Por Elbert Coes
Juan Miguel Álvarez es uno de los mejores reporteros jóvenes de América Latina. Ganador de varias distinciones y autor de dos libros publicados, acaba de estar entre los finalistas al prestigioso premio de periodismo Gabriel García Márquez, al cual ya había sido nominado en el año 2015. Con Elbert Coes se tomó varios tintos mientras conversaban acerca del oficio, de su experiencia como reportero y de la minuciosa investigación que lo llevó a escribir el libro Balas por encargo.
¿Cómo ha sido tu experiencia investigativa en la región?
Cuando yo llegué a Pereira desde Bogotá en el 2004 había algunos autores que trabajaban el género de no ficción pero de una manera muy incipiente, porque les faltaba un poco más de conocimiento técnico. De las tres ciudades donde más había era acá en Pereira, y menos en Armenia. En Manizales, más o menos. En general en las tres ciudades lo que había era escritores de ficción, que podían sentarse a hacer ensayos, novelas o cuentos, y que coqueteaban con relatos de no ficción en primera persona, a los que añadían alguna que otra información. Pero esas eran crónicas, desde el punto de vista técnico, todavía muy poco rigurosas, muy empíricas, con muy poca academia. El mejor ejemplo en la crónica que había en la región era el que se tiene hoy, que es mi papá [el periodista Miguél Álvarez de los Ríos]. La obra de él sigue siendo superior, incluso superior a la mía. Pero mi papá era de una época muy anterior; toda su obra fue de los años sesenta, setenta y ochenta. Y de los que estaban haciendo obra acá en ese momento, en el año 2004, finales de los noventa, todo era muy incipiente. Así que cuando llegué aquí, vi que prácticamente iba solo. También tengo que decir que en Colombia la cosa no era muy abundante, eran pocas las personas que estaban trabajando la crónica de una manera técnica. De hecho la palabra crónica no se usaba con la convicción con que se usa ahora, sino que se usaba la expresión Periodismo Literario. Se hablaba de periodismo literario, no de crónica. En toda Colombia eran muy escasos los autores que tenían un trabajo técnico. Había muchos que tanteaban la no ficción, que hacían crónica, pero insuficiente desde el punto de vista técnico. Yo venía de formarme en una gran escuela, la revista El Malpensante, y veía que podía hacer un tipo de crónica muy distinta, mucho más anglosajona que todo lo que se estaba haciendo en ese momento en la región y en Colombia. Así empecé.
¿Podría decirse que la falta de guías fuera una dificultad?
Eso no era una dificultad, porque la situación no era adversa. Simplemente no había un ambiente propicio. Yo tenía suficientes referentes en mis lecturas. Son suficientes. Digamos, los referentes personales, o los que uno conoce en persona, pueden llegar a ser buenos, pero no son fundamentales. Un muy buen lector es capaz de encontrar en esas lecturas sus propios referentes y salir con ellos adelante sin necesidad de conocer personas que te digan cómo se hace. Lo que pasa es que yo tuve una formación posterior en la que unas personas específicas sí me ayudaron mucho, pero en ese momento, cuando empecé, venía con lecturas en la cabeza. No más.
¿Cuáles son esas lecturas?
Para ese momento me había leído todo lo de Jon Lee Anderson traducido al español, casi todo lo de Alma Guillermoprieto traducido al español. Había leído todo lo de Kapuscinski traducido al español. Había leído con ese rigor técnico un libro llamado Literaly Journalism, tomos 1 y 2, que es una antología de cronistas gringos de la generación de los noventa. Y había leído al que en ese momento estaba tomando las banderas en Colombia, que era Alberto Salcedo Ramos. Yo venía muy dotado de eso.
¿En qué momento empiezas a trabajar Balas por encargo?
Empecé a trabajar en el tema a finales del 2007, pero cuando me di cuenta que tenía material para un libro y tenía que trabajar en él, fue a comienzos de 2009. Cuando empecé lo que tenía no era esa idea de libro, sino otra cosa. Pero ya para finales del 2010, realmente logro construir en mi cabeza esta idea de libro.
¿Has recibido algún tipo de amenazas?
No, para nada.
¿Hubo apoyo institucional ya sea de la policía, del periodismo, del gobierno, durante la investigación de Balas por encargo?
Es que la palabra apoyo es tan incierta, porque… ¿qué es eso? No, yo me levanté fuentes en la policía y en la fiscalía. Eso no es apoyo sino más bien mi trabajo.
¿En el tema de seguridad?
No, porque nadie en el poder institucional sabía que yo estaba haciendo este libro. La gente se enteró cuando ya estaba publicado.
¿Algunos de estos involucrados en la investigación te ha elogiado por él?
