
Por: Juliana Gómez Nieto
Reseña de Hijademuta
El objetivo de muchos artistas es definirse mediante un estilo determinado y que sus obras sean reconocidas y expuestas en las grandes galerías o espacios donde la hegemonía del arte opera, y sobre todo, que su nombre resuene y de cuenta de su individualidad.
También hay artistas que cuestionan estos objetivos, y en cambio, se hacen preguntas como: ¿por qué la obra tiene que estar ligada siempre a un sujeto y no a un colectivo, y por qué no puede el arte ser gratuito, efímero y callejero?
En esta línea se encuentra la obra de Hijademuta, nombre artístico de Paola Griselda Baruque, quien a través de intervenciones en el espacio público y al combinar diversas técnicas como stencil, graffiti e instalaciones interpela a los transeúntes de Buenos Aires.
Algunas personas han catalogado sus intervenciones como vandalismo, otros como irreverencia juvenil. Sin embargo, Paola no es precisamente una adolescente, tiene más de cuarenta años y es una de las pioneras del graffiti en la ciudad; para entender de dónde nace su necesidad de llevar el arte a la calle, hay que dar un vistazo a su historia de vida.
“Hasta los 11 años crecí en un gobierno militar, toda mi psiquis se constituyó en absoluta represión”. Paola nació y creció en LLavallol, (Zona Sur de Buenos Aires) su infancia fue normal con la vuelta a la democracia, pero sus primeros años marcaron su necesidad de mostrar a través de sus obras lo oculto o silenciado, además de los mecanismos de control socialmente construidos y reproducidos en el seno de la familia, los cuales podrían resumirse según expresa, en los siguientes tópicos: Hetero-capitalismo, transgénero, violencia, sexualidad, amor, desamor y miedo.

En su etapa del colegio era una joven solitaria que se refugiaba en el dibujo y fue la primera en rayar los baños escrachando a profesores y compañerxs. Años más tarde, entró a estudiar trabajo social, pero se dio cuenta que sus necesidades estaban insatisfechas cuando le faltaba un año para recibirse; así que encaró a su familia, abandonó la carrera y entró a estudiar arte, se recibió de maestra de dibujo y profesora nacional de artes visuales.
Por el año 2000, época en la que aún estaba cursando, descubrió junto con una amiga una casa abandonada en el bosque de Santa Catalina (Zona Sur). Sabían que el inmueble era propiedad de un militar que había vivido allí en la dictadura y que un incendio había destruido la escalera que conectaba las dos plantas, sin embargo la casa estaba intacta.
El lugar fue por muchos años el refugio de docenas de perros que un día desaparecieron misteriosamente. Paola y su amiga se encargaron de limpiar la casa para luego ocuparla, fue apodada como “El castillo”, en referencia a sus dimensiones. Allí pintó murales en todas las paredes, lo cual le permitió explorar un formato hasta entonces desconocido.
Vivió 3 años en este lugar junto a muchas otras personas que fueron llegando, era una casa anarquista donde cada quien podía hacer lo que quisiera en total libertad creativa. Las buenas épocas no duran mucho y un día su ciclo allí terminó, pero su necesidad de pintar la llevó a buscar nuevos lugares y a partir de ese momento la calle se convirtió en su lienzo.
“En esa época casi no existía el graffiti, no había una estética definida, eran muy pocas las pintadas que encontrabas”. Comenta en relación a sus primeras intervenciones en el conurbano y micro centro.
Por dinero trabajó haciendo murales para una organización política que manejaba una ONG ambientalista. Se fue al partido de la costa y aprendió de su nuevo laburo algo muy importante para su carrera: “Pintar grandes formatos en poco tiempo ya que es ilegal”.
Además de su obra callejera, Paola ha trabajado paralelamente con la pintura, y durante años se dedicó sólo al blanco y negro. Las temáticas que atraviesan sus cuadros siguen siendo las mismas, pero en ellos sobresale el uso de palabras y la visibilidad lésbica. Con relación a esto, comenta su malestar por la obra de arte femenina, destruida por decisiones de los hombres a través de la historia del patriarcado.

“Pintar un cuadro es como una lucha silenciosa, por eso será que los artistas plásticos están tan apegados a su obra. A mí me interesa otra cosa, la obra colectiva, yo pinto con soltura, si vos venís y me intervenís un cuadro yo no me enojo, porque para mí, no es de mi propiedad, no soy yo la que está en esa obra: es el inconsciente colectivo que yo saco a la luz”.
Según ella su obra es apasionada y está impregnada del romanticismo patético que se caracteriza por el sufrimiento y que no deja de ser algo cultural; refleja las contradicciones de las relaciones humanas y los juegos de poder que condicionan el reconocimiento en lxs otrxs.
Su obra también está atravesada por su búsqueda del equilibrio y de conexión con el cosmos, manifiesta que: “Vivimos en una época en la que para ser considerado espiritual tienes que irte a los extremos; ser Hare Krisna o el Papa, ¿acaso no podés ser espiritualmente humano?”
En la actualidad trabaja como profesora de artes en una escuela pública, organiza y participa con frecuencia en muestras colectivas, intervenciones callejeras en las que se suman artistas y no artistas. Para Hijademuta es importante desestructurar la idea de que toda imagen es un producto, o una forma de publicidad y decirle al espectador de la urbe: “Esto es arte y no se vende”.
También hay en su trabajo un mensaje contra el discurso hegemónico construido y vendido por los medios como inseguridad, contra lo cual, lo privado representa el antídoto. “Mi familia y escuela fue la calle, yo salgo a la calle y el mundo se abre, lo que para muchos representa la inseguridad para mi representa la protección absoluta”.
Sitio web de la artista: www.baruquepaola.com.ar/
Juliana Gómez Nieto
La Plata, marzo 2015.
← Lea aquí la presentación de Tramas. Corresponsal de subjetividades.
Excelente.
Gracias por el comentario Luis Alexis, puedes visitar la página oficial de la artista http://www.baruquepaola.com.ar/
Amiga un hermoso texto, un reconocimiento no solo a Hijademuta sino a todos aquellos artístas que exploran otros escenarios. Sin embargo es claro que todos tenemos que vivir, o sobrevivir dentro del capital, asi que claro… algunos artistas explotan desde adentro de esas esferas artísticas, otros se reprimen y otros simplemente se acomodan. Un abrazo