria”. Usted, lector astuto, ya comprendió que acá los astros se alinean. La celebración de los 150 años, el enterramiento del dinero que nosotros pagamos en impuestos, y toda la historia de Pereira desde que el conquistador Jorge Robledo incrustara su espada en un matorral hará cinco siglos, conspiran para que estos muchachos, ya sin montajes con qué refrescar la programación de la sala, improvisaran a las carreras una farsa anti-sesquicentenario. Me da la impresión que el propósito principal era rellenar funciones unos cuantos fines de semana, mientras se definían los montajes serios. Una farsa punk concebida para no tener futuro. Ya lo dije, las maravillas suelen ser involuntarias.

Uno asiste a ver Robledo y se encuentra con una farsa extravagante e inteligente. Pero puede que la farsa sea otra. El verdadero sainete lo protagonizaron burócratas de pomposa grandilocuencia en plaza pública, recitando discursos o artículos con redacción digna de alumnos de guardería, fabulando un pasado que ni siquiera es leyenda, que ni alcanza a ser mito, ni quimera, apenas un fraude incongruente mal redactado por Hugo Ángel Jaramillo, a propósito, amigo personal de mis abuelos. Resulta que don Víctor Zuluaga -historiador muy sabroso de escuchar, y aun más de leer- hace años anda divulgando el engaño pero nadie para bolas. Otro historiador, Álvaro Acevedo Tarazona -muy querido en el barrio donde vive en Bucaramanga- cabalga sobre ese fraude para escribir libros que ni siquiera él escribe y ganar puntos salariales. Resulta que a la hora de chupar la teta pública, cualquier pretexto es imprescindible; la memoria histórica, el sexo de los ángeles, la importancia de la educación literaria en las comunidades vulnerables, las lagunas encantadas o la concertación de una sala de teatro con doce butacas por parte del Ministerio de Cultura.

Sería cándida una lectura de Robledo, el usurpador situándola en una superioridad moral que no quiere, ni tiene, ya que la coincidencia entre actores y protagonistas es obvia, autobiográfica, hasta auto-incriminatoria, lo que es gracioso siendo Pereira una tierra de ladrones que se funda y refunda cada tanto con una nueva usurpación. Eso sí, alguien querrá mirarse en el escenario como en un espejo. Está en todo su derecho.

El de SALAestrecha es un teatro pobre y contestatario, en efecto, pero no en el sentido que desea el columnista citado antes. Aunque se excede en originalidad y es supremamente creativo en giros y recursos de variada riqueza, el estilo es pobre entendiéndolo en su acepción de modestia: no aspira a nada, más allá de la representación misma, ni tiene otro compromiso que no sea su público inmediato. Y claro que es contestatario, si se trata de machacarnos que en la farsa que acontece afuera de la sala, todos somos actores centrales.

Quizás allí se esconde la maravilla de la obra, supo representar esta ciudad de cuerpo entero sin querer queriendo. ¿Pereira? Toda la puta vida igual.


Camilo Alzate – @camilagroso.

 Más textos del autor aquí.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

2 comentarios sobre “Teatro pobre y contestatario

  1. Ni pobre, ni contestatario, realista y atrevido. Maravillosa mezcla de cinismo y comedia para describir la triste cotidianidad de ciudades como la nuestra. Admirable el convencimiento y la tenacidad de estos jóvenes para sostenerse con una propuesta de este tipo. Hay que ver la obra y hay que tomarse la sala estrecha, llenarla cada noche es lo mínimo que podemos hacer para estar a la altura de odiseas como esta.

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