
Por: Celedonio Orjuela Duarte *
La palabra poética es la única lumbre que se rescata de las pavesas de la destrucción. Palabra desnuda que expresa a un ser solitario en la fragilidad de su destino.
Cuando se intenta una reflexión de la poesía en el siglo XX, como lo pretendió Cioran para el pensamiento filosófico, es decir, como residuo, lo que realmente queda, lejos de un estudio sistemático, taxonómico de grandes tratados, una reflexión desde la síntesis.
Tenemos que reconocer que el siglo XX y lo que va de este primer cuarto de siglo, es el más infame de los siglos, encadenado a una tecnología triunfante, atrapado en un tejido irreflexivo, sabiendo lo que ocurre alrededor, pero como si no lo supiera, la barbarie está por encima de ese conocimiento que tiene de sí mismo, entonces pareciera ignorar lo que ocurre alrededor. O como lo reflexiona Doris Lessing en el libro Las cárceles elegidas”:
Vivimos tiempos en que resulta aterrador estar vivo: hoy es difícil pensar en los seres humanos como seres racionales, donde quiera que dirijamos la mirada vemos brutalidad y estupidez. Pareciera que no hay otra cosa que ver: en todas partes prevalece un descenso hacia la barbarie que somos incapaces de evitar.
Por eso se encuentra en los poetas expresiones como: “La poesía no existe”, “La poesía es error”, “Es todavía posible la poesía?”, “La poesía está muerta, juro que no fui yo”, “La poesía no se vende…porque no se vende”… Estos arbitrajes muestran la negación del oficio poético, a lo mejor, se sigue pensando en Platón y la expulsión de los poetas de su ideal de república o la reflexión de Nietzsche, por boca de su Zaratustra: les formuló una severísima crítica, tal vez la más severa que se pueda concebir al oficio de poeta: “Estoy hastiado de los poetas…algo de voluptuosidad y algo de tedio, a eso se han reducido sus meditaciones…todos enturbian las aguas para que parezcan profundas”.
Las sentencias señaladas, nacen de poetas del siglo que acaba de terminar. Esas ideas un poco teorizantes, le exigen cada vez más a la poesía actual. En efecto hay un lirismo que se mueve subterráneo, lejos del marketing, algo que no le es connatural a la poesía, los poetas saben que sólo se le recordarán algunos poemas, su legado es reinventar el lenguaje de la tribu. Reinventar un universo que el hombre de ahora ya tiene diseñado y repartido o como lo reflexionara el poeta venezolano Rafael Cadenas:
A veces tengo la fantasía de que las quinientas o mil personas que dirigen el mundo -¿Cuántas son?, nadie las ha contado- sufran una transformación, se vuelvan religiosas en el sentido más hondo de la palabra –aquí incluyo a las que forman las diversas jerarquías de las religiones institucionales– y las veamos destruyendo las armas, defendiendo de veras la naturaleza, protegiendo en todas partes la vida, como expresión de lo que ellos llaman Dios(…) la posibilidad de que ocurra el milagro se desvanece y yo maldigo a los gobernantes, científicos y técnicos que llevan a cabo la siniestra tarea.
El hombre de nuestro tiempo ha trazado un mundo para su uso personal, un mundo que le da aparente seguridad, ofrendando dádivas a un statu quo para que no se alteren los valores, en medio de ese orden cerrado y petrificado aparece un poeta, ventrílocuo de todas las voces silenciadas, constreñidas; el poeta atrae la luz a las posadas. Su primera misión consiste en desorientar, incomodar los estándares.
Lenguaje que mora cárceles, hospicios, soledades urbanas, posesos metafísicos y nuevos ámbitos. Ruptura del lenguaje, aparente desquiciamiento de la palabra en distintas semánticas. La rigidez del pasado es bordear los límites hacia otras estéticas, sin caer en el vacío. Eso fue Jean Genet, poeta, comediante y mártir, como lo calificara Jean Paul-Sartre. Se esforzó en erigir una antimoral y antiestética de los marginados. Con ello no se modificó la moral corriente de los normales, pero se hizo buen consumo literario de la antiestética. La trasgresión desde el confinamiento, llámese cárcel, hospicio, asilo, donde llegan los excluidos de sociedades de conductas rígidas, absolutistas de gran parte de la condición humana. De los que han quedado afuera han surgido grandes poetas. Hoy el poeta conoce más su tradición. Los atavismos ya no son necesarios pues tenemos grandes dispensarios de un lenguaje más universal y de más urdimbres que se alejan de moldes prosódicos empolvados en los anaqueles de la retórica.
