Imagen tomada de Señal Colombia.
Santiago Rivas, el presentador de los programas “Los puros criollos” y “En Orbita”, asistió al Encuentro de Escritores Luis Vidales de Calarcá. Rivas se fugó del evento a ver las eliminatorias de Colombia contra Venezuela en el Café de Carlos, un antro de mala muerte. Hasta allá lo siguió Camilo Alzate enviado por Literariedad para resolver algunas dudas en el receso entre el primer y segundo tiempo.
¿Por qué decías antes de empezar el partido que las verdades más simples nos están vedadas?
El gran problema del periodismo colombiano es el amiguismo. Un periodista político hace parte del sistema político. Un periodista judicial hace parte del sistema, porque nuestra justicia es muy mediática. Un periodista cultural hace parte de la institución cultural, uno deportivo igual… ¿Eso que implica? con el tiempo los periodistas se hacen amigos de los políticos, los jueces, los escritores, los directivos, los jugadores. Es muy difícil que un amigo hable mal de uno. Cuando los periodistas preguntan mucho se asume que están en contra del sistema, o que lo hacen por riñas personales.
Entonces me vas a decir que eres un periodista en contra del sistema.
Yo quisiera. Y trato. Dicho esto, ir en contra del sistema quiere decir hacer las preguntas más simples y esperar que se respondan. El silencio de quienes no son capaces de responder las preguntas más simples debería ser prueba suficiente de que algo anda mal.
Hacerle preguntas simples o banales a un escritor (por ejemplo qué comida le gusta) ¿permiten conocer más al personaje?
Está bien que a los periodistas culturales se les exija que sepan de todo, pero saber de todo no es conocer todo a fondo. Es más sincero hacer ese tipo de preguntas que, por ejemplo, leerse los comunicados de prensa, que sólo sirven para unificar el criterio y eso da medios culturales homogéneos y la homogeneidad –al igual que el buen gusto– es el peor enemigo de la creatividad. Si yo no he leído ningún libro trato de entender de qué trata la obra y su hilo conductor.
Hombre, para entrevistar a un autor mínimamente hay que conocer sus libros.
No siempre ¿sabes?. Yo creo que no por varias razones. Primero, las personas son polidimensionales y todo está enlazado: hay una vida personal, una pública, una privada. García Márquez decía que eran tres: la pública, la privada y la secreta. Hay muchas facetas y los puntos focales pueden ser bien distintos en cada una de esas vidas. Para mí es una obsesión saber cómo es el proceso creativo de la gente. A mí no me interesa tanto el resultado, me interesa más saber cómo aquello que es una persona se entrelaza con lo que hace. Nunca crea a un periodista cultural cuando finge que leyó todos los libros de su entrevistado porque es mentira, uno no tiene tiempo. De hecho si hay alguien que no tenga tiempo de ir a todos los teatros, las catas de vino, ver películas, es un periodista cultural. Uno trata pero es imposible. Y por otro lado uno hace entrevistas para que las vea gente normal y el 99% de la gente no se ha leído un libro de Evelio Rosero o Tomás González.
Ni lo leerán…
Posiblemente no lo lean, lo que yo creo es que si uno habla desde las cosas que le producen placer al escritor durante su creación encuentra puntos de empatía, eso es mucho más útil para el convencimiento. No puedo argumentarle a alguien que lea tal o cual vaina, pero si conecto a las personas con el otro, así es posible que la gente entienda más rápidamente de qué trata cualquier asunto. Por otro lado, los escritores están cansados que les pregunten las mismas cosas. De las entrevistas más difíciles de todas –que incluso me resigné– fue con Daniel Divinsky, el editor de Mafalda. Todo el mundo le decía las mismas vainas, y a los 85 años nadie le va a plantear nada distinto, ya respondió todas las preguntas que cualquiera le podría hacer. Ni a él mismo le parece interesante la vida que lleva: el atún que se come en la comida, su esposa con la que se acuesta y folla o no, la ropa que se compra.
¿Y cómo sabés que no folla con ella?
Por eso te digo, con la que folla o no, no lo sé. No puedo asumirlo. Como los periodistas culturales no se leen todos los libros de los que hablan, ni se ven todas las películas que reseñan, ni conocen a todos los artistas con los que conversan, uno debería más bien buscar puntos en común con lo que al público realmente le interesa: cosas que son emocionales, que remiten a la pasión de las personas por lo que hacen. Para que un escritor quede al nivel de un panadero, un ebanista, un contador, tienen que conocerse los principios básicos que le permiten encontrar placer en lo que hace, en la pasión y el gusto, en el hecho de llegar a su casa y encontrar placer con dormir al lado de su esposa, o no.
Arrancó el partido, ¿seguimos sufriendo?
Sigamos sufriendo. Yo ya sé de eso, soy hincha del Santa Fé.