Después del Huracán María (1)

Casi nunca me atrevo a escribir en primera persona plural. No me siento segura haciéndolo. No tengo el ego lo suficientemente sano o fuerte como para igualar mis experiencias a las de todos los demás. La historiadora en mí, sin embargo, sí se atreve a hacer algunas (pocas) generalizaciones. Por ejemplo, Puerto Rico acaba de vivir uno de los peores huracanes en su historia. La isla está destrozada. Casi no quedan árboles de pie. Muchas casas y negocios se fueron a pique. En estos momentos, casi todos los seres humanos en Puerto Rico tienen alguna necesidad.

Es difícil mantener la cordura en un país donde el caos, la histeria, la incomunicación y la incertidumbre se han convertido en la norma. Desde que pasó el huracán he tratado de mantenerme activa. Empecé a apoyar a mis comunidades desde mi centro-núcleo hacia afuera. Consolé a mi hermana porque le volaron varias ventanas en su apartamento. Hicimos maletas para que se viniera a vivir a casa temporeramente. Pusimos paneles provisionales para proteger su vivienda. Sacamos agua, hojas y vidrios de su casa. Sacamos agua de la casa de mis padres. Sacamos agua del negocio de mi papá. Sacamos agua de la escuela en la que trabajo. Salvamos y cocinamos los alimentos de la cafetería de mis hermanos, para venderlos o regalarlos antes de que caduquen y se estropeen. Seguimos levantándonos, moviéndonos, recomponiéndonos: evitando, quizás, que se cuaje demasiado el trauma.

Un momento. Observen, gradualmente, mi transición inconsciente a la primera persona plural. Las circunstancias lo ameritan. El esfuerzo no ha sido sólo mío. El esfuerzo ha sido de todos porque la tragedia ha sido de todos. Este escrito es un breve homenaje al Nosotros.

Como quiera, a pesar del esfuerzo diario y del Nosotros, sigo imperfecta. Flaqueo. En los momentos de silencio, cuando tengo break para mirar el paisaje o sentarme en la oscuridad, permito inevitablemente que se cuaje el trauma. La incertidumbre, la ansiedad y la tristeza me derrumban por dentro. Los escenarios y pronósticos catastróficos no me calman. La histeria colectiva tampoco. La desinformación y los rumores son las únicas provisiones que abundan. ¿A quién le creemos? ¿Cómo nos enteramos?

Por lo pronto: paciencia, cabecita, paciencia. Paciencia, corazoncito, paciencia. Todavía no sé cuándo vuelva al salón de clases. Ni siquiera sé si mis estudiantes están bien—sanos y salvos. Me hacen falta. Quiero verlos. Quiero reírme con ellos. Quiero reflexionar con ellos. Quiero escuchar sus historias. Quiero que me llenen de esperanza. Quiero—necesito—darles mi palabra: decirles que todo va a estar bien.

Adaline Torres Feliciano

(San Juan, 1994) Colecciono letras de canciones, tweets, fotos borrosas de ciudades, postales, paseos por plazas de mercado, ataques de ansiedad y despedidas. Escribo pa' no llorar.

2 comentarios sobre “Después del Huracán María (1)

  1. Excelente artículo. Poco importa la persona utilizada, lo importante es trabajar unidos.
    Muy buena tarea la que estáis haciendo. Muchos besos y ánimos desde Barcelona.

    1. Te felicito por seguir moviendo tus manos tu corazón y tu mente junto a otros ese pienso es el premio.Suerte y salud.

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