Omnipresencia

Imagen: Christiane Alaettinoglu.

 

Ahora mismo hay un libro que se quedó inmóvil viéndome verlo antes de tomarlo para abrirlo de par en par y leer una frase subrayada que guardé allí para que no se me perdiera de algún bolsillo del pantalón cuando este fuera lanzado a la lavadora luego de mil posturas. Lo veo cómo, por más que intento asustarlo, no mueve una pestaña, un dedo, y su actitud se me asemeja al reto del maniquí que tiene por estos días enloquecidos a los usuarios activos de Internet con una cámara en la mano. La cosa consiste en quedarse quieto, en una pose natural, una cualquiera, lo más posible mientras una cámara de video recorre el lugar a lo largo y ancho para dar la ilusión de que todos son maniquíes, como si no lo hubieran sido antes y no lo fueran a ser después. Que valga aclarar que no es nada novedoso porque desde tiempos inmemoriales el hombre ha jugado a parecerse a una piedra, bien fuera para sobrevivir a un oso hambriento o al acoso por parte del que lleva la cámara y ve cómo, al moverse, un rebelde le daña su obra de arte moderno. Lo que tampoco es nuevo, aunque sí en Internet, como casi todo lo que lo habita por vez primera, es otro reto que anda por ahí dando vueltas llamado «Ahí viene Trump», que consiste en salir corriendo como loco para cualquier lugar cuando alguien que no está en cámara grita esas palabras como si estuviera gritando que viene el hombre lobo disgustado o Drácula con hambre. Esto de asustarse y salir corriendo existe desde que existen los rebaños de ovejas y los lobos. Pero todo esto viene a raíz de que el millonario ha sido elegido, ni más ni menos, como el cuadragésimo quinto presidente de los Estados Unidos de América, aunque ellos, como bien se sabe, se llama a sí mismos América, a secas e inflando el pecho, y harán lo mismo con él reduciéndolo a Señor Presidente, pobre Trump. Como sea, imagino que el reto del maniquí será una especie de entrenamiento para que cuando salgamos despavoridos al verlo investido, o apretando el botón, y alcancen a alguno de nosotros lo dejen a un lado porque las estatuas no le importan a los del servicio secreto, a menos que tengan oro macizo o cocaína en polvo adentro. Así que si han consumido cocaína en polvo u oro macizo, es mejor que no corran sino que aplaudan, como si celebraran al diablo en el poder.

Todo esto me hace pensar que el hombre inventa para prevenir que el futuro llegue antes, y también que no todo es tan bueno como quisiéramos, porque al contrario de lo que sucede con prepararse para el apocalipsis, por ejemplo, existen quienes inventan herramientas como aquella que sirve para recoger la caca de tu perro en el parque y no tener que tocarla con tus manos en caso de no tener una bolsa de plástico o agacharte a hacerlo delante de una chica esbelta que hace ejercicio y arriesgarte a perder la única oportunidad que tenías con ella. No me queda más que pensar, o desear, digamos, que la humanidad debería ir, románticamente hablando, hacia la libertad y no hacia la esclavitud de la raza humana por parte de la canina, vaya uno a saber si luego nos obligan a aprender su idioma y no nos dejen ser amigos de los gatos, como también está tan de moda en Internet, aunque en el mundo estuvo de moda desde que el tigre cazaba a los hombres por necesidad y el hombre a los gatos por obligación. Viene esto a ser casi tan malo como elegir ser congelado hasta que la ciencia halle la cura para la enfermedad que sabes que te va a matar pronto, sin pensar en las consecuencias biológicas, culturales, y hasta políticas que implicará despertar, por ejemplo, cien años después de muerto como si hubiera pasado apenas un cuarto de hora de siesta o los minutos que invertimos en lo que leemos.

Sergio Marentes

Animal que lee lo que escribe. Cabecilla del colectivo poético Grupo Rostros Latinoamérica. Fue fundador de «Regálate un poema» y editor de la revista Literariedad. Colaborador de diferentes medios Hispanoamericanos con aforismos, poemas, articuentos, cronicuentos y relatos de diferentes tipos. Ha publicado el libro de relatos «Los espejos están adentro» y ocho libros de poemas que no ha leído nadie.

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