“El testimonio crudo es obsceno”, Marcelo Viñar, médico y psicoanalista, Miembro de la Asociación Psicoanalítica Internacional

Marcelo Viñar.

En el periodismo actual, hay ejemplos de los dos extremos de testimoniar la “verdad”, lo más cercana a la realidad o de crear una ficción periodística por intereses espurios, de deformar esa realidad que es la fuente de la historia verdadera creando mentiras y ficciones.

Por: Fernanda Sánchez Jaramillo

Periodista, maestra en relaciones internacionales y trabajadora comunitaria.

Fernanda Sánchez Jaramillo: ¿Cuáles son los efectos sociales, simbólicos y psíquicos que pueden tener en las personas las diferentes narrativas que elija el periodista?

Marcelo Viñar: Bueno, usted es periodista, así que la pregunta es al revés, del sabio al ignorante.

FSJ: No… el sabio es usted Profesor. Escuché su intervención en el Foro: Conocer y representar y me impactó su análisis sobre el tema.

MV: Un periodista, yo lo entiendo como el oficio de un portavoz, del que toma algo de lo caótico, del saber que circula en lo social. Los seres humanos construimos lo social para vivir, lo que nos caracteriza es nuestra condición de seres hablantes en intercambio con otros y la diversidad. El periodista es una especie de esponja que trata de empaparse, de mojarse con la diversidad caótica de las informaciones que circulan y darles una cierta organización, que pasa por su aparato mental.

Cuando la información que circula en la vida humana lleva grados de intensidad y de violencia como las que se viven en Colombia, la tendencia frente al horror es la de huir, de espantarse, de ausentarse. Entonces hay un efecto de silencio, de vacío representacional.

Algunos pensadores franceses dicen que el horror  fascina y espanta; es decir que nos atrae pero nos hace huir. La función del periodista[i] ahí es frenar ese movimiento de huida, restituir la palabra donde puede haber un vacío representacional y silencio.

FSJ: Eso me lleva a la siguiente pregunta: ¿Cómo evitar que -por esa fascinación que produce el horror- la representación de la violencia se convierta en una puesta en escena en los medios?

MV: Bueno, la trivialización sobre todo desde la televisión aunque también en el periodismo escrito puede ocurrir lo mismo- el hecho de banalizar el dolor humano  simplificándolo a grados caricaturescos puede ser un peligro. ¿Cómo inventar algo menos crudo que el testimonio crudo? Cómo crear un relato recibible para conmover al lector, es parte de la creatividad y la función del periodista, del narrador.
Cuando el hombre no puede decir algo de manera sencilla, crea destrezas o talentos especiales; del amor hablamos todos los seres humanos pero solo los poetas lo dicen con elocuencia. A mí me gustaría pintar como Van Gogh pero no puedo hacerlo. Ahí hay un problema el talento, de la creatividad de cada ser humano para poder conmover, eso lo logran solo los creadores.

FSJ: Nosotros tenemos ese rol, de portavoz como usted lo llama pero ¿En qué lugar de enunciación debe ubicarse el periodista para que en el proceso creativo no despoje de voz  al entrevistado, a quien comparte su testimonio sobre la violencia?

MV: Ese es un problema de cómo representar y no sustituir.

FSJ: Exacto, esa es mi preocupación constante como periodista.

MV: Está la famosa frase de Primo Levi: “Los verdaderos testimonios no están porque los que podían dar el testimonio, para testimoniar el horror estamos solo los sobrevivientes”.

El sobreviviente siempre ha pactado en algo con el régimen opresor para poder testimoniar después. Yo creo que es humano pagar un precio frente a una situación de opresión para poder testimoniar y defender la vida aún a costa de la humillación. Entonces hay que hacer el esfuerzo de ser un buen portavoz, de ser un buen intermediario de aquél que no está, de restituirlo a través de la palabra y el recuerdo.

