
Tiempo de atardeceres callados.
Mientras la noche hilvana
su tejido de luto,
por antiguas horas
de nuestra juventud lejana.
Como vigía…
acecho los sueños,
sostenidos por cadenas…
de gotas de rocío.
Mientras el alba gotea
un nuevo amanecer
Sobre el lecho polvoriento.
[Espacio…Tiempo…Y…; Martha Eve López; La Luna Que, Buenos Aires, Argentina].
Martha Eve López, se te volvió poesía la vida. La volviste, sin importar qué. –Noelia-.
Un soplo de antiguo aire fresco. Esto es Espacio…Tiempo…Y… de la poeta argentina Martha Eve López. En su prólogo la autora nos confiesa su inexperiencia “No poseo ninguna trayectoria en el campo de la Literatura”, cuenta en prosa. Escribe sus recuerdos, sus vivencias; escribe su vida y persona. Martha Eve López agrupa en su libro prosa, poema corto y prosa poética. Divide el conjunto de forma muy pragmática bajo los títulos de Microcuentos, Sin título o Variaciones, entre otros. Son las páginas de un diario personal sin pretensiones, sin la búsqueda del ojo crítico y el beneplácito del público lector. Son unas composiciones libres y liberadoras. Sin estruendos.
De este poemario primerizo se desprende un algo que queda velado tras versos directos y sencillos. Experiencia vital, tal vez. Sentimientos sinceros y desnudos, puede.
“Palabras que se desvanecen
como barbas de musgo
en el fuego residual
de los recuerdos.”
[Ayer]
Un primer poemario gestado a lo largo de los años y plasmado con la perspectiva que otorga la distancia en el tiempo. Con los devenires de lo cotidiano, con el encuentro del “uno mismo”, con lo bueno y con lo malo.
No vamos a encontrar palabras rimbombantes, grandilocuentes o malsonantes. Tampoco una complejidad excesiva, ni rigurosidad de metro o rima. Lo que encontramos es vulnerabilidad ante el tiempo y la memoria; sin remedio. Esa lucha contra el transcurrir de los momentos. Esa intención tan humana de capturar el aquí y el ahora. Capturar tiempo y espacio. El tiempo que se nos escapa y que al mismo tiempo nos pertenece eternamente. No es un poemario sarcástico, ni cínico, ni rebelde en el sentido de crítica social y política.
“¿Entonces?
Entonces deseo morir.
Liberarme de mi mente perturbada.
Y caigo en una vorágine abismal.”
[Una vida]
No se encuentran dilogías punzantes como las de otros autores que salieron ya en esta columna, por ejemplo, como la brutal aunque encantadora irreverencia del señor Orellana “el golpeteo regular de una cabeza / contra la pared divisoria de la casa” [El rostro de los agresores; La indiferencia; Das Kapital Ediciones (2012)] o las imágenes bellísimas de don Juan Manuel Roca, inestimable preludio de una bofetada en mitad de la conciencia “Como si alguien hubiera roto un collar de / falsas perlas / A las puertas de la tarde se desata el granizo” [Sonata de la lluvia; Ciudadano de la noche; Universidad Externado de Colombia (2004)].
La poeta nos regala una introspección mundana. Es un análisis del día a día de lo humano. Una búsqueda de aceptación para lo inaceptable. De lo que no hemos pedido ni queremos, pero con lo que convivimos. Ahí, amigos, radica ese algo tímido que te hipnotiza haciéndote caer en la espiral de la relectura.
Bien os puede asombrar, si leéis otros de mis comentarios, que me atrape un poemario que en principio no parece ser transgresor, comprometido socialmente o provocativo. ¿Entonces? ¿Por qué me ha atrapado? No se disfraza de rebelde, porque no lo es. No se disfraza de feminista para quedarse a la sombra del macho. No trata de increparte para sacarte los colores. No lo hace. Simplemente muestra lo que es; lo que tiene por contar. No necesita vestirse con máscaras que intenten convencerte de lo que no es. La respuesta es bien sencilla: me atrapa por su honestidad como conjunto y por su destreza en la plasmación de emociones.
Horas vacías de espacio,
Horas sin tregua,
Las horas del tiempo.
Tiempo…
con olor a edad
como aire prisionero.
Aire viejo y seco.
Son estímulos inertes
los diálogos gastados,
que golpean como olas
destruidas por la muerte.
[Horas]
Incurre en pequeños errores estilísticos inherentes a su naturaleza primeriza. Es el caso del exceso de puntos suspensivos enfáticos. En realidad, no son necesarios pues la propia narración aplica las pausas concernientes. Quizá sea una pista de la falta de confianza de la autora. El no acabarse de creer que su poesía está lista para ser mostrada al mundo sin más pistas que sus versos.
Yo espero un segundo poemario más atrevido. Uno en el que la autora batalle contra pudor e inseguridad. Cimientos sólidos hay. ¡Te increpo, Martha Eve López, a que escribas otro más!
@NoeliaMarBo
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