La feria paraguaya

Maní dulce.
Garrapiñada: Maní dulce.

La antesala

En los alrededores de la feria hay puestos improvisados sobre tablas y mantas extendidas sobre el suelo. En una esquina hay una señora vendiendo chipá en forma de rosquillas; otra vende paquetes de pochoclo dulces de origen boliviano y junto a la puerta de entrada está el vendedor de quesos y chorizos argentino. El parqueadero se encuentra ubicado enfrente de la feria y al lado de esta hay un terreno baldío delimitado por un muro pequeño sobre el cual hay expuestos jarrones de madera con flores artificiales de colores fluorescentes. La mujer que las vende tiene la cara quemada y mientras se rasca la cabeza dice a los transeúntes.

-Mire sin compromiso, su pregunta no incomoda.

La gente que pasa observa y se dirige hacia la entrada principal donde está parado un hombre junto a un pony con silla y bozal de cuero adornado con tachas; a su lado tiene un letrero ofreciendo fotografías para niños. La fachada está pintada de azul oscuro y tiene varios mensajes escritos de forma prolija y con la misma tipografía, como por ejemplo: “Carlos siempre en nuestro corazón. Tus hermanas” o “Andrea sos el amor de mi vida, nunca cambies. Atentamente tú negro”.

Bienvenidos a la feria del sur

Al cruzar el límite de la entrada principal, el olor a garrapiñada invade el patio donde se encuentran todos los puestos de comidas. Hay desde pequeños quioscos y cafeterías hasta restaurantes que exhiben el plato del día envuelto en papel film. Las mesas están ubicadas en el centro del patio, frente a ellas están los locales de comida y detrás están los stand de los feriantes. Los carteles publicitarios son muy variados: uno es una cuadro en forma de pizza con lucecitas rojas, otro una cartulina verde sobre la cual está escrito con marcador “Milanesa Napolitana y Sanwuche”.

 Los baños están ubicados al lado derecho de la entrada principal, para diferenciar los de varones de los de mujeres, hay encima de cada puerta un lobo pintado, uno azul y otro rosado. Hay una muchacha que limpia los baños constantemente, pero aunque estén blancos y brillantes huelen a mierda de bebe, ya que las madres les cambian el pañal a sus hijos sobre el lavamanos en el que hay una cajita de cartón que dice : “Usted paga mi sueldo, Gracias”.

Junto a la panchería están exhibidos dos panes; uno de tamaño normal y otro el triple de grande, sobre ellos hay un letrero que dice: “Súper Mega Pancho”. Dos señoras que toman café en las mesas se ríen del anuncio y el dueño del local, un hombre de barba canosa y ojos verdes les comenta que los chicos hacen competencias de quien es capaz de comer más panchos.

La casa es chica la comida es buena

Es el lema del dueño de uno de los locales de comida, el que más variedad ofrece pues aunque su anuncio publicitario dice cafetería, se vende mucho más que café cortado. El hombre tiene entradas pronunciadas, bigote canoso y un reloj de mano muy llamativo por su tamaño; se para en el patio de comidas a ver pasar la gente mientras fuma uno tras otro sus cigarrillos Philips Morris. Cuando alguien se acerca hace todo lo que está a su alcance para que el cliente no se vaya. Le sonríe amablemente, le habla de lo bien que se come en su local y la variedad de productos que ofrece para no excluir ni a vegetarianos ni a celiacos.

 Cuando la gente se da cuenta ya está sentada en una de las mesas de plástico redondas que tienen encima un paraguas color bordó. Inmediatamente alguien ocupa un lugar, una muchacha de contextura gruesa, con la cara muy maquillada y un piercing en el labio inferior se acerca y pone individuales de cuero sintético y platos plásticos con dibujos de girasoles y tréboles.

-¿Ya sabe que va a pedir?

-¿La tarta de qué tamaño es?

-Es grande, se puede compartir.

-Tráeme una de jamón y queso.

-¿Y el señor?

-Yo quiero un choripan.

-¿Vos no que ibas a comer sano?

-Déjate de joder, por favor tráeme un chori. Mientras la pareja de esposos se queda discutiendo sobre el menú del almuerzo, la moza se aleja con lentitud hasta la cocina y hace el pedido. Luego de unos minutos vuelve y al poner la tarta en la mesa, la señora la mira con desagrado.

