Ilustración de Angélica Jhoana, cortesía de El Dibujadero.
Déjà vu. Es la quinta, quizá la cuarta vez, que el hombre viene. Grandes las manos, como los pies grandes. Luego, lo usual, pies y manos limpios que hay que acomodar. Quitar el esmalte transparente. Luego cortar, pulir, humectar… Y volver a pintar. Voilà. De niña, su padre le hizo prometer que la costumbre de las pantuflas terminaría. Ni a él ni a su marido debería ella ponerle el calzado, como sí lo hizo con su abuelo. Costumbre que pasó —como sucede a veces— de generación en generación: primero la abuela, luego la madre, después ella. El abuelo no se levantaba de la cama sin que una mujer le pusiera las pantuflas. Pero al morir él, las cosas cambiaron. Por el padre cambiaron. Ahora, con este hombre que viene cada semana, lo de siempre, el trabajo es sencillo: el usual. Tiene las manos y los pies suaves, casi sin callos, solo esas partes de piel seca que es necesario sacar. Alguna vez, alguien le dijo que le sorprendía ver en el salón a tantos hombres. En otras ciudades no es lo usual. Ella bajó la cabeza. Lo que se usa, se hace. No se pregunta ni explica. Las manos de los hombres, de las mujeres, son iguales. El trabajo, el mismo. Cambia al pintar. El esmalte de ellos es transparente. Sin rastros. Sus manos, las propias, por las noches están cansadas. La piel de las mejillas, mustias. Déjà vu: desmaquillar, hidratar. Voilà. A él no va a alcanzarle las pantuflas. Se lo juró a su padre. Como no olvidar el francés. Y el juramento ante el padre tiene el valor del matrimonio. Hasta la muerte. Hasta que la muerte al fin los separe. A él no toca pintarle. Dice él que lo de los hombres del salón es cosa de débiles. El golpe suele ser seco, limpio. Lo suficientemente fuerte para amedrentar, lo bastante suave para no dejar marcas. Mano abierta, pulcra, sin humectar ni pintar. Cada vez que sucede, ella mira las pantuflas, las suyas, y jamás llora. Las mujeres fuertes no lloran. Es palabra del padre. Lo demás, lo usual, volver a pintarse, algunas veces más, mucho más que lo habitual, antes de ir a trabajar.