Cuando tenía veintitantos noté que el humo me seguía, ya había ido a suficientes fogatas y era evidente que el humo se iba siempre adonde yo estaba, si me cambiaba de puesto corregía su rumbo y se iba detrás mío. Debí haber evitado las fogosidades, solo que no imaginé que la cosa llegaría a tanto, no pensé que un día el humo iba a querer venirse conmigo y seguirme por siempre. Me ha traído muchos problemas, he ido perdiendo a mis amigos porque el humo les da alergia y les deja la casa oliendo a fogata, también perdí el trabajo, la oficina no tenía buena ventilación y les ardían los ojos. Además están las cenizas que arrastra, quedaron muchas cenizas de ese fuego, me ensucian el camino y delatan mi paso.
No fue fácil encontrar este otro trabajo. Por fortuna me gusta la selva, no tanto los científicos, pero si no fuera por mí no podrían hacer la expedición, nadie es tan efectivo como yo para ahuyentar zancudos y mosquitos. También solicitan mi presencia en los lugares aledaños a los rellenos sanitarios, invadidos por las moscas, pero yo prefiero las expediciones científicas.