PARAFERNALIA
Esta mañana no me he
puesto las orejas
sin embargo
me aturde el mundo,
su multitud de sillas
maniatadas
sus colapsos en la bolsa
ese chirriar de dientes
entre zapatos nuevos
y billetes.
Pienso, con insistencia de toro:
¿De qué lado de la vida
quedó la vida?
La piel de leopardo
se cotiza en el mercado
al precio de un diamante.
Por el tobogán de fuego
se deslizan los besos apasionados
de los amantes
cayendo en desventaja sideral
con los días fríos que deambulan
sin patria
por las ciudades crispadas
repletas de escombro.
Ya nadie silba por las calles.
Y parece vergonzoso añorar
el cielo azul en calma
el sonido amarillo del trigo
el movimiento del agua
en círculos perfectos
cuando una piedra
es lanzada por un niño
desde la ventana iluminada de su cuarto.
La paloma que regresa
a la mesa puesta
trae en su pico ensangrentado
una cachetada del mundo.
Cómo puedo saber de qué lado
vendrá la muerte.
He aquí el mar
el mar donde viene a estrellarse
el olor de las ciudades
V. Huidobro
EL NACIMIENTO DE LA LUNA
Es negro el cielo
y las camisas
tendidas de un alambre
se arruinan
con este malestar
de pompas fúnebres.
En esta mañana inverosímil
(la mitad del cielo
llora a mares, en la otra
cantan dos soles, como jilgueros)
subo un escalón
me reincorporo.
Pesa en mi bolsillo izquierdo
un castor
y respira, debajo de mis ojos
una mañana limpia
de espaldas al alquitrán
derramado en los estuarios.
Me recompongo mirando el mar
partido como tengo el cuerpo
en siete partes desiguales.
La luna se pasea nerviosa
fumando por los pasillos
del océano.
Las ciudades de amianto
resplandecen como cirios
en las manos crispadas
de los muertos.
Y yo espero.
Si fuera fuego, quemaría el mundo;
si fuera viento, lo arrasaría;
si fuera agua, lo ahogaría;
si fuera Dios, lo hundiría.
Cecco Angiolieri (1260 -1313)
Y escucho con mis ojos a los muertos
F. Quevedo.
LOS AHOGADOS.
Hay un muerto en lo alto
del cielo que no puede salir
ni zapatear a gusto porque
afuera llueve
y todo se inunda.
Por eso se toca la frente
la papada, la barba de tres días
y camina en círculos alrededor
de su ataúd, mirando de reojo
el traje azul de alpaca
sin pestañear
porque afuera llueve y todo
se inunda debajo del cielo.
Y los ahogados ven pasar
el agua oscura hacia el fondo
inalcanzable de un rojo atardecer
y se inclinan, se ponen
de costado para oír
y se van a pique
porque abajo aúllan los perros
donde nace el lodazal.
¿Y si fuera viento
y lo arrasara;
y si fuera fuego
y lo quemara todo?,
se pregunta alguien
a instancia del cielo
a instancia de los muertos.
Pero yo escucho a los muertos
cantar hasta la madrugada
y a los ahogados del último
reino chapotear con el alma
en los brazos, aullando
de un lado al otro del cielo.
¿Y si fuera viento
y lo arrasara;
y si fuera fuego
y todo ardiera?,
se pregunta el poeta.
A instancia de los perros
que aúllan y los huesos
a instancia de la luz
y todos los muertos
de este mundo
que no pueden salir
ni zapatear a gusto
ni castañuelas
porque afuera llueve con furia
y todo se inunda.
PROCEDIMIENTOS
Según andan las cosas
todo va de mal en peor.
Esto es: a cuánto se cotiza
en el mercado del aire
la pluma de ángel,
el mercurio, la soda cáustica
con que sepultan a los ríos.
La tierra tiembla a las siete
menos cuarto, quince minutos
antes de que el jefe
de rienda suelta al subalterno
y comience a enloquecer de hastío
en las autopistas obstruidas
donde la luna parpadea atónita
por las consecuencias nefastas
del bajísimo salario.
Qué dirán los industriales
con almidón en las solapas
cuando los teléfonos
enloquezcan a la media noche
porque las uvas
se han petrificado al unísono
en los parrales del mundo
y las acciones en la bolsa
se han convertido
en polvo de estrellas.
Del rojo al verde se muere el amarillo
- Apollinaire
UN RIO ANCHO CON SABOR A OTOÑO
Tú que tienes la precisión
prendida en la solapa:
¿a cuánto estamos hoy?
El olor de la tierra húmeda
trae en los bolsillos
noticias del mundo:
del rojo al verde
se muere el amarillo;
de mi casa al mercado
se mueren los niños
en el desierto.
Los noticieros hablan
de la guerra
y el cielo avanza.
Los noticieros hablan
de tormentas de arena
en el desierto
y los pájaros emigran en mi cielo de otoño.
