Imagen: Julio Cezar Almeida
Gracias a la tecnología hemos superado grandes baches que nos mantuvieron en la oscuridad, en la enfermedad y hasta en la ignorancia por siglos, por no decir milenios y, obviamente, millones de años. También gracias a ella es posible que se escriban y que se lean estas palabras. Casi todo hoy puede hacerse con la ayuda de la tecnología: resucitar la carne poco después de que esta fallece, hablar sin hablar con alguien del otro lado del mundo a través de nuestros índices o pulgares, conocer la receta secreta de la coca-cola para no ser capaz de fabricarla, rebatir argumentos ecuménicos de la biblia y de su séquito de seguidores con datos científicos, entre otras casi infinitas cosas; nombremos una más, al azar: escribir un texto en el que se hable de la tecnología usando un robot que lo redacte por el firmante. Pero no se vino a hablar de lo que ya sino de lo que todavía no. Por ejemplo, y es una simple pregunta de un ignorante en el tema, ya es posible saber si la muerte tiene una venida anunciada o si, por el contrario, es algo tan inevitable como fortuito y que siempre llegará cuando menos se lo espere; o si podemos viajar en el tiempo hacia el futuro para sabernos olvidados como los grandes hombres que cambiaron la humanidad desde siempre y poder descansar, por fin, en paz; o si ya conocemos la dimensión del universo y su función en las manos de un ser de un tamaño que no dimensionamos en nuestra cabeza; o, algo más simple, si es posible leerlo todo. En fin, no quiero cuestionar a la ciencia por su celeridad o pos su velocidad, no soy quién, pero como usuario, y como materia prima de ella, creo que mi derecho mínimo es preguntarle a sus principales titiriteros por el futuro que nos espera y, cómo evitarlo, por el que no. Me interesa el tema, curiosamente, aunque no tenga descendencia ni herederos, sobre todo porque no tengo a quién heredarle todo lo que no tengo ni todo lo que me falta por escribir.
En China sucede algo que para nosotros no resulta tan visible o posible, por ejemplo, pero nunca se sabe: tienes dos opciones, o instalas una aplicación espía en tu teléfono móvil o vas a la cárcel. La distopía, de la que tanto hemos leído desde hace décadas, ya está presente en China. Y que no sobre aclarar que en occidente muchos decimos China como decir Universo, o como decir Átomo, porque en ninguno de los casos sabemos a ciencia cierta de todo lo que estamos hablando. Y que tampoco sobre decir que algunos, como decimos China decimos Estados Unidos de América, Kosovo, Omán, Zambia, Azerbaiyán, Niue, Botsuana, Vanuatu, Eritrea o Tanzania, porque sabemos que todos somos el mismo ciudadano del mundo, bajo la misma luna que cubre el mismo sol, a veces sobre nosotros y a veces sobre otros. Es por eso que suelo decir: gracias por la tecnología, tecnología, aunque no sepas cuándo han de regresar las tinieblas ni a quién le corresponda.