La muerte vs. Federico Fellini
Por: Juan Guillermo Ramírez
En mi opinión, evidentemente Fellini es un decadente. Alberto Moravia.
El último genio del cine italiano nació el 20 de enero de 1920 y murió el día de su aniversario número 50 de su matrimonio. Este mago de las mujeres no ha sido el hombre de un solo y único amor. Repentinamente la formidable alquimia se operaba. Los sueños se convertían en imágenes, palabras y música, el espectáculo del mundo se dilataba. Él había inventado una palabra que definía su prodigio: ‘fellinesco’. A través de su megáfono, durante cuarenta años y ochenta películas, Federico Fellini, visionario, jefe de orquesta y maestro de baile, hizo danzar la ternura y la sinrazón, los fantasmas y las cosas más banales que constituyen nuestra vida.
Él sabía levantar con la minúscula sonrisa de Giulietta, inmensas olas de emoción, hacía surgir de la memoria grandes barcos iluminados, confiándoles a los gigantes el aprendizaje de los gestos del amor, al alba de sus noches locas y habitadas por los monstruos que se acostaban en sus playas. Él había hecho del cine la más mortal, la más irreverente y la más sensible de las óperas de fábulas. Un domingo, después de quince días de estar en estado de coma, el maestro cesó de dirigir su divina comedia.
Esta entrevista que presento, es una de las últimas que Federico Fellini rindió y ha sido extraída de la película Fellini, soy un gran mentiroso (2002), realizada por Damien Pettigrew.
Pettigrew. Para esperar el momento propicio de la creación, Schiller tenía un olor a manzana podrida, Turgueniev ponía sus pies en agua caliente con sal, Balzac bebía constantemente café negro espeso. ¿Recuerda usted su ritual?
Federico Fellini. No creo tener. Por ejemplo, una bella mujer que mira por la ventana del coche que me conduce a Cinecittá, tal imagen me parece entrar en relación con la creatividad. Encuentro esto mejor que las manzanas, el café, o los pies en una cubeta con agua. Por el contrario, una bella mujer que esté con taza de café cerca de sus labios, los pies desnudos bañados por el agua o a punto de darle el primer mordisco a una manzana…
Pettigrew. Para esperar el momento propicio de la creación, Schiller tenía un olor a manzana podrida, Turgueniev ponía sus pies en agua caliente con sal, Balzac bebía constantemente café negro espeso. ¿Recuerda usted su ritual?
Federico Fellini. No creo tener. Por ejemplo, una bella mujer que mira por la ventana del coche que me conduce a Cinecittá, tal imagen me parece entrar en relación con la creatividad. Encuentro esto mejor que las manzanas, el café, o los pies en una cubeta con agua. Por el contrario, una bella mujer que esté con taza de café cerca de sus labios, los pies desnudos bañados por el agua o a punto de darle el primer mordisco a una manzana…
P. ¿Y Giulietta Masina?
F. F. Giulietta es la inocencia herida que triunfa…
P. Anouk Aimée…
F. F. Ella puede ser terriblemente tímida y en una fracción de segundo, convertirse en un tiburón del fondo de los mares. Se desprende de ella una sensualidad casi metafísica. Es por esta razón que ella era la perfecta Magdalena en La dolce vita. Ella representa a este tipo de mujer que nos hace temblar hasta morir.
P. ¿Las mujeres le producen miedo?
F. F. La palabra miedo es un poco exagerada. Curiosidad, interés, sentimiento de espera, sí. Pero sé que el miedo debe ser cultivado por un creador. Un hombre sin miedo es un hombre estúpido o un robot. Enfrente de una mujer, creo que nosotros proyectamos una espera. La espera de la revelación de algo, es algo así a la manera del personaje de Kafka que espera un mensaje del emperador. La mujer es como una emperatriz que ha hecho partir –¡quién sabe desde hace cuántos años!- un mensaje y que aún no nos ha llegado. El gusto de la vida reside en la espera de este mensaje y no del mensaje mismo.
P. ¿Qué papel desempeña la sexualidad en su creatividad?
F. F. Cuando filmo una película, estoy en mi piel, feliz, con buena salud. No tengo necesidad de nada, salvo de sexo. Existo, vivo mi sueño que es la realidad de la película. La crisis, el miedo, comienza cuando la película ha sido terminada. Y ahí sí me encuentro con mis verdaderos problemas: el orden, Dios, mi esposa, las mujeres, los impuestos. Y todo termina cuando se anuncia una próxima película.
P. En la mitología griega, la mujer es presentada a menudo, como una fuerza no controlada, muy cerca de la naturaleza, comparable a ese inconsciente en el cual nosotros debemos entrar y posiblemente, nos perdemos.
F. F. La mitología nos ofrece una diversidad de personajes femeninos. Está Minerva, la intelectual que enfrenta al hombre; Diana la cazadora, la guerrera; Venus la enamorada y la artista; las Musas inspiradoras de los poetas, quienes antes de crear, les dirigen una piedra para que ellas les nutran, dándoles la fuerza y la iluminación para su imaginación. La mujer siempre ha sido la fuente de creatividad.
P. En La ciudad de las mujeres hay otra imagen; la mujer fellinesca, que tiene algo enorme y puede ser tan grande como la Tierra misma.