-¿Y vos decís que esto es para compartir, me estás jodiendo verdad? La moza se ruboriza y no dice nada. El marido mira a la mujer avergonzado.

-Andate tranquila, no le hagas caso; que para ella todo está mal. Antes de que la mujer diga algo, la moza se va a un paso mucho más rápido que las veces anteriores.

¿Por dónde queda la salida?

La feria está organizada de forma laberíntica; se entra por cualquiera de los ocho pasillos que la dividen y una vez en el interior el aire se hace escaso y pesado, la luz del sol no le da a ningún rincón y todo está iluminado por instalaciones eléctricas algunas más precarias que otras. Muchos puestos son el doble de grande y están decorados de manera diversa, todo depende de la mercadería que maneje. Los que venden medias, calzones y corpiños escuchan música de la radio; mientras que en local de enfrente donde venden camisas para hombres miran el partido en un televisor plasma. El espacio no se desaprovecha; la ropa cuelga de la pared y hasta del techo, también está exhibida sobre mesas cubiertas con telas o manteles. Los probadores son hechos de manera rudimentaria con cortinas que cuelgan del techo cercando un espacio de un metro por un metro. Se puede medir lo que uno quiera salvo la ropa interior.

-¿Me puedo medir el brasier?

-sí, pero por encima de la ropa.

Cuando el tiempo se detiene

Una mujer delgada y de poco pelo, bosteza mientras le hace una confesión a sus clientas.

-Recién hoy es jueves y ya estoy cansada. Y eso que el lunes es feriado. En ese instante se escucha por el radio parlante la voz distorsionada de un hombre que saluda a los feriantes y les recuerda que abonen el alquiler de sus puestos. Luego agrega que aquellos que tengan pereza de pasar hasta la oficina podrán esperar a que una chica pase puesto por puesto cobrando. Al final los saluda a todos y les desea felices ventas.

-¿Siempre es así? yo es la primera vez que vengo.

-No, hoy está muy lento, los domingos se llena y no hay por donde caminar.

– Ahhh terrible.

-Pero a nosotros nos conviene porque se nos va más rápido el día. En cambio así me da una fiaca.

Las dos jóvenes se despiden de la mujer sin comprarle nada y se van hablando.

-La verdad es que no me parece tan barato como decían.

-A mí sí, esa calza en el centro está 200 mangos, acá vale 130.

-Lo que sí es que hay más variedad. Fíjate que linda remera, ahí te re veo.

El sector de ropa es interminable y cuando se cree que ya se va a salir de allí el camino se desvía haciendo dar vueltas una y otra vez hasta terminar en el mismo punto.

-Por acá ya estuvimos.

-No sé, estoy un poco mareada, salgamos un poco a tomar aire y así pienso cuál de las dos llevo.

-Ni hablar.

-Pará pará, mirá ese vestido.

-Naaaa, me muero

-Señor ¿qué tallas tiene?

-Es talla única, pero no se preocupe que ese cede.

-Creo que ahí no entró.

-Acá la hacemos entrar.

Si una prenda tiene un desperfecto el cliente tiene derecho a pedir rebaja, también puede no hacerlo y darse cuenta en su casa que el pantalón está roto, en ese caso perdió su oportunidad ya que ningún producto se puede cambiar.

Saturación de los sentidos

En un sólo pasillo suenan al mismo tiempo diferentes géneros musicales. Desde el puesto de perfumes suena Luis Miguel; mientras el que vende zapatillas truchas escucha Gilda y la muchacha de los pañuelos baila un hit de Michael Jackson.

 El olor a pollo mezclado con la colonia para bebe penetra en el poco aire que circula por los pasadizos de la feria; es la hora del almuerzo y la mayoría de los vendedores, como si se pusieran de acuerdo, destapan al mismo tiempo el porta donde llevan su comida.  Las señoras vendedoras se sientan a almorzar y si alguien las interrumpe con la boca llena y grasosa dicen los correspondientes precios de los productos. Algunos de los vendedores piden comida a los restaurantes de la feria, un encargado lleva un plato de puré de papa con bife, mientras otra entrega una pizza.

