Los labios también quedan en cinta

Por: Juan Guillermo Ramírez.

 

Lo bueno de los años es que curan heridas, lo malo de los besos es que crean adicción…

Los siete crisantemos.

 

En el año del nacimiento del cine, en 1895, un beso fue filmado por primera vez. Al comienzo mostraba las visiones barrocas y fariseas de una castidad postiza asumida por Mary Irvin y John Rice. Fue tan grande el escándalo por ese beso proyectado, que las largas filas de espectadores seguían creciendo, así como ese impulso de mirones pasivos, que le permitieron a esta pareja seguir proyectando ese beso hasta el año siguiente.

Desde entonces, los besos pertenecen a la mitología cinematográfica y todas las estrellas se han visto sacrificadas en abundancia: en Don Juan (1926), John Barrymore besaba 127 veces a sus acompañantes. El beso más largo de la historia del sétimo arte duraba tres minutos y cinco segundos y era intercambiado por Jane Wyman –en ese entonces casada con el vaquero Reagan- y Regis Toomey en La marina está en lago (1941).

Después los besos viajaron de los Estados Unidos a Europa, y los mejores llegaron a partir de la década de los 60.

Por primera vez no fueron besos de cine, sino de verdad, besos que escaparon a todo tipo de censura y además ya nadie podía controlar su duración.

La escena de esos labios que se estrellan en un solo punto como si fueran al encuentro de otros labios que los llaman, hacen parte de la historia y de todas las historiad de amor. Amores que se escapan de las pantallas de cine, de esas sábanas blancas extendidas verticalmente y que solo testimonian, en silencio, la existencia de bocas que se buscan, de labios que esperan recibir algo a cambio.

Estas fueron las primeras visiones del ayudante del proyeccionista de un pueblo en las afueras de Roma. Un niño que se cautivaba contemplando películas, amores inventados y encuentra su mejor regalo en una caja de pandora: besos robados a la censura religiosa. Regalo adecuado con que se inicia su educación sentimental en Cinema Paradiso de Giuseppe Tornatore.

«Es una locura que el más elemental de nuestros actos amorosos, el beso, haya podido hacer correr tanta tinta. Mucho más que la saliva. Me pregunto quién fu el imbécil que inventó besar», decía irónicamente Jonathan Swift.

Uno de los más hermosos ejemplos de besos filmados, se encuentra en la cinta de Alfred Hitchcock, Notorius (1946). Los dos actores Ingrid Bergman y Cary Grant. Filmados en un plano general, atraviesan una habitación sin despegarse de sus bocas. Pero para que la censura no se inmiscuyera en asuntos de amor, interrumpen su beso y emprenden un diálogo anodino. Hitchcock explicaría algunos años más tarde a su amigo, el realizador francés François Truffaut: Contiene, sin embargo, cosas muy hermosas; por ejemplo, el beso seguido de las siete puertas que se abren y el primer encuentro entre Cary Grant e Ingrid Bergman; se trata evidentemente de un flechazo, ella se enamora de él desde la primera mirada…

El beso hitchockiano.jpg

El beso como el cine progresa y contrariamente no necesita de trucos ni de efectos –afectos sí– especiales. Ahora se dan con más verismo y ardor. Los sentimientos de una mirada, de un gesto de amor, se cristalizan en un pacto silenciosos de un beso. En la actualidad el beso se ha convertido en un acto más anodino de toda actividad romántica en el celuloide. Sobre él ha recaído el manto sagrado del simulacro. Y es que el cinematógrafo se ha acostumbrado a mostrarnos secuencias de amor tórridas en Bajos instintos o en Atracción fatal.

En cambio, Yves Montand no se resistía al encanto de la Marylin y la besaba; el corazón de Elizabeth Taylor–Cleopatra no dejaba de retumbar cuando se acercaba Burton–Antonio, así también se escuchaba el de Alain Delon por Romy Schneider.

Lauren Bacall solo tuvo un recuerdo húmedo de su beso recibido: el que le estampó Humphrey Bogart y abrazándola le dijo: Este beso está muy bueno. ¿Seguimos? ¿Estaba esto escrito en el guión? Poco importa. Los besos se seguirán estampando a medida que se siga filmando el amor en el cine. El último beso aún no se ha filmado. Lo que sí interesa es que la realidad y la ficción se encuentran en un solo labio, en un beso de ojos cerrados, como siempre son los que se dan Tania y Esteban.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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