Por: Elbert Coes
Nos acostamos bocarriba sobre la arena a mirar el cielo gris. Los pies mojados por el rio que corría.
—Va a llover —dije.
—Que se quede así —dijo Mafe—. Así está bien.
—Pero no estaría mal que lloviera.
—Prefiero así, gris, sin sol ni lluvia. Si llueve se crece el río y tendremos que irnos.
—Si llueve será una tarde inolvidable. ¿No se quiere ir?
—Me gusta.
—¿Yo?
—No, bobo. Estar aquí.
—A mí también. Me gusta usted también.
—Cambiemos de tema. ¿Nadaremos?
—Sí. Cuénteme primero lo que quedó de contarme.
—¿Qué fue?
—La masturbación.
Soltó una risa burlona. La miré, la piel le brillaba tersa, los vellos erizados por la corriente de aire frío. Volví mis ojos al cielo cuando ella dijo:
—Depende de si estoy sola o si no. No introduzco los dedos. Solo me toco por encima. Caricias y sobadas. Me froto y aprieto mis piernas y mi sexo contra la almohada. Me voy excitando poco a poco. Imagino que alguien me toca. Puede ser una chica, usted, un actor de cine. Cuando me siento mojada, me estimulo un poco, solo un poco, con los dedos. Por encima se siente más. Aprieto la almohada. La convierto en mi amante. Ya muy caliente, no pienso en nada. Solo en mi cuerpo contorsionándose, mi respiración entrecortada. Me pongo boca abajo, la almohada sigue entre mis piernas, apretando más fuerte. Entonces remo contra ella y termino. Respirando fuerte y gimiendo.
Me mira y la beso esquivamente. Nos miramos y ella me besa. ¿Lloverá? Quién sabe. Sin duda lloverá.
(Título del dibujo: «Decó». Autora: Mariana. Cortesía de El Dibujadero)