No leer concede permisos — Relato de Alicia González, Tijuana, México

Ayotzinapa, México. Foto: Eduardo Velasco (masde131.com).
Ayotzinapa, México. Foto: Eduardo Velasco (masde131.com).

Hay que incorporarlos a nuestra civilización

limpiándolos por fuera y enseñándolos a ser sucios

por dentro

Edmundo Valadés

 

Por: Alicia González

En el Palacio Legislativo de San Lázaro lo esperaban cual si la fuera la novia que va tarde a la iglesia y se acomoda el copete para lucir refulgente en su toma de protesta. Los miembros del Congreso de la Unión reían y repasaban la estrategia. Estupefactos por estar a punto de ser testigos del resultado esperado, exhalaban el humo del cigarrillo que disimulaba el nerviosismo o más bien lo hacían evidente.

En ningún momento soltaban sus nuevas manos en forma de teléfonos inteligentes o ipads para estar al pendiente de cualquier novedad. Nada aun, solo la manifestación del pueblo mexicano celebrando —quiensabequé—  en las afueras del Palacio. Cartulinas gritaban por doquier, pero los gritos no eran de enojo, sino de alegría, cosa que extrañó a los legisladores que cuando menos esperaban tomatazos compitiendo contra armas de fuego en medio de los cercos metálicos para protegerse.

El tiempo avanzaba y el próximo presidente no llegaba. Una semana antes había decidido tomar unas vacaciones en Estados Unidos por lo que solicitó no ser interrumpido por ninguna razón, salvo una emergencia política que realmente lo ameritara.

La última vez que se supo de Enrique Peña Nieto, fue en un encuentro que tuvo con el anterior presidente blanquiazul, Felipe de Jesús Calderón Hinojosa (que de salvador tenía muy poco, tan solo trajo más muertos y subió los precios). Pero un encuentro adicional cambió el plan organizado anteriormente.

—Mira cómo te detestan, vete acostumbrando a hacerte el sordo, cuando veas todo eso— le aconsejó Calderón a Peña.

Pero la ingenuidad y la falta de lectura fueron los detonantes al austero porvenir que se aproximaba, como un presagio que ni la sensibilidad despierta por la actuación de Angélica Rivera (esposa de Peña Nieto) pudieron prevenir a tiempo. Enrique más allá del poder buscaba la aceptación o al menos un atisbo de ella, en forma de disimulo, por lo que ese día, luego de la reunión con Calderón, sostuvo un encuentro con los inconformes por su arribo al poder.

Nervioso el candidato electo pasó a realizar una asamblea en la sala de su próxima residencia, prestada por su antiguo consejero, sin imaginar lo que vendría después.

Un año antes había acudido a una feria del libro donde fue sepultado parte de su intelecto al no ser capaz de mencionar tres libros que marcaron su vida. Confundió a Krauze con Fuentes y la Silla del Águila, justificando su hábito lector con la biblia que influyó en su adolescencia. Los reporteros rieron, su esposa moría y el equipo que lo acompañaba ansiaba que la tierra jalisciense lo tragara al ver a su “gallo” hundirse.

Y la experiencia se repetiría de nuevo y al triple. Disconformes, intelectuales, curiosos, campesinos, trabajadores, izquierdistas, amas de casa, desempleados y universitarios alegaban que el regreso del PRI al poder sería retomar los hilos de la derecha en aras del autoritarismo, la ignorancia, la atención hacia la clase empresarial, el relegar a la clase trabajadora del plan hacia el desarrollo del país para pasar a ser la burla a nivel internacional y ser el pueblo el último en enterarse.

—Si necesitamos que las escuelas  no se estén desbaratando antes de que les instalen el wifi porque ni a papel de baño llegamos— dijo el director de una escuela primaria.

—Oportunidades no llega hasta mi pueblo natal y tuve que empeñar mi alma para venir hasta aquí— mencionó una señora que se rascaba el brazo reseco por el largo trayecto recorrido.

—Ya van varias veces que hablan a mi casa para decir que tienen secuestrado a mi primo Luis y usted en campaña prometió que iba a reducir al menos en 50% los homicidios, secuestros y extorsiones— refirió una madre de familia desesperada y con un tino de susto.

—Lo único que buscamos es que no haya represalias por habernos manifestado en su contra, señor, ¿presidente?, por eso le venimos a pedir que se comprometa a que no haya actos violentos o desquites por haber expresado nuestro desacuerdo e incluso burlarnos de usted y hacerlo pasar como un vil ignorante a través de las redes sociales— dijo con pena un ciudadano que temía lo que seguiría.

Atento a las palabras de los desconcertados, el próximo presidente les preguntó si traían alguna propuesta en relación a estos temas que estaban mencionando, a lo que uno de ellos interrumpió a Peña:

—Este señor Peña, aquí traemos una propuesta de ley para que se cumpla de inmediato de ser posible. Se trata de que no atente contra los que hicimos mucho ruido durante su candidatura y no aplique la justicia por su propia mano. Solo firme aquí.

—Será la asamblea la que decida. Yo asumo la responsabilidad, pero en representación de la misma, prometo no realizar ningún acto de violencia y acoso que vaya en contra de los que alguna vez estuvieron en desacuerdo con mi postura.

Los gritos no cesaron durante la algarabía recién nacida. Las banderas y trompetas comenzaron a resonar un ganamos al acompañamiento de las voces que celebraban una victoria distinta.

Mientras tanto la pluma se deslizaba más allá del renglón solicitado para firmar lo que sería el principio y fin de su carrera.

—Bien pueblo, es un honor que incluso antes de mi mandato estemos comprometiéndonos a fortalecer el futuro de nuestro país, poniéndonos de acuerdo y que se unan al gobierno tricolor.

Luego de tan retórico discurso, una pañoleta cubrió los ojos de Peña y sus manos eran atadas en su espalda. Los gritos enardecieron más, ahora la risa estaba como invitada de honor.

¿No que sí leías, Peña? Acabas de firmar tu propia sentencia de muerte, cabrón.


Alicia González* Alicia González Castro. Tijuana BC. Licenciada en Comunicación por la UABC. En 2010 publicó su primer poemario, Inventario de ilusiones con el sello editorial Existir. Ha publicado en revistas culturales e independientes como: TijuaNeo, Existir, Acequias, Frontera Esquina y Zarabanda. Asimismo ha compartido su trabajo artístico en antologías poéticas como: Somos poetas ¿¡y que?! De Honda Nomada Ediciones y San Diego Poetry Annual 2011 y 2012, 123 Por todos mis amigos y Migraciones de Arte Buhonero Ediciones. En 2013 lanzó su segundo libro de poemas, Random, Random Poemas para leerse en desorden con la editorial Cantarsis y fue publicada en la revista Monolito y Tijuana Poética.

Asimismo, fue columnista literaria del portal Sin Embargo, colaboradora del periódico El sol de Tijuana. Actualmente es docente en nivel medio superior y colaboradora de Enlace Extra, filial del periódico San Diego Union Tribune, el portal Letrasexplicitas y el suplemento cultural Palabra de Ensenada.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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