Escribir sobre teatro

Tomado del libro conmemorativo de la Muestra de Teatro Alternativo de Pereira. Corporación Cultural Marcapasos Público y Del Ahogado El Sombrero Editorial Cartonera, 2016.

Alguna vez César Salazar me invitó a escribir sobre teatro. Se trataba de hacer reseñas sobre las obras que se presentaban en el marco de Viernes del teatro, un espacio que él dirigía, creo. Entonces, a pesar de no haber visto teatro en la vida, y de haber escrito tan sólo una pieza dramatúrgica  basada en los últimos días de un poeta asesinado en Manizales, que la gente creía buena porque había en ella palomas que cagaban a los peatones cuando a su héroe trágico se le venía a la cabeza la idea para hacer un nuevo poema, en menos de un segundo, me creí un crítico apasionado dispuesto a cercenar o a enaltecer el trabajo de los demás. Pero cuando llegaba a las butacas semana tras semana empezaba a sentir lástima, de mí, por no saber qué escribir, y de los grupos que veía, porque no entendía tanta repetición, tanta falsedad. Me di cuenta, claro, de que no iba a ser fácil mi labor porque no tenía ningún presupuesto teórico (ni mucho menos práctico; qué lo iba a tener alguien que de sólo pensar en bailar, por ejemplo, perdía el equilibrio), y de que me parecía impostado todo lo que veía. Apenas aparecía el payaso en el escenario ya sentía yo una terrible ansiedad de increparlo. Sentía un temblor, y una levedad como de estar muerto cuando regresaba a casa, pero esas sensaciones no correspondían con lo que me decía Edward Argüelles, un amigo actor, que debía padecer el espectador-actor cuando terminaba la función: el dolor absoluto del hombre que presencia lo irremediable, donde la vida y la muerte son verdaderamente perfectas. No. Lo mío era distinto, era asco. Puro asco. Ya me fastidiaba la intangibilidad de la poesía, su soledad asfixiante, y ahora el teatro, donde el arte es tan palpable, me parecía falso. Decepcionante.

Para mi fortuna, este tiempo terminó y las reseñas nunca se publicaron. Todo fue luz y esperanza en mi vida, me olvidé de este otro fracaso, y de las palomas, hasta el día en que César, demostrando su exceso de confianza, y su amistad incondicional, me propuso escribir nuevamente sobre teatro, esta vez sobre la V Muestra que estaba por empezar. Quería esa mirada, precisamente, de alguien que no sabe lo que está viendo. Esa mirada del espectador raso, hasta ingenuo, que no ha perdido el asombro de los niños, y que la pasara a las palabras y las publicara en un blog que tenía llamado Literariedad. Apuntes de Peatón. Y así fue como llegué en la noche del 11 de julio de 2013 a ver Adorada Yllá. Un sueño marciano, de Púrpura Creactivo, adaptación de Crónicas Marcianas de Ray Bradbury. Y se hizo el teatro ante mis ojos; de principio a fin presencié la verdad trágica en la escena, el deslumbramiento y la levedad. De súbito entendí que el problema no había estado en las obras que había visto sino en la manera en que las miraba. No había que jugar al crítico sino dejarse llevar por la sencillez. Yo, un simple e incauto hacedor de metáforas, tejedor –literalmente– de poemas, entendía que el teatro no es un arte de palabras.

En estos años he presenciado, no sólo como amigo de la Muestra, como alguien cercano a sus organizadores, tanto que se reúne los fines de semana a disputar míticos partidos de fútbol con ellos de donde varios salen lesionados, sino como parte mínima de su público, entre presentaciones de todo tipo, la actuación de La Candelaria, Matacandelas, La Barracuda Carmela y el Teatro de los sueños. Y hoy que Literariedad es una revista de más de 100.000 lectores, por su colectividad y la colaboración, por el amor, si se quiere, más que por su sagrada constancia y su periodicidad, puedo decir que la Muestra me ha enseñado que el teatro es para vivirse y no para leerse, me ha ayudado a agudizar mi terquedad en los propósitos, mi mirada de peatón. Literariedad es una revista que va creciendo despacio y en quien cada día más personas van creyendo y recibiendo una que otra botella lanzada al mar por nuestros náufragos, y guardando su desolado mensaje y devolviendo en ella unas cuantas palabras de ánimo para nosotros. Seguimos siendo una revista peatonal y no nos queremos detener porque recordamos que fue la Muestra de Teatro Alternativo de Pereira la primera en confiar en nosotros. Siempre que escriba sobre este espacio que Marcapasos Público fomenta año por año en esta ciudad que me es esquiva, mis palabras serán una desesperada declaración de amor.

@amguiral

Albeiro Montoya Guiral

Autor de los libros «Una vida en una noche», «Celebraciones» y «El aprendiz de tahúr». En Twitter: @amguiral.

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