Mientras enciendo un cigarrillo
mientras la ropa
se seca al sol
se mueren los niños
en el desierto.
Del rojo al verde
se muere el amarillo.
Y las casas son abandonadas
por sus dueños,
y las viudas dejan flores
en la mitad de las camas
y se marchan,
se cubren la piel
con sus trapos de viuda
con sus pañuelos de luto
con sus ropas de humo
y caminan
por el borde del cielo
y caminan por las orillas
del mundo.
En mi patio con macetas
caen flores del cielo
y caen también
pájaros atravesados
por el sonido de la guerra,
y se despiertan las madres
bajo otro cielo
y en los mercados
las frutas, los pescados,
los pregones, no tienen
sonidos de luto,
ni hay viudas huyendo
a las fronteras
ni hay temblores de tierra
ni nadie sacude vidrio molido
de las mantas
ni los curas barren los escombros
de las catedrales y las iglesias
ni en mi cielo de otoño
contemplo esta mañana
la inmensa peregrinación
de ataúdes y pañuelos
que en algún lugar del mundo
se desatan; el polvo, la arena,
el desierto abrasador,
donde dicen estuvo el Paraíso
el Paraíso anhelado
a punto de perderse,
donde un niño sueña todavía
que tiene brazos
una familia, y sus piernas
inquietas de doce años
corren por las inmensas
arenas y salta, busca
nubes, desafía las leyes
de la física, soñando
por las tierras de Ur
a la sombra monumental
de las ruinas de Babilonia.
Del rojo al verde
se muere el amarillo.
Entre tu pecho
y el mío
se muere el amarillo.
Entre tus alas y mi sueño
se muere el amarillo.
Entre tus piernas
y las mías
se muere el otoño,
a cuatro metros del cielo
por venir
a cuatro gotas de lluvia
o de rocío
a tres días de un disparo
demoledor y ciego
a dos minutos de la gloria
o el fracaso
a un segundo que aguarda
goteando el alba
tu boca de luz
tu llama
para contrarrestar acaso
ese grito que vuela incesante
entre dos ríos que llevan
la muerte
ese aullido que cruza el cielo
las tormentas el calor
un grito que cruza
el desierto, tu pecho
tu morada
y golpea como un puño
de acero
las ventanas de mi cuarto,
aquí, en mi pequeño cielo
de otoño,
demasiado lejos
de los hombres recién rasurados
que no volverán a sus casas,
de las mujeres
que conversan en la puerta
de un mercado
sin saber que esa noche
dormirán con la muerte;
de los que cantaron
en las duchas
por última vez, hermosas
canciones de veinte siglos,
y no supieron nunca
de nosotros y este río
ni del nombre del río
que nos nombra y atraviesa
con su mansa identidad.
Aquí en el Sur,
donde envejecemos
mirando los ponientes.
Jorge Palma. Poeta y narrador, nacido en la ciudad de Montevideo, Uruguay, el 24 de Abril de 1961. Periodista cultural, divulgador. Se ha desempeñado durante años en diferentes medios de prensa oral y escrita. Ha coordinado y dirigido talleres de literatura y de creación (escritura narrativa y poesía).
En poesía ha publicado “Entre el viento y la sombra” (Banda Oriental, 1989), “El olvido” (Ediciones Trilce, 1990), “La vía láctea” (Ediciones Trilce, 2006), “Diarios del cielo” (Ediciones Trilce, 2006) y “Lugar de las utopías” (Ediciones Trilce, 2007). El poema “La destrucción de la sangre” fue incluido en la antología Aldea poética (selección de poesía inédita de 29 países, publicada por la Editorial Opera Prima, Madrid, 1997).
Su poesía está traducida al inglés, francés, italiano, alemán, árabe, macedonio, rumano y húngaro. Se destacan las traducciones al inglés publicadas por Shearsman Books de Londres, al alemán por Akzente de Munich y al árabe por Al-Ayyam (Ramallah) de Palestina. También se han editado poemas suyos en revistas virtuales como Letralia de Venezuela, Periódico de Poesía de la Universidad Autónoma de México, Arabic Nadwah de Hong Kong, Writestuff de Nigeria, Cinosargo de Chile, 400 Elefantes de Nicaragua, Lucreziana 2008 de Italia y Poesía Salvaje.
Es autor del libro de cuentos, “Paraísos artificiales” (Ediciones Trilce, 1990). El cuento “Alguien respira en la sombra” integró la antología La cara oculta de la luna, Narradores jóvenes del Uruguay (Linardi Risso, 1996).
Ha participado como invitado al 14° Festival Internacional de Poesía de La Habana (Cuba), al 48° Struga Poetry Evenings (Macedonia), VI Festival Internacional de Poesía de Granada (Nicaragua) y 14o Poetry Africa (Sudáfrica).