Croquis

Imagen: jacinta lluch valero

Como tantas otras veces, desde hace tanto incontables, un artista predijo el futuro, o lo inventó, que es casi lo mismo. Hablo de una canción que cuenta que un hombre promete construir una casa en el aire para que su primogénita viva allí, lejos de quien la pueda molestar, a menos que sea un aviador, y en la que afirma que la casa será sostenida por ángeles que el mismísimo dios le prestará. La canción es de un compositor colombiano de gran importancia y capacidad poética, es decir, científica y futurista, como la tienen los verdaderos artistas, sin importar de donde provengan o en la época en la que hayan vivido. Pues resulta que unos arquitectos, ganadores de un concurso de la NASA para crear una casa en Marte, encontraron lo que parece ser la solución perfecta para uno de los grandes problemas de este mundo: el espacio. Se trata de un rascacielos futurista sostenido por asteroides y que flota por encima de nuestras cabezas, toda una metáfora del reverso del mundo enraizado que nos tocó vivir. El ya denominado edificio más alto del mundo, flotará por encima de la tierra colgado de asteroides que fabricarán los dueños del espacio y que pagaremos los hijos de la tierra, lo que se traduce en una construcción típica pero invertida: los cimientos arriba, sostenidos por la fuerza de la nada y el final de la edificación, la terraza, digamos, casi tocando la superficie terrestre, pero dejando un espacio para que los peatones más osados pasen por ahí. Y aunque ya estoy acostumbrado a comprobar que casi todo lo dijo algún artista antes de que suceda, no dejó de sorprenderme la noticia. A lo mejor porque todavía soy el niño que se la pasa jugando con lo nuevo o dándole usos desconocidos a lo viejo, o porque soy un adulto que deja que su niño interior lo use como juguete hasta que, luego la saciedad, lo olvida.

No son pocos los casos en los que descubro que tras un gran invento hay un artista olvidado. Casi siempre llego a la conclusión de que los que inventan se cercioran de que el verdadero inventor sea un artista enterrado en el olvido popular o que tenga una reputación que la gran mayoría pueda señalar y por ello no querer perder tiempo haciéndolo. Y no es de reprochar que un hombre necesitado de poder, o peor todavía, de dinero, haga tales cosas, porque bien es sabido que un hombre con sed puede hacerlo todo y reprocharle no servirá de algo. Así como lo dice el viejo cuento, por poner un ejemplo cualquiera, digamos neutral cultural y temporalmente, del hombre que quiso reprocharle a dios sus errores al crearlo y la única respuesta que recibió fue que el inventor tiene la responsabilidad de los errores de sus inventos. Así que cuando leo una noticia que habla de un invento nuevo, me basta con cerrar los ojos y escuchar a algún artista periférico de hace siglos hablando solo, maravillado con lo que acaba de inventar, pero más con el anonimato del futuro.

Espero ser del grupo de los que crean cosas sin importancia, de los que inventan lo que ya está inventado, y pensar que los científicos que vendrán después de mí no tendrán materia prima en mi obra. No quiero con esto decir que soy un cobarde que teme ser exhumado en el futuro, sino que prefiero que sean los lectores genuinos los que inventen otro universo al leerme sin necesidad de matarme y de matarse a la vez.

Sergio Marentes

Animal que lee lo que escribe. Cabecilla del colectivo poético Grupo Rostros Latinoamérica. Fue fundador de «Regálate un poema» y editor de la revista Literariedad. Colaborador de diferentes medios Hispanoamericanos con aforismos, poemas, articuentos, cronicuentos y relatos de diferentes tipos. Ha publicado el libro de relatos «Los espejos están adentro» y ocho libros de poemas que no ha leído nadie.

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