Delante de casi todos los locales hay una canasta llena de ropa revuelta donde se puede encontrar todas las promociones juntas. Desde una calza de leopardo con un pequeño agujero, un gorro de lana para bebe, o una remera talla extra grande. El valor de lo que allí encuentre no supera los cincuenta pesos; la gente revuelve y pasa por cada uno de las canastas mirando atenta esperando encontrar por equivocación del vendedor o por pura suerte, la ganga del día.

Por uno de los pasillos camina una señora grande con el pelo cortado estilo hongo que lleva puestos anteojos oscuros y calza botines café; pasea mirando cuidadosamente cada stand y tocan las telas con maña, mientras achica los ojos mirando la prenda que sostiene con sus brazos extendidos a una distancia de medio metro. -¿Cuánto sale? -150. Lo suelta con rapidez y sigue caminando altiva y muy derecha.

Para toda la familia

Hay maniquís de niños y niñas sin cabeza junto al stand dedicados únicamente a la venta de este tipo de ropa. Los hijos de los feriantes corren y juegan mientras sus padres trabajan; una pequeña lleva un cochecito de juguete en el que pasea una muñeca negra. En la feria se pueden conseguir cosas obsoletas como casetes de video juegos de nintendo, jueguitos de agua manuales que consisten en insertar aros o juegos de imán.

Uno de los puestos donde venden juguetes tienen expuesto un zoológico en miniatura hecho con animales de caucho: Dinosaurios de dos cabezas, cebras, cocodrilos, tigres y rinocerontes. Por los pasillos se escucha a una madre y a su hijo conversar mientras caminan.  La mujer tiene el pelo teñido de rubio, la cara muy pecosa y el cuerpo ancho; el niño mide un metro de estatura y tiene puesta una gorra y una pantaloneta de nylon.

-¿Mamá que querés que te regale de día de la madre?

-Sabes que quiero si me querés regalar algo; ya le dije a tu papá: quiero cosas para la casa, que me arreglen la canilla del lavaplatos.

Entre gustos no hay disgustos

Desde el techo de un local de ropa interior cuelga una tanga para hombre que tiene la forma de un elefante; es peluda, de color gris, y la trompa está rellena de algodón por dentro. La gente que pasa la mira y se ríe, algunos se atreven a tocarla. No se sabe si está a la venta o hace parte de la decoración del lugar.

En el bazar de la feria se puede encontrar toda clase de artículos para la cocina. Desde ralladores con forma de manzana, vasos con motivos de peses, relojes de pared que tienen el sistema del pajarito que canta anunciando la hora, kit de cuchillos de acero inoxidable y porta ollas de croché. La feria se llena y se vacía, sus pasillos son como arterias por las que circulan los compradores tocando y haciendo preguntas; cuando se hace de noche los ánimos están bajos y los vendedores no responden con el mismo entusiasmo que en horas anteriores. No se paran de sus asientos como antes para mostrar la variedad de productos; algunos bostezan y otros miran el reloj esperando que sea la hora de cerrar.

 

Diccionario

Chipá: Pandebono

Pochoclo: crispeta

Garrapiñada: Maní caramelizado

Pancho: Perro caliente precario

Kiosko: Tienda

Feriado: Festivo

Corpiño: Brasier

Fiaca: Pereza

Calza: Legis

Remera: Blusa

Mangos: Lucas

Zapatillas: Tenis

50 pesos: 5 dólares

Canilla: llave del lavaplatos

 

Juliana Gómez Nieto

Un comentario sobre “La feria paraguaya

  1. La feria paraguaya se encuentra en la periferia de la ciudad de La Plata, junto algunos barrios populares, es una feria «ilegal» que sólo abre los viernes y fines de semana. Cada tanto es visitada por la policía de la ciudad ya que venden mercadería de contrabando por lo tanto sus precios son menores a los de cualquier otra feria y es una verdadera opción para ir a comprar con la familia, no sólo para las clases populares también para las familias de clase media.
    Se llama feria paraguaya porque es de este país limítrofe de Argentina de donde viene la mercadería que no paga impuestos, la pasan por el Río Paraná que limita los dos países y es trasladada hasta la ciudad de la plata en autos desde la provincia de Misiones, que se encuentra al noroeste del país.

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