Por: Juan Guillermo Ramírez
Lo que me interesaba era descubrir qué había dejado la violencia en los campesinos desplazados, qué había ocurrido con sus tradiciones y costumbres y como podían reconstruirse en la ciudad. Nicolás Rincón.
El cine documental refleja una fascinación y un respeto por lo que está ocurriendo. Es opuesto al cine de ficción ya que se concentra en la riqueza y ambigüedad de la vida, tal como es realmente. Se supone con frecuencia que los documentales son objetivos porque en muchas ocasiones presentan puntos de vista opuestos. Este tipo de equilibrio hace que el relato del documental sea un examen sin prejuicios de los acontecimientos y personajes del caso. No obstante, la fascinante noción de que la cámara puede algunas veces captar cualquier cosa con objetividad, comienza a desmoronarse en cuanto uno se enfrenta con unas cuantas consideraciones prácticas. Por ejemplo, ¿cuál es una posición objetiva para la cámara dado que la cámara ha de colocarse en algún sitio? ¿En qué forma el documentalista decide objetivamente cuándo ha de iniciarse y cortarse una toma? Y al revisar después el material ¿cómo se hace la evaluación de los fragmentos que mejor representan la verdad objetiva y que, por consiguiente, deben ser empleados?
La producción de una película implica efectuar una serie de importantes elecciones: lo que se va a tomar, la forma de efectuar las tomas y lo que se va a utilizar al final del proceso. El medio juega un papel muy importante en el mensaje, porque lo que se muestra no son los acontecimientos en sí, sino una presentación con su propia dinámica y énfasis. Uno de los placeres y atractivos de una película documental reside en su capacidad para hacer que situaciones atemporales parezcan temas de actualidad. Vemos imágenes del mundo y lo que éstas ponen ante nosotros son cuestiones sociales y valores culturales, problemas actuales y sus posibles soluciones, situaciones y modos específicos de representarlas. La relación entre el documental y el mundo histórico es el rasgo más característico de esta tradición. El documental contribuye a la formación de la memoria colectiva, además propone perspectivas sobre problemas, procesos y acontecimientos históricos e interpretaciones de los mismos.
Historias basadas en entrevistas y documentales reflexivos, experimentales y personales pueden hacer pensar que la situación actual del documental como prueba del mundo legitima su utilización como fuente de conocimiento. Documentales que nos muestran situaciones y sucesos formando parte de nuestra experiencia compartida: el mundo histórico tal y como lo conocemos, tal y como nos lo encontramos. Documentales que provocan o estimulan respuestas, que conforman actitudes y suposiciones. Porque los buenos documentales estimulan el diálogo acerca de sus temas. Su estructura y estilo se alteran y evolucionan, se transforman y se adaptan a las condiciones sociales, así como a las contingencias inmediatas que se plantean durante el acto de filmación. Las opciones disponibles para la representación de cualquier situación o acontecimiento -las opciones que implican comentarios y entrevistas, observación y montaje, contextualización y posición de escenas- son las que plantean reflexiones historiográficas, éticas y estéticas en el documental: ¿Qué relación se puede establecer entre el conocimiento y el placer que propone un documental y que difiere del género de ficción? ¿Cómo se deben utilizar las historias orales o el testimonio de vida de los personajes elegidos? ¿Qué criterios deben regir la objetividad, la selección y ordenación de hechos, las voces de autentificación y el procedimiento interpretativo? ¿Cuáles son las responsabilidades del realizador para con su público y sus temas? ¿Cómo debe éste justificar su presencia y efecto, no sólo detrás de la cámara sino también delante de ella?
Con frecuencia se da por supuesto que el documental es sencillamente una ficción disfrazada, una forma de narrativa como las historias escritas. Hablar del documental es hacer referencia a significados y valores, interpretaciones y objetivos.
El documental refleja una fascinación por la realidad. Es un escrutinio de la organización de la vida y tiene como uno de sus objetivos la puesta en cámara de los valores individuales y humanos. Noche herida de Nicolás Rincón Gille es modelo de pasión.