F. F. Esa película era un viaje por el universo femenino visto por un hombre italiano, católico, vagamente machista, pero también fascinado, apasionado y sentimental. Un viaje al descubrimiento de la parte más secreta de sí mismo. Como dice Jung, ‘el hombre proyecta en la mujer su parte más oscura’. La mujer es el planeta desconocido, la parte en la cual el hombre quisiera unirse para encontrar un complemento, su integridad. Y es también la parte sombría de él mismo y que ignora, que lo atrae y lo intimida.
P. ¿El narcicismo es un componente necesario del artista?
F. F. Un creador, un narrador no puede hablar sino de él mismo. Las personas piensan que el cine es una cámara de 35 milímetros que fotografía la realidad. Por lo regular, el realizador, aquel que se encuentra detrás de la cámara, se pone siempre delante de ella, de la realidad. Si no, él no restituiría más que una realidad contradictoria y disparatada. Y además, el placer dela invención de un mundo, de personajes, de situaciones, la resolución de problemas técnicos, todo esto da una satisfacción más profunda, más secreta, más impúdica, que le da al sentimiento una potencia casi divina. Prácticamente, un creador siempre tiene algo de Padre terrenal. Lo único que lo diferencia es que se demora un poco más de siete días en crear el mundo.
P. ¿La ciudad de las mujeres no está inspirada en un viejo sueño: ‘Mastorna’, un proyecto de película sobre la muerte?
F. F. Es verdad. El viaje de G. Mastorna es una fantasía que imaginé y escribí en 1965, después de Giulietta de los espíritus, y está constituida por una atmósfera de superstición. Digo también que es el regreso de Mastroianni; ‘Mas’ y ‘Torna’. Cada vez que terminaba una película, este proyecto volvía a mí a decirme; “Esta vez es mi turno, tú me realizarás”. Y siempre la pospongo. Hay un poco de Mastorna, Satiricón, en La ciudad de las mujeres e igualmente en Casanova. Es como un desperdicio que se ha ido a pique y que continúa activando la radioactividad de los abismos más profundos.
P. ¿El hecho de que esta película no exista quiere decir que usted rehúse a imaginar la muerte?
F. F. El problema no es ese. Es verdad que el tema de Mastorna es la vida después de la muerte. El héroe pierde algo, una pequeña cosa insignificante que era muy importante para él. Él entra poco a poco en el laberinto de su memoria y que contiene una infinidad de salidas pero solamente una entrada. Y esta entrada aún yo no la he encontrado. No puedo decir nada más de Mastorna. Continúo eludiendo y por lo tanto, la haré.
P. El año 2000 llega. ¿Va a inventar algo especial para recibir este acontecimiento?
F. F. ¿Qué quiere usted que yo haga? Ah, sí, reconstruiré el Panteón en el estudio 5 de Cinecittá. Imagine la escena: el silencio es total, una inmensa caverna, sombría, glauca, lúgubre, enteramente iluminada solamente por una lámpara suspendida en el fondo. Y después, un temblor de tierra. Eso sería perfecto, ¿no?
P. Usted siente un verdadero gusto por el naufragio.
F. F. Sí, el naufragio me excita. Cuando era niño, la proximidad de una tormenta, de un tornado, de un ciclón, los rayos, todo eso me ponía en un gran estado de exaltación. L atmósfera de la decadencia me inspira la visión del apocalipsis. Pero quisiera una excepción: tener un poco de vida para poderla contar.
P. Ya nos hemos familiarizado con la idea de la muerte, la muerte de los artistas, particularmente. Diría usted, como Jean Cocteau: “cada vez que me miro en el espejo veo la muerte trabajando”.
F. F. Yo no voy a librarme de eso. Debo decir que, desde hace algún tiempo, el pensamiento de la muerte está más presente. Por suerte, estoy dotado de un mecanismo psicológico particular gracias al cual, el displacer, el miedo, los datos, y las obligaciones se convierten en algo desechable. Es el formidable cinismo del creador. Pensar que ha venido a este mundo solamente para contarle historias a los otros. Esta es una de las formas más acabadas del narcicismo.
P. Observando Ginger y Fred o Intervista, se tiene el sentimiento que está obsesionado por el tiempo. ¿Es usted consciente de eso?
F. F. No tengo sensación del tiempo que pasa. No puedo citar fechas. Puedo citar películas que han afectado mi vida. Es como si hubiera hecho desde siempre películas. Un eterno presente. El tiempo se detiene y tengo la impresión que siempre he estado en un estudio de cine, con el megáfono en la mano, gritando, haciendo algunas veces de payaso, de comisario de policía. Algunas veces los recuerdos de esos cuarenta años aparecen envueltos de una oscuridad que alumbra. Es como una serie de sombras que se mueven.
P. ¿Y es que usted ha participado en ese movimiento?
F. F. Sí. Parece que mi vida, creo, se consumió, y se consume en esa imagen. Así, yo no tengo la sensación del tiempo que pasa y mucho menos del tiempo que huye.
P. ¿El pensamiento de la muerte, es una estimulación para usted?
F. F. Creo que la obra de un autor puede testimoniar la progresión de la vida, diversas épocas, la decadencia física, la vejez, la posibilidad de no seguir rodeado de amigos. La muerte es algo que no se puede nunca poseer.