La postura del noble guerrero plateado

Mis queridos lectores de Literariedad: estoy seguro de que os interesa saber más sobre esta fotografía que, por cierto, es la que ha servido para ilustrar la portada de mi novela “Starring Juan”. Querréis saber por qué voy vestido con ese traje espacial y esas pieles, y por qué me encuentro en esa austera caverna. Os lo voy a contar en esta columna, por supuesto. Pero antes permitidme una reflexión.

Lo que yo más quiero, supongo que como todos, es poder con todo. Es decir: ser libre, ser responsable, pagar mis cuentas, ser reconocido, amar, ser amado, tener hijos, ser bueno para ellos, vivir en un entusiasmo constante, estelarizar sobre el escenario, conmover, con mi voz y mi palabra, y que nunca me abandone la conciencia. Conciencia como una espada siempre presente, como una paloma que aletea sobre mi cabeza. La paloma otorga determinación a los actos. Y también los relativiza, les da su verdadera dimensión. Con paloma sobre mí no me canso, no me enfado, no tengo frío. ¡Quién pudiera tenerla siempre con uno!

Una vez sentí, más o menos de manera ininterrumpida y durante un tiempo más o menos prolongado, que podía con todo. Fue hace diez años. Evidentemente, no podía con nada. Podía con todo, sentía que podía con todo, porque ese todo era muy poco: era sólo ser libre (una libertad muy discutible) y cumplir mis deseos o mis necesidades. Esto es muy importante, porque demuestra que la paloma no acompaña necesariamente a “los hombres buenos”: la paloma acompaña a cualquiera que la busque, y si esa persona es egoísta, la paloma le ayudará a cumplir sus designios egoístas. Lo afirmo con absoluta certeza.

¿Yo era egoísta en aquel entonces y hoy no? No lo sé. Lo que sí se es que era más ingenuo entonces. No hay egoísmo (diré más: maldad) sin ingenuidad, sin ignorancia. Así que saber menos, tener menos experiencia, me hacía ser más valiente hace diez años. Pero a lo que iba es: yo nunca tenía frío. No era una cuestión fisiológica, estaba igual de flaco que ahora, estaba como en esta foto del guerrero plateado: no tenía frío gracias a la paloma, quien (tratemos a la paloma como a un ser humano), cuando soplaba un viento polar durante mis paseos junto al Hudson en la noche abierta, me recordaba la importancia de mantener una postura, una posición.

La posición puede mucho más que el frío. Ved las montañas. La posición puede mucho más que el calor, ved las palmeras, el granito milenario de Guiza. Así me mantiene la paloma de conciencia: erguido ante el amor, erguido ante el dolor, erguido también, casi con toda certeza, en la muerte. Hay que decir que la postura de las cosas es, en primer lugar, una postura interna, que se traduce, posteriormente, en una postura externa. Una decisión interna de no tener calor, de no tener frío, de ser flexible, de ser rígido, modifica la postura de los cuerpos.

En fin, fin de la reflexión. Disculpadme la disertación. Enseguida voy a hablar de la foto. Lo que pasa es que ayer bebí un tequila riquísimo, media botella, y hoy, día 8 de febrero de 2018, a las 14:46, en Berlín, aún me siento un poco aturdido. No sabéis lo que significa para un español que vivió en México pero ahora vive en Alemania, y que disfruta la comida y la bebida de México como el que más, que le pongan encima de la mesa una botella de tequila Antiguo y dos packs de seis de cerveza Corona. Y una cajetilla de cigarrillos Delicados. Es una alegría indescriptible. Otro día os cuento quién me dio esa alegría y por qué.

La fotografía del guerrero plateado fue tomado en EEUU. En Taos, Nuevo México. Tengo un amigo allí que se llama León Fénix. Es un pintor ciego (él pintó el mural de la pared). La foto la hicimos en su estudio. En realidad yo la hice con mi cámara analógica. Es un autorretrato, aunque lo hice siguiendo las instrucciones precisas de Fénix: él me describía, sentado en una silla que parecía un trono, la escena que quería fotografiar, su visión, y yo la interpretaba con diligencia, pues la paloma estaba sobre mí. Así fue. El traje no es de papel de aluminio, sino de plata de verdad. Pesaba como diez kilos (el traje; yo, 80). Esta es la historia real de la fotografía. Cierta como la vida misma. Ya sabéis que estas columnas mías, además de para promocionar mi novela “Starring Juan” (disponible en bruda.org por sólo 15€ para todo el mundo), son mi plataforma para decir la verdad, toda la verdad y nada más que la verdad: observad, en ese sentido, la noble postura del magnánimo guerrero plateado y la santa paloma (a esta no podéis verla) que lo inspira, lo acompaña y le impide mentir.

 

J.S.T. Urruzola

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