Soy Edipo, mi destino y mi libertad se conjugan en un cuestionamiento. Me acosa la Esfinge, ¿o será la sabiduría? ¡De ella se desprenden tantos equívocos! He podido finalmente vencer al monstruo, salvar a mi pueblo del yugo al cual ha sido sometido durante tanto tiempo. Tebas es libre. Soy ahora el libertador. Las más altas honras se disponen sobre mí. ¿He dicho que la grandeza de un hombre suele ser casi siempre un malentendido? Las lágrimas tienen un sentido profundo, ¿no es la felicidad la fuente de donde deriva el presagio de un oscuro enfrentamiento con una monstruosidad mayor?
Así nos imaginamos, puede razonar Edipo. Y nos preguntamos aún si en efecto puede razonar. La tragedia griega es un pathos, en ella la razón se presenta aunque cumpla un papel más que secundario.
Edipo Rey es considerada en La Poética de Aristóteles como la obra trágica por excelencia, aquella en donde el género alcanza su naturaleza plena. El estagirita se refiere por supuesto, a la capacidad que desde el ámbito formal, entrega la obra para la consecución de una catarsis, de una descarga psico-somática por la cual el observador de la tragedia alcanza un alivio emocional. Esta perspectiva ha generado una enorme cantidad de comentarios en los que se intenta esclarecer su sentido, y es probablemente la primera interpretación psicológica y también ético-política de la tragedia griega. Sin embargo, uno de los rasgos más prometedores de la interpretación aristotélica se encuentra en la alusión al yerro, a la equivocación, a la hamartía. Desde este aspecto se origina otra caracterización del héroe griego, en él se reconoce ya un ámbito estrictamente trágico.
En efecto, el yerro de Edipo no obedece a una falta moral. Bajo ningún punto de vista puede apreciarse una condición que deslegitime la nobleza y el heroísmo que lo envuelve. Edipo no es un criminal, no tiene mucho menos un carácter vil; yerra en medio de una exigencia que la vida misma le impone. Yerra porque como ser humano acude a una elección generada principalmente por el desconocimiento del contexto desde el que se condicionan sus decisiones y acciones. ¿No intenta a toda costa Edipo escapar de un destino y por el contrario, mientras intenta evadirlo, más se hunde en él?
Edipo ha llegado a convertirse en una figura paradigmática de la condición humana, al margen de una precisión ideológica, política o religiosa. Si bien estos aspectos pueden encontrarse en la tragedia, lo que se aprecia en su desenvolvimiento es el recorrido que ejecuta cualquier hombre, de ahí que esta obra sea universal, porque en ella se reconoce el observador o el lector, más allá de los contextos culturales, de las limitaciones circunstanciales. Edipo es el alma humana en lucha con sus contradicciones, con sus límites.
La Esfinge es vencida por Edipo. Mas también es preciso preguntarse quién vence a Edipo. ¿Es la exterioridad, representada en el destino, en los acontecimientos que dan al traste con las intenciones del héroe? ¿O lo será la propia interioridad, la libertad en la que se instaura la posibilidad de la realización de las acciones? Si hay una lección dentro de los planteamientos filosóficos que se extraen de la tragedia griega, es que la necesidad y la libertad no pueden comprenderse ni establecerse la una sin la otra. El destino se comprende como el acaecimiento necesario ante el cual el héroe actúa libremente. La conjugación de necesidad y libertad, de esta aparente antítesis, es la clave para la comprensión global de lo trágico.
No existe acción humana libre de la accidentalidad de las circunstancias que la rodean. La libertad humana está necesariamente constreñida por los límites que justamente le dan sentido. El hombre es libre, es decir, limitado; la libertad no es omnipotencia.
Edipo realiza un recorrido en el que cada paso es un hundimiento. La elevación heroica se va transformando en lamentable descenso dirigido por un cuestionamiento, por una pregunta que intenta responder el héroe desde el primer momento: ¿Quién es? La ruta en este caso parte desde la exterioridad. A través de su huida, Edipo construye la vía hacia su reconocimiento, desde su evasión, logra llegar a la plena identificación de su interioridad. En este círculo que va de la huida al encuentro de sí, el héroe reconoce ante todo su propio marginamiento. Se ha encontrado porque se ha perdido.
Edipo será la Esfinge, es la Esfinge ante el abismo y la incognoscibilidad de sí. Edipo es la pregunta y la respuesta fallida. Es la tragedia, es la búsqueda de un orden que el hombre construye y con cada paso deshace.