Mujer de 22 años

Soy de las hipsters que ha comenzado a coleccionar discos viejos, vinilos.

Un sábado en la tarde, llegué a casa muy cansada y me apetecía no pensar por mucho rato. Tampoco quería socializar. Quería bajar las revoluciones, como diríamos en puertorriqueño.

Pues me puse a preparar café. Me dolía la cabeza. Coloqué la greca sobre la estufa. La observé un rato, distraída, esperando a que brotara esa sustancia favorita. En esas recordé el tocadiscos que le robé a mi primo. Ahí cerquita reposaba—enchufado, listo; a mi lado pero en desuso.

“Pinchar un disco—buena excusa para no hacer nada”. Mi padre estaba en casa, así que escogí un disco que nos gustara a los dos: el primer álbum de Haciendo punto en otro son.

Lo pinché y continué distraída: serví el café, le enseñé la carátula del disco a Alexis, me dijo los nombres de los integrantes que yo no conocía. “¡¿Ese es Silverio Pérez?!” “Seguro” “¡Qué jovencito!” “¿Y cuándo salió este álbum?” “En el 1976” “Verde luz” “La vida campesina” “Mujer de 26 años” “Este disco es un clásico” “Good find.”

Las canciones pasaban y yo todavía sin sentarme a escuchar.

Finalmente, me tiré en el sofá. Pero ahora puse la laptop sobre mi pecho para (tratar de) leer las noticias y las columnas que tenía atrasadas. Ya había disminuido el dolor de cabeza pero no había desaparecido. Terminé la taza de café. Las canciones pasaban y yo todavía sin escuchar.

Al parecer no me era suficiente con pinchar el disco para sentarme a descansar. ¿Por qué me tiraría en el sofá simplemente para escuchar un disco? (¿Por qué rayos no?) ¿Quién se da ese lujo en estos tiempos? Otro fraude para la lista: Siento la necesidad compulsiva de ocuparme mientras escucho música, aun cuando no quiero hacer nada o cuando sólo quiero hacer eso, escuchar música.

Esa misma noche pensé en un poema maravilloso en el que Julio Cortázar filosofa sobre el disco que se escucha con audífonos. Para él sí bastaba con pinchar y escuchar. Era una actividad fulminante que lo absorbía:

en lo más hondo de la transparencia, así
la música no viene del audífono, es como si surgiera de mí
mismo, soy mi oyente,
espacio puro en el que late el ritmo
y urde la melodía su progresiva telaraña en pleno centro de
la gruta negra.

Como no pensar, después, que de alguna manera la poesía es una palabra que 
se escucha con audífonos invisibles apenas el poema comienza a ejercer su 
encantamiento.[1]

Desde la adolescencia acostumbro a buscar letras de canciones en Yahoo! o en Google. Empecé a hacerlo cuando estaba aprendiendo inglés y me enredaba cantando las canciones de Britney. Leer las letras entonces, mientras escuchaba la música, me ayudaba a corregirme y a pronunciar correctamente el inglés. Nowadays, pronuncio tan bien como salga y en vez busco esas letras que calan hondo. La poesía que no siempre está en las antologías.

Echada en el sofá, con la laptop sobre el pecho, finalmente escuché atentamente. Me cautivó la voz de Tony Croatto cantando “Mujer de 26 años”. Busqué la letra en Google, la escribió José Hernández Colón, el hermano de un ex gobe. Y dice así:

Déjala tener amores
aunque es posible que llore
más vale vivir llorando
 que morir sin saber cuando.

Para eso era necesario ocuparme, poner la laptop sobre el pecho—para encontrarme en una canción.

 


[1] Julio Cortázar,»Para escuchar con audífonos», Salvo el crepúsculo, (Madrid: Alfaguara, 2009), 39.

Adaline Torres Feliciano

(San Juan, 1994) Colecciono letras de canciones, tweets, fotos borrosas de ciudades, postales, paseos por plazas de mercado, ataques de ansiedad y despedidas. Escribo pa' no llorar.

2 comentarios sobre “Mujer de 22 años

  1. Llevo años sin sentarme a escuchar un disco entero……. eso se hace en momentos muy especiales, cuando uno quiere descansar pero no del todo. Se necesita una receptividad especial, y esa ventana no siempre está abierta. Creo que la última vez fue con el ‘Mala’ de D. Banhardt – pero no soy un hipster, lo juro! 😀

    1. Recuerdo cuando compré ‘Mala’, pasé toda la semana en la universidad dándole publicidad, que se sentaran a escucharlo, que era una joya :’)

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