Ilustración de Anne Laval.
Por: Valentina Vidal *
Entré al comedor y todos me observaron. La cuerda tensa de sus miradas decían a las claras que yo no debía estar ahí. La mesa de roble rectangular estaba cubierta por un mantel de plástico con enormes flores naranjas y amarillas y en la parte dónde se sentaba todos los mediodías a comer Ricardo había marcas de cigarrillos, muy a pesar de los continuos reclamos de Selva. Fumaba Jockey Club rojos. Era lo único que no me gustaba de Ricardo. Ese olor a tabaco químico, a cultivo mohoso, a brasa corriendo por los pulmones hasta llegar al paladar, mientras por los poros exudaba más tabaco y menos olfato. Había diez personas. Todos familia. Pero de los que son como ajenos, o extranjeros, o al contrario, que de tan patriotas hacen que todos los demás se vean como traidores a la patria. O al menos, visitantes del fin de semana lo que a esa altura era casi lo mismo. Había cuatro personas de cada lado de la mesa. En una cabecera estaba Selva y en la otra, Ricardo. En el aire flotaba cierta culpabilidad de Selva, cierta silla eléctrica en punto muerto. Selva me llamó con gesto. En su mano derecha sostenía un pañuelo de tela. Y fui hacia ella, mientras las bolas negras de las pupilas familiares nos traspasaban como estacas. Ricardo me detuvo con su voz firme e imposible de desobedecer. Y dudé. Dudé, mientras en mi cabeza empezaba a abrirse paso el oscuro deseo de que se abriera un cráter en ese comedor y que se los tragara a todos, uno por uno con sus banderas de mierda, con su narices éticas, con su culo dorado. Y que Selva se vaya por la puerta hacia la plaza donde la habían visto caminar al lado de ese tipo, un tipo sin rostro, pero con aparente silueta de secreto entre los dientes. Y que siguiera su camino, pero que me llevara con ella, hasta el río, o hasta la calle donde lograra por fin ser su pelo rojo y sus ganas de actriz de teléfono blanco.
(*) Valentina Vidal es escritora y música. Nació en Buenos Aires en 1970. Como escritora, publicó su primer libro de cuentos titulado “Fondo Blanco” por Llanto de Mudo ediciones (2013). Participó en el tomo #11 de la antología de Pelos de Punta (2016), en “21 experimentos”, antología de relatos ilustrados por Aleta Vidal, por Llanto de Mudo ediciones (2014), y en “Martes 7”, antología de cuentos por Ediciones del Dock (2015).
Varios de sus relatos fueron publicados en diferentes revistas literarias, recibiendo una mención de honor en el concurso Floreal Gorini 2015 por “Rojo California” (Centro Cultural de la Cooperación) que salió publicado en la antología “El cuento, una pasión argentina 25 años”. Coordinó y realizó talleres de lectura y escritura. En la actualidad colabora como reseñadora de Solo Tempestad y se encuentra escribiendo lo que será su primera novela. Como música, tocó el bajo en varias bandas y editó tres discos.