
Verdad es que yo he escrito algunas veces
siguiendo el arte que conocen pocos,
mas luego que salir por otra parte 35
veo los monstruos, de apariencia llenos,
adonde acude el vulgo y las mujeres
que este triste ejercicio canonizan,
a aquel hábito bárbaro me vuelvo;
y, cuando he de escribir una comedia, 40
encierro los preceptos con seis llaves;
saco a Terencio y Plauto de mi estudio,
para que no me den voces (que suele
dar gritos la verdad en libros mudos),
y escribo por el arte que inventaron 45
los que el vulgar aplauso pretendieron,
porque, como las paga el vulgo, es justo
hablarle en necio para darle gusto.
Arte nuevo de hacer comedias en este tiempo, Lope de Vega.
Edición de Juan Manuel Rozas (Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes) Consúltalo aquí.
Desde los tiempos desaparecidos, la palabra se prostituye sin remedio.
Los que permutan la palabra por oro verde, suelen beber de preceptos que naufragan entre corrientes volátiles. “Como las paga el vulgo,” se adaptan a sus formas como el agua embotellada, encerrada, sin libertad para seguir el curso natural de su cauce, sin fuerza para desbordarse cuando el cielo se derrama.
¿Y qué maldad o perjuicio existe en ofrecer aquello por lo que se pagó? En el instante ninguno, pero transcurrido el verano, las palabras se deshojarán cubriendo de tinta esas imágenes explotadas y repetidas hasta la saciedad. Menudeadas.
Y se nos olvidarán sus significados, sus significantes. Cada vez abultarán menos en la maleta del lenguaje, porque lo festivo absoluto y permanente se cobra ese precio.
Mucha atención al Fénix de los Ingenios, que con su habitual desenvoltura nos advierte, muestra y enseña, que tras la pluma habita un ser vivo de humanas necesidades; pero que sabe que el recreo es merecido tras el esfuerzo. Que no se debe olvidar que la literatura está ahí para sacudirnos, “que suele dar gritos la verdad en libros mudos”.
Noelia Martínez