Selección de poemas de Mario Pera

Ilustración: Camilo Rivero. Cortesía de El Dibujadero.

***

De poemario inédito (fragmento)

(…)
poesía
tierra en la tierra
llaga en la lengua
¿qué busco allí abajo?
más abajo
¿qué busco?
¿la materia? ¿el origen?
¿qué nombre viene de ti con ese hálito asesino?
padre César
padre Adán
padre Westphalen
todos en el vacío del otro
en la humedad del único grito
que late en su centro
sin embargo
el mismo barro imposible que se seca
como el hedor de un sol eterno
que cava su calor
apretado en mi frente

poesía
yeso quebrado
cera que se alarga
cuatro estaciones vienen lanzadas desde el cielo
sin lluvia
fuego en las raíces de la tierra
la eternidad
el canto
y
el eructo
en la panza del cuervo
como el frescor que nos hela
en el acantilado
de un último sueño

Poesía
ejercicio que no entiende
la lengua de los hombres
carne que se pierde
en el calor de otros días
y forma la necesidad
el grávido afán
de perderse conmigo
y guardarse con prisa en la noche
para fluir como viejo cauce
engullido por la tierra
con miles de velocidades y piernas
que corren por las calles
y acequias

aceite que arde en los malecones
en las hojas de los árboles
y en la mano del hombre
que coge la sombra de la muchacha y baila
sin ropa
ni fracaso
sobre sí misma
y sus extremidades
sobre la estela
de un dardo clavado en la ingle
laberinto que no para de
crecer

¿Cómo ser la gravedad
en el cero y el veneno
en la punta de la flecha?
¿Cómo renunciar a ser
el sonido áspero que flamea
proféticamente
y finge levitar sobre la lluvia
para no ensuciarse
para construir
la huella de lo que nos es
desconocido?
(…)

 

 

***

De Preparaciones anatómicas (2009)

El emisario de Dyaus Pitar

¿Qué harás, Señor, cuando yo muera?
Soy tu cántaro (¿y cuando me quiebre?)
Soy tu bebida (¿y cuando me agrie?)
Soy tu traje y tu oficio;
conmigo pierdes el sentido.
Rainer María Rilke

Cada mañana,
cada Octubre de feria y procesión
rezos y símbolos sagrados evidencian que
el hambre y la sed no se marchan con una alabanza,
no te liberan
nunca,
del abrazo desnudo de la muerte.

Allí donde la ira de Dios duerme ahíta
y oscila
como una barcaza que muerde las aguas con frenesí,
dejo reposar tímidamente mi cabeza
deseando pausar tanto dolor,
tanta desolación
que con cada crepúsculo
camina a rastras,
encadenada
bajo el dintel de mi pecho.

¡Oh Padre!, tú lo sabes bien
he sido la oveja más obediente del rebaño,
tu hijo predilecto,
el ángel mas pulcro y eficiente;
el canto que arrullaba a los cadáveres
cuando éstos despertaban hambrientos
picoteados por los buitres.
Incluso creé para ti
un paraíso guarecido
al interior de un duro roble,
lavé la sangre que tú esparciste
sobre las baldosas del edén,
¿y qué obtuve?,
¿cuál es mi recompensa?
Una retahíla de nonatos a quienes debo ahorcar
con una cuerda oxidada,
que tensa y estéril
azota las yemas de mis dedos.

Por ello, con cada sol cuento miles de cuerpos
que yacen tendidos en mi patio trasero
clamando venganza,
anhelando ser
la gota de ponzoña que me paralice;
el sable que
me fragmente y esconda
del amor de tus labios.

Es ahora que a ti acudo mi creador,
habiendo rendido mi entereza
permitiéndole descansar
a mi ego de ángel,
¿y cómo te encuentro?,
¿cómo es que me agradeces?
Observándome displicente sobre tu hombro
dándome la espalda y besando
a tu nuevo hijo querido:
Mashit;
y soy yo quien nuevamente
debe decidir la manera de ultimar
a aquellas ánimas sin carne,
y debe ejecutar fielmente
aquello para lo que tú usas finos guantes.
¿Qué he de utilizar entonces?
¿La espada?,
¿la seda?

Tras tantas muertes, ¡Oh Padre!,
puedo decir que por ti soy
hermano de la muerte.

 

***

 

De Ruido blanco (2011)

 

Brecht entre clavellinas

I
Sentado y con las manos sucias
pensó que era un viejo estúpido
una más de aquellas lozas de mármol de la plaza
que pudieron ser talladas con mejor arte para lograr un David
una Venus
u otra diosa de senos sutiles
y nalgas abultadas
pero en algún momento su destino sufrió un desvío
su divinidad tropezó en el pico del cincel
y con cada crujido su piel fue burilada
como un tótem incapaz de profanar su propio culto.
Aquel revés se hizo indeleble
y con el paso del tiempo tuvo que conformarse con ser
un bloque más de la plazuela o
el ignorado detalle
donde cagan las palomas.

II
Sentado
observó el asfixiar del día en el ocaso
y deseó guardar sus dudas
en la felicidad de otros
en la ruma de palabras que año a año
nombró como algo importante, casi urgente
el eterno espiral de preguntas
que talló en la memoria de su boca
la matutina barbarie de una frase:
Tú que me diste la palabra
ahora solo estorbas mi lengua
cada vez que la invocas.

 


Mario Pera (Lima, Perú, 1981). Escritor, diseñador gráfico y abogado. Ha publicado en poesía Preparaciones anatómicas (2009) y Ruido Blanco (2011) y, en ensayo, Fare l’America or learn to live in it? Italian immigration in Peru (2012). Ha sido editor del sello Magreb.

Literariedad

Asumimos la literatura y el arte como caminos, lugares de encuentro y desencuentro. #ApuntesDeCaminante. ISSN: 2462-893X.

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