Quizá la mayor riqueza actual del testimonio se exprese precisamente en la dificultad para definirlo, para clasificarlo. Esta resistencia del género seguramente proviene de su juventud, pero también de su enriquecedora flexibilidad para tomar rasgos de otros modos de narrar y de expresar la realidad tan aparentemente disímiles entre sí como la narrativa, el cine o el periodismo.
La conjunción armónica de varios de estos elementos, o el tratamiento orgánico de uno solo de ellos, unido a los rasgos de inmediatez y afán de comunicación que caracterizan al testimonio, producen una forma de expresión nueva, que difiere de cada uno de los elementos que la componen. El testimonio es, pues, un género que participa en grado mayor de la capacidad de aprovechar medios y recursos expresivos de géneros vecinos, o lejanos, o una de otras áreas de pensamiento y de expresión contemporáneos que no pertenecen, específicamente a la literatura.
Partiendo de esa resistencia a la clasificación que es una de sus características, es posible sin embargo mencionar al menos las líneas fundamentales en que el testimonio se hace manifiesto a lo largo de Noche herida:

Una línea en la que el testimonio se expresa directamente a través de los que tomaron parte de manera protagónica en los hechos narrados. Convirtiéndose aquellos en participantes y autores de los mismos. Una forma de expresión testimonial que parte del relato etnográfico, grabado o filmado en todo caso y siempre recogido de manera directa de labios de un informante único que se convierte en personaje principal del documental y, en ocasiones, enriquecido con datos ofrecidos por otros informantes secundarios o tomados de fuentes de archivo ya existentes. Una vertiente testimonial que aprovecha más abiertamente los recursos narrativos fílmicos y los reúne en un discurso nuevo que en su montaje y organización llega a alcanzar la dinámica de la estructura cinematográfica.
En cada una de estas líneas es posible encontrar, en Noche herida, un conjunto apreciable de sus obras anteriores –En lo escondido (2007) y Los abrazos del río (2010)- que ratifican la existencia misma de un estilo personal, propio del género –la trilogía llamada Campo hablado– y que anuncian sus posibilidades. El testimonio, el relato oral, la voz de Blanca, abuela desplazada con sus tres nietos, que hilvana sus recuerdos y su memoria, y que tienen como punto de partida, de manera más inmediata, la realidad circundante, el lugar que ocupan. Toma de forma directa los elementos de esa realidad para incorporarlos, también de forma más directa, a su modo de narrar. Utiliza medios y métodos semejantes en la captación de los elementos de esa realidad como la narración personal, la conversación natural. En este caso, Nicolás Rincón realiza una aproximación analítica a la realidad de la que parte, aún en la obra de aquellos para los que esta función no parece constituir un objetivo importante: se trata de un rasgo inherente a esa forma de narrar, que está dado por su esencia y por sus métodos.
Noche herida no anda creyendo en esas fronteras ficticias y se enriquece con el aporte del modo de narrar y ver la realidad, creando nuevas formas de acercarse a la realidad para intentar su interpretación y colaborar en la tarea común de transformarla. El testimonio, a través de sus diversas líneas creativas, realiza la importante función de rescatar la memoria colectiva. El testimonio, como instrumento para conocer, recrear documentalmente y analizar segmentos de nuestra realidad más cercana, requiere de sus creadores una constante preocupación por la calidad estética y el enfoque ideológico. La lucha contra el facilismo, contra la rutina, contra el uso agotador y fallido de técnicas periodísticas no enriquecidas por una óptica creadora, debe ser característica siempre presente en la obra testimonial y Noche herida sale muy bien librada. Las verdades históricas o sociales contenidas en el tema o sostenidas en la realidad por los personajes no son por sí solas suficientes: la labor del género es precisamente revelar de manera eficaz y atrayente esas verdades para garantizar una comunicación auténtica y útil con sus espectadores.
Noche herida ha sido un acto de testimonio. Se encuentran historias y personajes olvidados del pasado; narraciones de las grandezas y desventuras de héroes anónimos; es un poema visual que canta hazañas impensables; retratos que revelan minuciosamente los paisajes interiores y exteriores de Blanca y sus tiempos.