María Negroni es una voz muy genuina de la poesía argentina. Es autora de, entre otros libros, El sueño de Úrsula, La Anunciación, Islandia, Arte y Fuga, Cantar la nada, Elegía Joseph Cornell, Pequeño Mundo Ilustrado, Cartas extraordinarias, y La noche tiene mil ojos. Obtuvo las becas: Guggenheim (1994), Rockefeller (1998), Octavio Paz (México, 2002), New York Foundation for the Arts (2005), Civitella Ranieri (Italia, 2007) y American Academy (Roma, 2008). Actualmente dirige la Maestría en Escritura Creativa de la Universidad Nacional Tres de Febrero en Buenos Aires.
Que esta muestra de sus poemas nos acerque a la singularidad y la fuerza de su mundo.
de Cantar la nada
Bajo la luna, 2012.
Alteridad
este miedo
que se quedó
acurrucado en la infancia
roba de lo que será
sensaciones remotas
peor que eso come
cosas
que ni siquiera ve
ladra
hasta no ser
sino un espejo astillado
donde mi vida aún
se haga y se contemple
y después
-si es que hubiera un después-
alza un bastión de palabras
entre un idioma extranjero
y lo extranjero de sí
no sé por qué
esta herida no me alcanza
0.0016 kilómetros de palabras
confinadas a un poema
curiosa manera de decir
un hombre caminaba por la muerte
lo atravesaban
formas
un poco arrepentidas
graduaciones
de lo que no tuvo
el aire
que inhala por minuto
el mundo
cada vez que se extraña
el resto
fue aritmética mayor
saber caer y no caer
evaporarse
como una herida transparente
Por decirlo así
me acosté con la noche cuando el sol
de este lado del sur
más ruidoso que el ruido
avanzaba
hacia el final de algo
y allí se intercambiaban
lo que pudo haber sido
y lo que siempre está siendo
como un cuerpo
abierto al fin
a la locuacidad de lo que calla
de Arte y Fuga
Pre-Textos 2009.
(canon inversus)
la rosa es sin por qué
Angelus Silesius
una mujer
espera
a la orilla del río
para decir lo que no sabe
y el río la ve
y no la ve
y ella
en su desnuda inexperiencia
a punto de llegar
a lo que busca
eso
que tal vez podría decir
pero no sabe
querer
canta
canta como dormirse
en el regazo del agua
que la escribe
como llamando
al río de su cuerpo
que calla de deseo
en la indecisa noche
que lo inspira
y así
en la medida de las cosas
espera
lo que ansiaría preferir
un líquido temblor
una música incumplida
para saber
qué dice
cuando dice
no saber
otoño en la ribera
abiertamente noche
no hay
más historia que ésta
una mujer que invade
la página nerviosa del deseo
como una muerte atenta
a lo que vive
dentro de ella
esa impaciencia
por ser lo que sería
si el corazón hablara
tranquilo en su orfandad
y el río la ve
y después no la ve
y ella
que ignora lo que supo
sin por qué la inverosímil casa
de las cosas
canta
está cantando ahora
como emprender un vuelo
hacia sí misma
y el río se va
se va la pena escrita
llevándose su imagen
a las tierras del mar
donde ella
todavía no nació
y es ya
una desinencia
de Elegía Joseph Cornell
Caja Negra Editora, 2013
Existe un muro. Y atrás del muro estrellas, ocultas atrás de las estrellas. O tal vez eran fuegos, altos ecos visuales en dirección a la ceniza. Quién sabe: la distancia encandila, como encandilan los himnos de Novalis. Todo ocurre a la vez, incluso el cielo, el bajísimo cielo en el que ardemos, con un pie en la eternidad y otro en el barro. El hecho es que hay un muro y estrellas reales detrás de las estrellas. ¿Qué más es el amor? Pasa una niña desnuda, blandiendo un secreto claro.