
Si la acera
atestada de vendedores ambulantes
leprosos y testigos de Jehová
de personas que oyen música
parece no llevar a ninguna parte
no será por culpa del alcalde de turno
ni de los predecesores
ni de los votantes
ni de la suerte
sino del que camina sin destino
y viendo el paisaje de lo gris
desconcentrado
sin interés en la próxima ventanilla.
Si un camino urbano no lleva a ninguna parte
la ciudad aún no termina de crecer quedándose quieta.