Presentamos un cuento de la escritora mexicana Elena Ortiz Muñiz*. Ilutstración: The infinite recognition, René Magritte (1963).
Él era un ángel más entre los ángeles del cielo; sin sexo, sin cuerpo, sin límites. Cuando le hicieron la propuesta de bajar a la tierra y convertirse en humano por el instante que supone en el cielo los 70 años de vida que en promedio tiene una persona, aceptó sin problemas. Efectivamente, 70 años no representaban nada, su espíritu era el de un luchador y le gustó el desafío. Quería saber qué se sentía ser humano con esas contradicciones e imperfecciones que los caracterizan, con sus dudas y defectos, con sus limitaciones y miedos.
Tuvo cuerpo, sintió el aliento de vida en su interior, vio la luz y se volvió mortal. Olvidó su condición de ángel, la libertad para recorrer el universo sin fronteras ni banderas, así como la igualdad y fraternidad que existe entre los seres celestiales para enfrentarse a guerras, envidias, egoísmos y grupos sin sentido. Supo muy pronto del dolor que invade el cuerpo y el alma cuando se sufre un rechazo. Padeció el hambre, las enfermedades, las injusticias…
Y aunque muchas veces lloró, porque hacerlo, aun cuando en ese momento no era consciente de ello, traía a su espíritu el alivio que lo invadía cuando fue un ángel, trató de llenar su vida con sonrisas, de traspasar fronteras a través de su labor y de llevar alegría en donde sólo había desolación. No fue un humano con fama, no quedó perpetuado su nombre en los libros de historia, ni aparecía cada día en los periódicos. Para la gente, fue uno más, así de simple. Pero su grandeza residió en esos pequeños detalles del día a día en el que sin saberlo sembraba semillas de esperanza y ejemplo en cada paso que daba.
Cuando finalmente regresó al cielo 5 años después de lo esperado, a los 75, todos sus compañeros alados estaban congregados, ansiosos de brindarle su amor y su alegría, sus cantos y sus bailes. En ese momento recordó que siempre fue un ángel. Bajo sus pies, apareció el mapa del camino recorrido en esos 75 años humanos de tanta lucha y sufrimiento. Y vio lo que estando abajo nunca percibió: Que la Vida es un ente misterioso que no le gusta ser conquistada y quiere pisotear a quien le roba un hálito de aliento para existir. Y a él le puso muchas piedras en el camino esperando que tropezara, por esta razón, cuando comenzó a vivir su sendero además de no estar bien trazado estaba lleno de maleza que le impedía ver esas rocas con las que muchas veces tropezó y sangró. Pero cada vez que él se levantaba, que continuaba, que perseveraba y caminaba con valentía, las piedras quedaban enterradas en la tierra hasta que el camino se volvió un hermoso sendero empedrado. Entonces la Vida comenzó a levantar muros frente a él, muros que no lo detuvieron porque aprendió a escalar, a hacer huecos entre ellos para poder pasar, a levantar puentes para seguir avanzando. Al final de su vida, el camino que construyó con sus pasos era hermoso, lleno de flores que brotaron cada vez que sonrió, acarició y agradeció. Se sorprendió al ver que otros humanos caminaban por él, disfrutando la vista, la forma de las rocas sometidas y aprovechando los puentes para ver el paisaje mejor.
Y al final, casi imperceptible, transparente y pura como era, la Vida permanecía de pie mirándolo desde abajo con sus ojos penetrantes llenos de inmensidad, sonriendo para él con un gesto de admiración, con la mano derecha levantada diciendo adiós y la izquierda cerrada en forma de puño justo donde los hombres tienen el corazón.
* Elena Ortiz Muñiz. Licenciada en Ciencias de la Comunicación, Vicepresidente de la Academia Latinoamericana de Literatura Moderna. Autora de los libros: La Librería del Centro, Luna Nueva, Ciudad Violín y Corazón en Clave de Sol. Ganadora del Premio Latinoamericano de Literatura 2016 Humberto Ochoa Campos otorgado por la Academia Latinoamericana de Literatura Moderna. Fundadora de la Escuela de Pequeños Escritores y de ALAS para niños y jóvenes escritores. Coordinadora de la Escuela Latinoamericana de Pequeños Escritores. Editora de la revista para niños ALAS de Papel desde enero de este año. La Academia Latinoamericana de Literatura Moderna, le otorgó el Doctorado Honoris Causa en marzo del 2017, debido a su labor cultural con la niñez y juventud.