El viaje

Viajar es todo un tema, siempre lo ha sido, no solo en la literatura, también en la calle, en la vida, entre la gente. Es bastante probable que viajar sea cada vez menos interesante, la uniformidad extendida por el modelo occidental -híper globalizado- ha acabado con buena parte del romanticismo inherente a la heterogeneidad del pasado, la tecnología también, el gps, booking, couchsurfing, google maps… Cuando hice mi primer viaje largo todo era diferente (y no fue hace mucho) creo que no existían los teléfonos inteligentes, solo los celulares normales, si uno quería conectarse a internet tenía que hacerlo en el computador, pero quizás esto no fuera tan determinante como el hecho de que mi compañero de viaje y yo no teníamos ningún interés en reservar hospedajes ni en ver mapas, ninguno tenía la paciencia para eso. Los dos queríamos largarnos cuanto antes, yo para recuperarme del espantoso estrés de un trabajo ultra exigentísimo y aburrido a más no poder y él para alejarse de sus amigos de juerga y así poder superar sus adicciones. Nos fuimos de noche en un bus de Bogotá a Cali y de Cali a Ecuador.

Así empezó nuestro viaje por Suramérica, yo tenía anotadas unas ciudades, sabía en qué país era cada una, pero no más, no sabía a cuánto quedaban unas de otras, no sabía si eran al norte o al sur del país, lo que sabía era que había que guardar bien el dinero que llevaba y no perder la tarjeta débito, estar pilas, usar bloqueador solar, cargar el reproductor de mp3 para oír mi música siempre en los buses y tener un saco a la mano para aguantar el aire acondicionado, si hacía bien esas cinco cosas nada podría salir mal. Casi siempre cogíamos un taxi en el terminal y le decíamos al taxista: llévenos a la zona de los hoteles, o: llévenos a un hotel, bueno, bonito y barato, él hablaba con todo el mundo, hacía chistes y negociaba, inventaba que nos acabábamos de casar y estábamos de luna de miel y nos hacían rebaja siempre. Recuerdo que a veces yo me quedaba sentada con las maletas esperando mientras él visitaba varios hoteles y hostales buscando el mejor.

Nunca reservamos habitación en ninguna parte, ni supimos cuánto tiempo nos íbamos a quedar en el lugar ni para dónde nos iríamos después, todo lo decidíamos sobre la marcha. Le preguntábamos a la gente que conocíamos por lugares cercanos que valieran la pena, yo miraba mis crípticos apuntes pre-viaje y así seguíamos aparentemente hacia el sur (después veríamos que hicimos unos cuantos desvíos absurdos). Cuando llegábamos a un nuevo destino yo madrugaba y me iba a los museos, al principio íbamos juntos, pero el no quería levantarse antes del medio día y yo quería verlo todo. A veces él se enzarzaba en peleas tontas con los guías en la ruinas, a los dos nos gustaban las ruinas, a él le aburrían los museos. Le decían Diego Torres porque se parecía al cantante, en Perú éramos “Diego Torres y la hija de Bob Marley”.

Siempre había alguna sorpresa a la vuelta del camino, nunca supimos en qué parte del mapa estábamos ni que cama nos esperaba dentro de dos noches. A él le gustaban los deportes extremos y en general cualquier cosa que implicara adrenalina, las peleas, los casinos, la noche loca, la calle, a mí todo lo que fuera contemplar, y el mar, claro. Él desconfiaba y escondía el dinero en la cisterna y detrás de los cuadros, yo tomaba apuntes para futuros cuentos y pegaba tiquetes en el cuaderno, no mirábamos ningún mapa y nos importaba un pepino en qué año habían fundado la ciudad, conseguíamos todo al mejor precio y no teníamos planes para el futuro.

Camila García

Escritora y alquimista visual. Autora de los libros de cuentos Perros en el Cielo y El jinete Extraviado. Más de mi trabajo en www.camilagarcia.net

2 comentarios sobre “El viaje

  1. Es increible como ahora, los acostumbrados a las nuevas tecnologías, no podemos concebir la vida de aquellos viajeros que se iban cuando todo eso no existía, y entonces llegas tu y nos lo cuentas y suena como algo sencillo e igualmente disfrutable! Se dice que estas nuevas tecnologías nos simplifican la vida, a veces creo que nos vuelven personas más complicadas. Saludos 🙂

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