Por: Juan Guillermo Ramírez
El interior de la puerta del armario estaba manchado de sangre, desde la altura de los hombros hasta el suelo. En el charco de sangre que se había formado flotaban dos sombreros. Cada uno de los sombreros encajaba en la cabeza de cada uno de los muertos. Eso era todo. Tres hombres muertos, una botella de ginebra rota, sangre. Dashiell Hammett.
Dashiell Hammett, Horace McCoy, Cornell Woolrich –William Irish-, Earl Stanley Gardner, John Mac Donald, Raymond Chandler, David Goodies y muchos otros, constituyen una mayoría entre los escritores de novelas policíacas conocidos en la actualidad y que han empezado su oficio literario en los ‘pulps’, en esas revistas populares que basaban su nombre en el papel de mala calidad en las que se hacían. Eran descaradas, salvajes, sensacionalistas, baratas. La carne con que se alimentaban era el asesinato, así como toda clase de podredumbre mental, emocional y psíquica.
Estas revistas, reuniendo muchas novelas, conocieron sus horas de gloria entre 1920 y 1940 y había para todos los gustos del público lector: policíacas, de vaqueros, de ciencia ficción, fantásticas, de terror, de sexo, de guerra, de deportes o de superhéroes.
Pero, ¿qué es lo que cuenta Quentin Tarantino en Pulp Fiction? Esencialmente historias de individuos unidos hasta el vértigo en un fetichismo cotidiano. La película expresa una visión macroscópica del mundo comercial; esta fijación recargada y delirante sobre los productos –droga, hamburguesas, autos- está contrabalanceada por su naturaleza brutal, casi involuntaria que parece instintiva. En un sentido, el impacto de la película viene de esa yuxtaposición osada de la bestialización y de la muerte violenta. Pulp Fiction se presenta como un retazo de anécdotas unidas de cerca o de lejos, en las actividades de un dúo de profesionales del crimen de Los Ángeles, fuera de sus horas de trabajo. Pulp Fiction es, en parte, un ‘buddy movie’, poniendo en cámara a Vincent Vega, el blanco (John Travolta) y Jules, su amigo negro (Samuel Jackson). En uno de los primeros fragmentos de la película se presentan como unos verdaderos asesinos. Pasado el efecto de la sorpresa, el mecanismo vuelve a la rutina. Se confirma, rápidamente, que estos asesinos son movidos sólo por su energía; sus conversaciones, alambicadas y superficiales, son su único carburante. Pero este discurso es vacío. Tarantino tiene un verdadero sentido de diálogo, asume con profundidad los temas triviales.
Quentin Tarantino reivindica en muchas entrevistas la herencia que asume de Howard Hawks. Sus personajes tienen algo en común con los de Hawks: su verdad humana, ese ritmo incesante de la acción y sobre todo su densidad narrativa. Porque Hawks era un relator. Lo que le interesa a Tarantino es fabricar secuencias antológicas: la inyección de adrenalina en el corazón de una muchacha drogada. Su relación con el cine es más el orden de la colección que del discernimiento. Cuando Tarantino trata de hacer reír, como cuando Travolta está en el baño leyendo alguna novela barata de Modesty Blaise, está diciendo claramente lo que le interesa: no es la emoción no el drama. Es más bien ironizar. Pulp Fiction tiene una referencia evidente a las películas de serie A y B de los años 50, así como también a la serie Z –como la película que no se identifica y que está viendo por televisión María Medeiros-. Pero no se integra a la trama del relato, el cine en su conjunto parece como una forma fosilizada que se observa con una curiosidad atenta, como un objeto de museo.
Fue en Nueva York en donde Tarantino conoce a María Medeiros, la actriz y realizadora portuguesa. Almorzaron en un restaurante de Amsterdam Avenue, y fue una ocasión memorable: Tarantino se levantó a mitad de la comida para ver hasta dónde llegaba la fila de espectadores que iban a comprar entradas para Reservoir Dogs en el cine de enfrente. Tarantino se encontró con María Medeiros otras dos veces a los largo de sus muchos viajes. Pasaron una noche sensacional en Rio de Janeiro y a Tarantino se le ocurrió que debería pensar en un personaje de Pulp Fiction basado en Medeiros.
Presentada en el Festival de Cannes, 1994, Pulp Fiction gana la Palma de Oro. Tarantino dijo al público: Yo no hago películas que unan a las personas. Hago películas que dividen a las personas. Y alzando el trofeo, soltó la siguiente frase: Éste es un magnífico escudo. Cuando me tiren pedradas, esto dejará bien claro que lo mío no es sólo la violencia.
Quentin Tarantino encarna una época poblada de afiches, de fotos, fetiches, de signos que tienen su fundamento en lo imaginario. Imaginario que va del rock, las películas ‘cultas’, a la droga, hamburguesas y series policíacas de televisión.