Me mato el 24 (la irrisoria vida de nuestras viejas)

Me mato el 24, Teatriados, Medellín, 2015.

me mato

Por: Julio Der Nasca

La virtud de esta obra del grupo Teatriados es el llegar desde un vestuario y una disposición de la sala excepcional para cuadro de costumbres o trama de misterio o de terror a la comedia. La obra comienza con una iluminación opaca, al frente una pared tapizada en colores rojos y verdes, un cuadro antiguo, televisión, una mesa, el “encuadre” parece recreado por el David Lynch de The rabbits; la obra va a generar un efecto poco frecuente: la utilización del medio audiovisual, para no restringir el escenario a la sala de una casa, va a forjar un laberinto recreando toda la casa. Al comenzar la obra saldrán dos personajes semejantes a los de Lynch, iluminados de semejante manera, pero que sin duda son también una fiel recreación de tantas abuelas, tías o madres antioqueñas, aquí la obra se sitúa, y desde su tétrico y detallado maquillaje se va a lograr el efecto esperado: la risa, el carcajeo, los borbotones de sonidos que constantemente llevaran al espectador taciturno a sumergirse en las oleadas contagiosas de una contorsión, del rostro desfigurado.

La risa llega a producirse por los artificios habituales, la repetición, la identificación de los arquetipos y la vulgaridad, para Bergson hay una distinción entre el que se ríe por ingenio en el lenguaje (que curiosamente creo poder atribuir las groserías al ingenio, por lo menos en esta obra) y el que se ríe a causa de un personaje abobado, que en este caso se va a evidenciar no solo por las estupideces de las viejas, sino por la develación del comportamiento de nuestras viejas, porque hay que decirlo: nos estamos riendo de nuestras viejas; en este proceso de hacer arquetipo se incluye la hipérbole, propia de la caricatura, que también llega al chiste. La repetición es muy variada, de vulgaridades, comportamientos, escenas… pero en lo que quisiera hacer énfasis es que si anuláramos todos los artificios de la comedia, no se destruiría la obra, porque lo que la sostiene no es su forma, como en muchos casos, a otras comedias, sino el tema temerario de la existencia y el abandono que se sufre en la vejez, esto es lo que anuncia la primera escena, la primera iluminación, ese primer escenario que uno intuye, va a ser roto por la carcajada. Por eso hay también una catarsis final en la que los actores miran y hablan al público, para que sepan que aunque ellas son irrisorias, aman y padecen por el abandono. ¿Cuántas madres son sostenidas por ausencias?, por un hijo que se va del país, hay una madre ahogando su amargura y soledad en el alcohol, teniéndole a la muerte, pero sintiéndose ya muerta, teniendo que afrontar día tras día el melancólico malestar de haber sido ignorante, de no encontrar respuestas al sentido de la vida ni el valor para arremeter en contra de ella. Esto es lo que se encuentra en esta obra una intensa tragedia, que es la realidad hecha teatro, acondicionada por ciertos artilugios formales para ser presentada como comedia.

Los temas que se tratan en esta obra llegan al corazón de un contexto, y tienen el contra efecto de aniquilar la tristeza con la risa, ridiculizando la violencia de las angustias de los personajes, al mismo tiempo que aniquilan la risa con la catarsis final, en la que el espectador descubre, que ahí está su madre o su tía o que algún día será él quien estará en esa condición; al mismo tiempo, con la escena final se regresa a la risa- trágica, puesto que lo que causa risa es el artilugio: la repetición, pero detrás está la incapacidad ante el suicidio, que es el destino trágico de los personajes: luego de viejos, abandonados de la vida, despreciando las vicisitudes por las que han pasado, cuando el único remedio es la muerte, resulta que éste tampoco puede satisfacerse, y queda al final solo el deseo, con la imposibilidad de ser satisfecho y sedado, con la posibilidad de que la próxima vez será distinto.

La grandeza de Me mato el 24 es que es un retrato de nuestras viejas y su irrisoria vida, que es una tragedia mirada desde la rendija de muchas ventanas de las casas antioqueñas, una tragedia que aún se vive y que es convertida por el grupo Teatriados en una comedia, por sus artificios, pero no por su estructura profunda.

Julio Der Nasca

05/05/15

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

2 comentarios sobre “Me mato el 24 (la irrisoria vida de nuestras viejas)

  1. Hola somos Diego Saldarriaga Valencia y Juan Felipe Giraldo Santamaria de TEATRIADOS.
    No habíamos tenido la oportunidad de leer esto que publicaron, y ayer por casualidad lo encontramos. Que bonito punto de vista, que bueno que puedan hablar así de nuestro trabajo. Un gran abrazo.

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