VI
El mal aliento de los intelectuales y
la servidumbre de los artistas
te esconden, te dejan disfrazada
de espantapájaros en una iglesia del siglo XVI
donde todos aplauden de rodillas y lloran felices.
Desconozco tu divinidad, no me interesa,
no quiero saber si eres una contradicción
o una redundancia.
Perdónenme, amor, no me interesa.
Yo espero que los gusanos
me reciban con gusto…
quiero volver a ser polvo.
Fin del mundo
Mi abuelo el relojero estaba loco
como sus tiempos de buen cine
y realidad en blanco y negro.
¿Alguna vez te imaginaste a Fidel bailando un mambo
con el rostro derretido de tristeza?
Mi abuelo hubiera estado ahí
gallardo, con la frente al sol
–¡Hasta la victoria siempre!–.
El fin de siglo imploraba el fin del mundo
nadie me lo dijo, yo todavía soy del siglo pasado
y también mi padre y el perro.
En el Apocalipsis Dios dice que aniquilará
a todos los que fornican
–Seremos libres de pecado–.
Entonces es posible que caiga un meteorito
por culpa de las putas.
Y que la guerra eterna en el Medio Oriente,
absuelta por llevar en la frente
un código de barras anticipado,
por fin, llegue a su fin,
y que la ceguera y la desmemoria
nos permitan alcanzar el nirvana
de una vez por todas.
¡Ay de mi abuelo!, que en paz descanse.
Debe estar soñando que le reemplaza los engranes
al despertador de los cielos.
Un día de estos amaneceremos
con un estruendo en nuestras almas.
Como agua
Los sueños se evaporan a la luz del sol (llueve).
Algo parecido a una lupa enciende los días.
Se rumora de Dios como de un asesino.
En las tiendas venden grillos y dosis de insomnio.
(Algunos creen que dios está muerto).
El cielo se pinta de noche mirando de reojo
el cansancio de nuestros párpados,
y la agonía de los sueños.
Un caudal (efímera continuidad)
reposa en las manos como agua
para enjuagarse la cara el día siguiente.
Si hay una sola verdad
esa es que temblamos:
de frío, de ganas,
de miedo.
Temblamos.
Y eso es lo que somos
en última instancia: un terremoto
de magnitud in-cal-cu-lable,
como un destello que explota
en el silencio
y todo destruye.
Una mentira para la razón;
una verdad sin lugar en este mundo.
Preguntas incómodas para el tiempo
¿Qué es lo que somos?
¿Qué es lo que hicimos?
¿Somos uno?
No, no pudimos.
¿No somos uno?
No, somos un «No».
Sino… no somos: no fuimos (?).
Moi Hadbeel Domínguez García es un joven peatón mexicano. Vive en Guadalajara, estudia Ciencias Liberales, ha ganado algunos premios de poesía y tiene una estrella tatuada en la rodilla.