Varios. Desde bandidos hasta abogados, hasta gente de la fiscalía. Gente de la Corte Suprema de Justicia. Conceptos positivos.
¿Qué te han dicho?
Por ejemplo, un magistrado de la Sala Penal de la Corte Suprema de Justicia en el año 2014, me dijo que yo había argumentado muy bien la diferencia entre el manejo de la normatividad y la ejecución penal para un escenario de crimen organizado y uno de conflicto armado. Que había explicado eso de una manera clara y precisa, como no lo había visto en ningún otro libro. Ese tipo de comentarios uno no se los cree del todo.
¿Podría decirse que el narcotráfico es un estilo de vida como cualquier otro en Colombia?
El narcotráfico es una economía que se fundamenta en el comercio ilegal de unas sustancias que están prohibidas. Lo que se puede hacer con esa plata fundamenta esa manera de vivir.
En el libro aparecen dos generaciones de sicariato: los comienzos, la época de Don Olmedo, del tráfico con Nueva York, y la de ahora, relacionada a las entrevistas que haces con la gente del barrio Cuba, de San Judas, entre otros. ¿Podría uno dividir esas dos generaciones?
La última es la prolongación de un fenómeno a lo largo de cuatro décadas.
¿Sigue igual de organizado?
No, eso ha tenido muchísimas variaciones.
¿Qué ha influido para que estas organizaciones no tengan la misma estructura fuerte de antes?
En primer lugar, yo creería que la persecución del Estado. Segundo, la intromisión en el negocio de otros sectores internacionales, como los mejicanos. Tercero, la intromisión en el negocio de los grupos armados ilegales en Colombia. Ahí meto el concepto de conflicto armado urbano: grupos armados ilegales, es decir, guerrilla y paramilitares. La intromisión en el negocio también hace que la cosa cambie. Y por último, nuevamente la persecución del Estado, que hace que el mercado exterior se vuelva más difícil y entonces se concentre el mercado interno un poco más.
En defensa del sicario, que por lo general es menor de edad, o menor de 25 años, se argumenta la falta de educación, la mala economía, la problemática familiar. ¿Podría decirse que estás son excusas o que la cuestión realmente tiene unas raíces muy fuertes?
Cuando un muchacho menor de edad o mayor de edad llega a hacer de su nombre el nombre de un bandido por encargo, o el nombre de un matón por encargo, de un sicario, ha tenido que vivir unos pasos previos muy jodidos y muy sofisticados dentro de la dinámica social, sobre todo en sectores donde las condiciones de vida son muy precarias. Ese proceso previo tiene muchas variables. No es tan sencillo creer que un muchacho por ser pobre, sin educación y con familia disfuncional termine convertido en sicario. Eso no es tan fácil. Por lo general, todos los que son sicarios han tenido un pasado así, pero no todos los que han tenido una vida así terminan de sicarios. Hay más cosas, que es lo más difícil de desentrañar en esto. Digamos, el pasado de una familia disfuncional, de violencia intrafamiliar, de pobreza, de hambre, de violencia social en el barrio, genera unas condiciones específicas para que un muchacho se encamine de esa manera. Pero que se encamine de esa manera depende también de otras circunstancias que son más íntimas y más morales, y que dependen en buena medida de qué tan arrojado y determinado sea este muchacho para cometer acciones que van en contravía del orden establecido, en contravía de lo que le han enseñado en su casa, en el colegio, en contravía incluso de lo que él ve en otros referentes. Toma decisiones que son muy difíciles de sopesar desde afuera. Lo que te quiero decir con esto es que yo entrevisté a muchas personas, y en el libro lo cuento: había muchachos que tuvieron lo que te estoy diciendo; familias disfuncionales, donde los papás eran drogadictos, madres prostitutas, donde estos muchachos sufrieron de violencia intrafamiliar, claramente de exclusión social, vivían en zonas abandonadas por el Estado, y no se volvieron sicarios. Las circunstancias pueden llegar a ser definitivas en algunas personas, pero no en todas. Ahí hay cosas que son todavía más complejas de discernir, que pueden responder al orden sicológico y emotivo. Vea pues, un muchacho en esas condiciones, con toda la adversidad de frente, si además de eso tiene en la casa una necesidad increíble, y él debería satisfacer esa necesidad, tratar de satisfacer las necesidades que hay en su casa, si en ese momento adverso está herido y tiene rabia, alguien o algo ejerce sobre él una presión tal en ese momento, esa doble presión puede llegar a hacer que cometa un crimen, y si le va bien en ese crimen, quizá se da cuenta de que fue fácil, y al ver que resultó fácil, que ganó plata y que no hubo represalia, quizás entonces emprenda el camino de la delincuencia. Pero tiene que haberse ejercido sobre él una presión en un momento específico, y una presión suficientemente fuerte, eso puede pasar.