La figura del desaparecido en el Cono Sur: Argentina, Uruguay y Chile, decenas de militantes que eran “chupados”, que desaparecían; no se sabía si estaban en la cárcel o cómo estaban.

Eso con el tiempo es un problema muy grande: ¿cómo hacer el duelo de alguien que no se sabe si está muerto? ¿Cómo una familia que se va puede vender una propiedad que copertenecía a un desaparecido?

Una madre cuyo hijo desaparece, sin la certeza de que está muerto, aunque estadísticamente sabe que lo está; obligarla a ella a ser la que pronuncie que está muerto es de una violencia inconmensurable. Eso es lo que Gilou García Reinoso llama: “Matar la muerte”.

El desaparecido rompe con todos los rituales que permiten desatar un proceso de duelo. Un desaparecido es un muerto vivo o un vivo muerto, un no estar que no se sabe si es muerte o ausencia y eso crea duelos muy especiales, que obligan al familiar, no al asesino a dar el testimonio de muerte, suprime los rituales de despedida.

FSJ: Usted dice que el periodista es un portavoz, pero es un portavoz que tiene poder al igual que el académico cuando hace un informe de memoria. ¿Cómo reducir ese poder entre el periodista y la persona que tiene la generosidad de compartir su testimonio?

MV: Hay un problema ético ahí. Hay un problema de decencia entre el poder organizar tratando de ser consecuente con la realidad que a uno lo ha atravesado y el ser un mercader de mentiras y deformar la realidad por intereses espurios.

En el periodismo actual, hay ejemplos de los dos extremos de testimoniar la “verdad”, lo más cercana a la realidad o de crear una ficción periodística por intereses espurios, de deformar esa realidad que es la fuente de la historia verdadera creando mentiras y ficciones. Es un problema de ética profesional.

FSJ: Gabriel Gatti, sociólogo uruguayo, habla de la recurrencia de sustantivos como “víctima”, “vulnerable”, “marginal” que se  constituyen en categorías sociales. ¿Con qué otros sustantivos podrían ser reemplazados éstos? Tal vez persona victimizada, sobreviviente… Me pregunto eso cada vez que escribo y no encuentro muchas opciones. Yo encuentro persona victimizada, persona en situación de vulnerabilidad en lugar de “vulnerable”, pero no es fácil hallar otras palabras.

MV: Hay una colega suya, Eliana Grum que escribe sobre las vidas que nadie ve. Ella se opone a la categorización; al escribir sobre las vidas que nadie ve, piensa que cada ser humano tiene una insustituible singularidad y que en las situaciones extremas, esa que categoría que llamamos “víctima”, reduce la diversidad humana a una homogeneidad.

Preservar la singularidad es fundamental. Pero cuesta tanto trabajo reconocer lo que es singular en cada ser humano que entonces los unificamos en categorías. Categorizar es reducir realidades, que no tenemos tiempo de digerir, en regularidades observables, que simplifican y ordenan el caos.

Yo creo que hay un trabajo a superar que es reconocer qué es lo propio de ese ser humano singular. Hay muchos modos de ser “víctima” (…) En las situaciones extremas como la tortura, los modos de reparar esa situación agresiva, en lugar de homogenizarse se debe observar que cada uno tiene sus propios caminos de reparación del tejido psíquico.

Contra la categoría está la creatividad de lo singular, diferentes modos de relacionarse. Singularizar y categorizar son dos procesos distintos pero complementarios del conocimiento. A mí personalmente las categorías que homogenizan, y que a mi amigo Gabriel Gatti le encantan, a mí me irritan.

FSJ: A mí también… Me resisto a ellas.

MV: Es más lindo saber en qué usted es distinta y cómo podemos definir nuestras alteridades, que decir usted es mi espejo y yo soy su espejo porque somos los dos humanos, somos los dos adultos y, por ello, entonces vamos a sentir lo mismo.

