Hubo un tiempo en el que la gente me decía mucho: Vive el presente. Tendría yo catorce o quince años y debía verme muy preocupada porque todo el mundo me decía eso. Para mí esa frase sólo significaba una cosa: que el que la decía era un tonto que no quería encarar un asunto de vital importancia: El futuro. Y hoy, X años después, llego a la conclusión de que lo ideal sería dividir toda la importancia de la que uno es capaz en partes iguales, cincuenta por ciento para el futuro, cincuenta por ciento para el presente, pues sospecho que darle más importancia al presente puede tener consecuencias igualmente fatales. Es la primera vez que me permito un pensamiento tan equilibrado al respecto, -no soy de puntos medios ni de medias tintas-.
Alguien me dijo una vez que nosotros los del trópico somos improvisadores, mediocres, subdesarrollados digamos, para no ponernos con eufemismos, porque no desarrollamos la misma capacidad para planear el futuro que desarrollaron los individuos de los países estacionales; al tener disponible la comida todo el tiempo no necesitábamos ser precavidos (almacenar comida y leña para el invierno), eso explicaría por qué vivimos más el presente y somos más vulnerables al futuro. La teoría tiene mucho sentido, la cuestión es que como ahora no nos dominan las reglas de un sistema natural, sino de uno artificial (el capitalista), nos metieron a todos en el mismo saco y el que no planee se jode. Camarón que se duerme se lo lleva la corriente para decirlo en términos tropicales. En este sistema artificial planear es un lujo y no planear sale caro.