«Sobrevidas» de Franco Ibáñez Zumel

Por César Valdebenito.

Sobrevidas es un poemario dividido en cuatro partes que nos introducen en un universo textual de la hipnosis colectiva del mundo actual, mostrándonos las brechas de la posmodernidad; allí emergen habitantes (como en estado de hibernación o prácticamente muertos en vida) que se desplazan por las calles, la ciudad, la urbe, aparentemente sin esperanza de cambiar el estado de las cosas expresando esto el autor como si fuera parte de su existencia y lo hace como es debido, pues no se detiene a narrar o “mostrar” lo que ha sucedido (como dice Aristóteles en su poética), sino que reconstruye lo que podría suceder, y lo posible.

En ese universo se nos desvela la naturaleza humana.

Sobrevidas es un título desolador y su contenido si se quiere es trágico; allí se nos exhibe a la humanidad (obsesionada con el éxito y el consumo) en fase terminal y por lo tanto sólo hay que esperar el desenlace, sin embargo, por otra parte, creo que este libro es más profundo, va mucho más allá que llorar las penas y angustias de una raza. Cada página, en el fondo, quiere ser un grito para que los habitantes de la ciudad (esos muertos en vida) perciban la nueva visión de los bastos espacios de su existencia. Es ahí donde encontramos un poco el espíritu de Shakespeare, el hablante es una especie de bufón o de loco, como una de esas escenas en cuyo acto final el rey, abandonado por todos, deambula declamando su desesperación, señalando que la demolición de nuestros dolores ha sido incompleta.

Ibáñez Zumel nos entrega una poesía sensible y reflexiva, a veces difícil y mágica, la que nos habla de la muerte, del desarraigo y la alienación de los seres humanos en el mundo moderno. La ciudad se nos presenta como territorio doloroso y las calles como un espacio ominoso. La vida en la urbe es como una especie de pesadilla o mejor dicho no es vida más bien es un sueño, un terrible sueño como lo señalan los versos del poema “Atardeceres en otro sitio”:

“La vida transcurre en otro sitio -menos aquí-

Los automóviles se deslizan

sobre las calles mojadas

mientras todo esto parece ser un sueño

en blanco y negro”

En ese escenario el amor sirve como cura, como lo expresa el autor en otro texto:

“El amor aquí tiene una función terapéutica

lo que no quita el hecho de que sea un juego peligroso

No es la cura

-nunca lo será de nada aquí-

esto es demasiado encierro

pero sirve para olvidarnos de lo que quieren que olvidemos… ”

O una cura que se expresa a través del amor, como una comunicación intensa con el otro, transgrediendo la comunicación puramente verbal de la poesía y lo hace como un Jesús que puede despertar de la muerte a los seres amados, como el poeta lo señala en “Leyendas infantiles”:

“Si veo tus ojos cerrados por el horror

te los abriré con un beso como un día lo prometimos”

Son versos tan íntimos en su textura, figura y colores que uno siente que le respiran en la cara.

La voz del hablante zigzaguea entre el discurso emotivo y la introspección de carácter filosófico, entendida en el mejor sentido de la palabra, aquí surge un alma casi Platónica. También la poesía de Ibáñez Zumel es moral, flagelante y redentora. Lo relevante consiste en trazar las diferencias y las distancias; las que median entre filosofía y poesía. De filósofos y poetas debe decirse lo que Hölderlin expresó en unos versos célebres: “Juntos están, los más amados, en las más separadas montañas”. Por lo mismo en la poesía de Ibáñez Zumel el concepto permea la experiencia humana y los latidos de la vida, y nos lleva de la mano junto a aquellos temas o debería decir junto a aquellos seres; nos lleva hacia un universo de fantasmas.

Es una poesía tan volátil, tan caprichosa, tan original conceptualmente que nos exige sumergirnos en el conocimiento de su lengua para poder acceder a sus claves y al final a su esencia.

En algunos poemas el poeta enarbola la palabra como un escribidor citadino, un escéptico casi underground y es en ese momento cuando aparecen entre líneas, entre verso y verso, los seres alienados o zombies como dice el poema “Urban zombies”:

“Somos los muertos vivos

resultado de algunos negocios desagradables

Los que estamos bien cuando deambulamos”

Pero esa realidad se destruye o cambia a medida que avanzamos en el libro, pues nos damos cuenta que estos seres también son capaces de reflexionar, de sentir que están llegando a su fin o que están en un nuevo comienzo como lo expresan muy bien los textos sagrados: la muerte es el inicio de la vida, y aunque en algunos texto el poeta nos diga que los seres están perdidos o muertos, en otros textos nos señala que en realidad están muy vivos, más vivos que nunca, vivísimos y añoran un pasado que ya no existe y viven en un presente en el que se sienten alienados y por lo mismo el hablante es capaz de decirnos que la ciudad es un cárcel como si la humanidad viviera la profecía que nos enseñó Orwell en 1984 donde los seres están anestesiados o como si se hubiera convertido en “Un mundo Feliz” de Huxley, en donde las hordas marchan sin descanso hacia la hoguera de su fin último. Así se manifiesta por ejemplo en el poema “La calle”:

 

“Miro desde la ventana un desfile de seres humanos

como hormigas buscando algo que no saben

y miro la ciudad que los aprisiona con sus tenazas”

A veces nos encontramos con poemas cuyo discurso y factura es de una dimensión absolutamente terrenal y actual, en donde acusa y contextualiza la marginalidad de la modernidad como «Welcome to the machine», «Kukulkán city», «Sin embargo aterrados», «Urbe et urbe», «Chinatown», en estos textos acecha la nostalgia y su intimidad amenazante, también la incertidumbre y vacío existencial. Todo escrito con una musicalidad acompasada, casi aterciopelada como si escucháramos el susurro de Edit Piaf o como si asistiéramos a una tragedia griega, pero una tragedia griega en tiempos modernos. Por ejemplo, en el texto titulado “Llueve en las calles del Bronx” nos encontramos con la estatua de la libertad, con un desfile de vagabundos y esquizofrénicos, con una silueta sentada frente al Hudson, allí se nos presenta un mundo doloroso y angustioso, pero la imagen y el aire recuerda a una plaza cualquiera del sur Chile y eso nos da una cierta esperanza de que las cosas no son tan malas, no son el infierno de Dante, más bien la esperanzadora poesía de Whitman y esta relación se nos presenta con toda su hondura.

En fin, el poeta reclama para sí su parentesco con poetas de la talla de William Blake, Bob Dylan y Allen Ginsberg, dos poetas campeones de todas la libertades, poetas primitivos y soñadores como el propio Zumel, como si el propio Zumel se hubiera convertido en una sombra errante de Shakespeare.

Esta es una poesía oculta de un poeta under, multicultural, quiéranlo o no, es un intelectual en el sentido más clásico que persigue la buena escritura, una poesía que se alza como un contundente testimonio humano de nuestro tiempo, una poesía sólida y eficaz, un libro que a muchos les va a gustar, que va a generar asombro ante el goce del universo poético creado.

Chile, septiembre 2016.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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