FSJ: En Colombia se recurre a la imagen doliente del desplazado, del desaparecido y genera una empatía pero es momentánea, luego no se les recuerda. ¿Cómo construir desde los medios, esa compresión crítica de la violencia diferente a esa empatía pasajera que se genera frente al horror? ¿Cómo construir un mensaje más sólido, dotado de contexto?

MV: Para ello, le contesto con una categoría: una es el espectador, que es el que ve y percibe, pero no siente y, otra es el testigo capaz de compartir empáticamente el dolor del otro. Si compartiéramos todos los dolores del mundo, nos moriríamos de dolor; entonces, debemos elegir dónde podemos conmovernos.

También hay un límite de sensibilidad, de proximidad; hay horrores del pasado que están a mayor distancia; uno piensa lo que fue el esclavismo, la inquisición, la Conquista de América, que fueron tan brutales, pero no nos irradian tanto como la inmediatez frente a lo cercano que tienen los dolores de la actualidad porque ahí podemos operar y actuar. Aquí operan la vecindad espacio-temporal, la disposición para conmoverse.

FSJ: En Colombia se promueve, desde los informes de memoria oficiales y desde los medios una memoria victimizada. ¿Para qué sirve esa memoria victimizada, del sufriente, no del sobreviviente?

MV: El famoso cineasta  Steven Spielberg tiene miles de testimonios del holocausto. Hace la pregunta y el entrevistado responde. Crea un Museo del Holocausto que es la acumulación de testimonios de cientos de miles de víctimas, esa es una estrategia archivista para acumular información.

El testimonio crudo es obsceno y uno se fastidia, se aburre. Si uno trata de imaginar todas las flores del mundo no siente nada, pero si ve una flor puede conmoverse por la belleza de esa flor; si son las flores generales, es una categoría anodina.

Jorge Semprún dice hay que hacer el relato de lo que ocurrió pero también hacer algo más; darle a eso no solo una crónica despojada de afectos, sino que pase la simple crónica descriptiva y que signifique los sentimientos que circularon en ese momento en la víctima; es decir, testimoniar no es decir simplemente me pasó tal cosa.

FSJ: Finalmente, en el Foro: Conocer y Representar[ii] usted dijo que una memoria excesiva es escatológica: ¿Por qué y cómo se mide el exceso de memoria?

MV: Se mide por el grado en que impide navegar en una vida feliz y creativa. La memoria es escatológica cuando se ancla en el hecho de terror y da vueltas como la noria alrededor del hecho de terrror. Vivir encerrado allí, impide vivir la vida y uno es un quejoso que se lame las heridas, un gato lastimado.

Esto es perturbador para la propia víctima y para todo su entorno porque es un lamerse y gemir que no es solo propio, sino que contagia y espanta a los seres cercanos.

Vivir en función del terror que se vivió impide vivir. Yo recurro a Jorge Semprún: “Una parte de uno queda siempre en el Campo de Concentración”, pero se sigue… Se divide interiormente y en otra parte de uno, uno tiene que seguir viviendo, amando, trabajando, creyendo y, de vez en cuando, visita sus recuerdos de dolor. Pero se debe  impedir que esos recuerdos de dolor ahoguen y sofoquen la felicidad del presente y del futuro. La diferencia entre el duelo y la melancolía, decía Freud, es la duración. El duelo tiene un tiempo de cierre, la melancolía es la perpetuidad. El dolor tiene que ser una experiencia destinada a concluir. Lo escatológico es transformar la queja en interminable.

Fernanda Sánchez Jaramillo @vozdisidente


[i] Sánchez Jaramillo, Fernanda. Los medios tienen el deber ético de crear escenarios para que la sociedad se relacione en términos de escucha. http://radiomacondo.fm/2015/06/24/los-medios-tienen-el-deber-etico-de-crear-escenarios-para-que-la-sociedad-se-relacione-en-terminos-de-escucha-juan-pablo-aranguren/

[ii] Sanchez Jaramillo, Fernanda. Conocer y representar el horror. http://radiomacondo.fm/2015/06/25/conocer-y-representar-el-horror/

Literariedad

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