Nine times out of ten, I’m in my feelings
But ten times out of nine, I’m only human
-Beyoncé
Algunos días después del Huracán María, mi hermana, que es más sabia de lo que ella cree, me dijo que sentía que estaba atravesando las cinco etapas del duelo, según el modelo clásico de Kübler-Ross. No se nos murió ningún amigo o familiar después del huracán. A otros puertorriqueños sí. A mi madre, por ejemplo, se le murió un ser querido, una mujer que la vio jugar y crecer. Yo nunca conocí muy bien a dicha señora, pero vi manifestarse, pura y confundida, la pena de mi madre. Hay mucha pena en esta isla desde el Huracán María y no se sabe cuándo, exactamente, esta pena cesará. Para el cese de la pena, me temo, todavía no hay pronósticos.
Yo ya he vuelto a mi rutina, pero la rutina es otra, está sumergida en otra realidad: la realidad de la vida después de María: una vida con menos comodidades, más incierta y más absurda: un absurdo al que los puertorriqueños —con la claje’ Historia que nos cargamos— estamos y no estamos acostumbrados.
Me está costando escribir sin rabia. Yo también estoy atravesando las cinco etapas del duelo. Pero en un orden descojonado, porque cuando creo haber aceptado “todo” me encuentro teniendo pesadillas de que viene otro huracán y nadie sabe asegurar las ventanas (como anoche), o me encuentro haciendo ejercicios y llorando al mismo tiempo (como hoy). Por lo pronto, no encuentro más remedio que vomitar en este escrito una porción de la rabia que actualmente me consume y hace que llore de la impotencia:
Estoy cansada —harta o jarta, como decimos los puertorriqueños— de que el dolor se contraste y hasta se canjee con otros dolores “peores”, como si esa transacción nos resolviera todos los problemas o hiciera que el dolor de algunos disminuyera o desapareciera mágicamente. Me explico: es un dato ciertísimo y corroboradísimo que algunos puertorriqueños perdieron más que otros puertorriqueños, pero eso no se traduce, obligatoriamente, a que algunos puertorriqueños sufran más que otros puertorriqueños. Si eres una persona sensible, sientes dolor y punto, sin importar cuánto te queda o cuánto perdiste después del huracán. Si eres una persona sensible, sientes dolor y punto. A todos los puertorriqueños que sientan dolor, I feel you and I’m with you. Ningún dolor es más grande o válido que otro. ¡El dolor es dolor y punto! Y siempre, o casi siempre, se siente grande… De repente, me comienza a parecer que el dolor es una vía de comunicación que no valoramos lo suficiente.