La poesía de estos tiempos transcurre recóndita, es más para el oído interno porque es más lírica, ya no hay épica, los héroes han muerto. La poesía de hoy se mueve en pequeños espacios poblados de seres indefensos. El hombre todavía loa pequeñas miserias a ese hombre unidimensional. La semántica de nuevos lenguajes requiere otros ritmos que vienen de lo incognoscible. El sabor metálico de algunos de los poetas obedece a esas almas únicas que intentan salvar algo del ser, en este tiempo desatento que ha convertido a la cultura, a la religión en una industria. Ya lo decía el poeta peruano Cesar Vallejo: “La velocidad es la seña del hombre moderno. Nadie puede llamarse moderno sino mostrándose rápido…no hay que olvidar por lo demás, que la velocidad es un fenómeno de tiempo y no de espacio”.
La poesía contemporánea posee todo el siglo XX, deriva del misterio pretérito y un agorero futuro. El poeta conoce más su tradición, tal vez por la velocidad de la que habla Vallejo, es consciente de su situación indefensa, por eso no se aísla de la sociedad en nombre del sentimiento como en los románticos y su predominio de la noche y otros ámbitos, tal como lo estudió Albert Beguin; o en la indagación del ser filosófico como en el modernista, sino en una nueva cimentación de su obra. Los cambios tan profundos como proteicos que la poesía ha experimentado en el siglo que acaba de terminar, hacen difícil imaginarla como un todo clasificable, verla como un cuerpo compacto en su andamiaje metafórico, en su cuerpo mutante.
Este pensamiento disímil que sugiere la poesía, procura un registro del espíritu del siglo XX. Poesía que sugiere una idea si se quiere sociológica, en el sentido en que en cuanto más expulse marginados, más acrecienta su propia enfermedad. Transgresores intencionales o existenciales. Legatarios del gran desconcierto que causa la poesía de vanguardia, esquiva y algunas veces extraña, desde su disposición en la hoja en blanco. Aún en formación, experimental, hasta en esa pausa respiratoria que la puntuación codifica posterior a la escritura; y otras pesquisas vanguardistas que indaga el poeta como absoluta soberanía en su creación.
De ellos la historia reciente deja una baraja de figuras, que se han hecho cargo de maximizarla como otro develamiento del mundo. Siglo infame, al que los poetas cantan la adversidad. Sus punzantes expresiones se dan porque cada vez son más conscientes de la agresividad social de un siglo petulante de ciencia y tecnología, haciendo de los hombres extraños transeúntes de la esfera.
La palabra poética es la única lumbre que se rescata de las pavesas de la destrucción. Palabra desnuda que expresa a un ser solitario en la fragilidad de su destino, lasitud que lo lleva al silencio o al coqueteo, en algunos casos, con sospechosos líderes de la historia; pero lo que importa es el nomadismo espiritual del poeta que es palabra y memoria. Siglo en el que muchas cosas se pusieron patas arriba porque había que contestar con un nuevo lenguaje la soberbia y codicia del hombre de ahora, nuestro vecino. Siglo del desplome de la oratoria de versificadores anodinos. A pesar de ellos, como ave fénix, reaparecen los otros, los poetas.
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* Celedonio Orjuela Duarte. Estudió literatura en la Universidad Pedagógica Nacional. Es tallerista y conferencista de la Casa de Poesía Silva. Invitado a los festivales de poesía: Medellín, Bogotá, Cajamarca, San Luis de Potosí y Costa Rica. Ha publicado: «Visiones»: un inventario de afectos literarios, 1988; “Precario equilibrio ”, 1996; “Mujeres y otros cuentos de riesgo ”, 1997; “Ofrendas y tentaciones”, 1998; “Presencias”, 2004; “Dónde estará la melodía”, 2005; “ La memoria a la orilla de los actos ”, 2007, editado con motivo del VI Festival Internacional de Poesía de Costa Rica. Ha publicado en el diario “El Espectador” de Bogotá. Colabora en el periódico “Lecturas críticas” Asesor de la Fundación Editorial Domingo Atrasado. Ha sido el poeta visitante en Guanacaste, Costa Rica. Colabora en el periódico “Lecturas críticas” de Colombia. Para La Sede Regional Chorotega de la Universidad Nacional ha sido un honor tenerlo como huésped y miembro de las Naciones Unidas del alma. (Biografía y foto tomadas de domingoatrasado.com).