Imagen: jacinta lluch valero
Según muchos, todos estamos llegando, la humanidad, para ser más matemático, a un punto en el que no hay ni habrá manera de regresar por más que los inventores y los descubridores lo intenten. Y ni hablar de los poetas, que, descubriendo e inventando a la vez lo intentan todo, hasta después de muertos que siguen tan vivos como antes. A lo mejor la mayoría se basa en que, como especie, ya hemos pasado por la oscuridad total, por la primera vez del fuego, por el silencio perpetuo, por los mares de sangre ajena, por la manía de la caza, por la privatización, por las matemáticas, por la opiniones, por las clases sociales, por las telenovelas, por el fin del mundo varias veces, por la robótica, por las eras del hielo, por las religiones, por la conquista de América, por varias guerras mundiales, por la escritura, por la agricultura, por los youtubers, por las monarquías, por los dioses, por la democracia, por la propiedad privada y hasta por el patriotismo. Con eso y un par de chispas en el momento adecuado hubiera sido suficiente para acabar con nosotros, pero no, necesitaremos llegar al punto de desgobierno absoluto, el momento en que nadie tendrá más gobierno que el de su propio juicio para que no tengamos opción de retorno. Y no es que esto esté mal, ni más faltaba, sino que, como dice Stephen Hawking, sin un gobierno mundial, la tecnología nos destruirá sin querer, sin darse cuenta. Sin querer queriendo habla de los Terminator y de toda la ciencia ficción conocida, junta en un solo cerebro como si se tratara de una enciclopedia posible, además compactada como un tesoro de proporciones incalculables en un cuerpo todopoderoso según la poesía, aunque casi inservible, según la ciencia.
Recuerdo ahora que cuando leí esta noticia vino un zancudo directamente a picarme el labio superior. No me dio tiempo de espantarlo ni de defenderme, sólo pude articular un par de sílabas hinchadas que ni yo mismo entendí. Y así me tuve que aguantar a mí mismo durante un buen rato hasta que, gracias a otra de las plagas que está por acabar con nosotros, pude leer en una página de medicina mundial que estaba sufriendo un brote alérgico que, de no detenerlo a tiempo, acabaría por llegar a mi cerebro y a todo mi cuerpo y los terminaría dejando como a mi labio, que ya estaba bastante inservible para mi gusto y para el gusto de la moda.
Mientras me recupero del habla escribo esto, y ahora pienso en que quizá el punto al que se refirió el físico más grande de la actualidad ya fue superado por nosotros, las máquinas que vivimos sin vivir, y que lo que llamamos ser no es otra cosa que deber. Pero no tenemos la perspectiva necesaria para vernos desde otro lugar que no sea un espejo.
Pero no importa lo que yo piense ahora, porque jamás importó lo que un robot pensara al pensar y mucho menos lo que un poeta sintiera al pensar.